“El deber llama”, dice -desde el norte chico- al otro lado de línea el científico Marino Morikawa (43). La última vez que conversamos fue en 2019, cuando compartió los resultados de su plan de salvataje en el Titicaca: descontaminó dos kilómetros del lago en 15 días (“llegaron aves que no veíamos cuando recién empezamos”, dijo aquella vez). Lamenta que el reencuentro se deba al derrame de 6 mil barriles de petróleo de La Pampilla S.A.A., operada por Repsol, que ha contaminado un área equivalente a 2,5 veces la superficie del Estadio Nacional, según Oceana.
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La mañana del domingo 16 de enero, Marino -desde Huaral- recibe la llamada de unos amigos: “Hay un derrame de petróleo en Ventanilla”, le dijeron. Veía con preocupación videos y fotos de la catástrofe en redes sociales. No hubo un pronunciamiento oficial hasta días después. “Pensé que iban a actuar rápido”, reconoce con frustración. “De haber sido inmediato, se recuperaba más del 95% [del ecosistema] en un mes. Esto se está expandiendo (”el martes 18, las lenguas de crudo se desplazan frente al extremo sur de Pasamayo”, informó Oceana). Hasta el día de hoy, va a tardar dos años y un poco más [en recuperar el ecosistema]”.
Quería ir con sus equipos a descontaminar lo que podía. La burocracia y el financiamiento, enemigos ya conocidos, volvieron a hacerle frente. “Mandar una solicitud para que lo envíen a mesa de parte va a tomar entre dos a tres meses, cuando ya se contaminó todo”. Optó por mostrar sus trabajos previos en redes sociales. De paso, concientizar a las y los voluntarios de que están lidiando con una zona altamente contaminada (es necesario usar indumentaria para gases tóxicos). “No puedes estar al descubierto más de 30 minutos porque te vas a intoxicar”. Su expertise es tomada en cuenta por todos, menos por las autoridades correspondientes.
-Si le dicen: señor Morikawa, mañana mismo puede ir con sus máquinas. ¿Cuál sería el plan de descontaminación?
Tenemos dos sistemas. La primera es con la máquina TRANSVAC, que va a permitir dragar (succionar) el crudo que se encuentra en la orilla del mar y la playa misma (arena). Tiene la funcionalidad equivalente a la labor de mil trabajadores por día. Aceleramos el proceso, evitamos cualquier intoxicación de las personas contratadas y voluntarios, y reducimos el impacto ambiental. El segundo, que puede ir a la par, es el SKINNER (modelo nutria) que tiene que estar en el cuerpo del agua para poder recolectar el crudo de la superficie. Nuestro sistema ayuda a separar el aceite del agua hasta en un 98%. Ese aceite se puede reutilizar.
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Eso sí, enfatiza, se tiene que hacer un examen físico-químico del agua para determinar si “se necesita porcentaje de oxígeno o sistema de tratamiento de aguas contaminadas”. “Que quede claro: nuestras aguas, más allá de la contaminación de crudo, están contaminadas con aguas residuales”. De no haber contacto por parte de los involucrados, Morikawa emprenderá una campaña de recolección de fondos. La lucha ahora es contra el reloj. //