En una de esas vueltas que da la vida, el teléfono celular, ese enemigo de la gente de teatro –por su sonido impertinente, por su luz molesta–, se convirtió en su principal aliado en esta pandemia. Es lo que recuerda el director David Carrillo, que hace quince meses tuvo que cortar su obra Humedad en su semana de estreno por el COVID-19. Gracias al celular, dice Carrillo –que vivía peleado con la tecnología–, fueron posibles las “obras virtuales” que abundaron desde entonces, los talleres por Zoom con actores y tantas cosas que se fueron creando a punta de imaginación.
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Esos tiempos parecen en retirada a la par que más productoras empiezan a probar con un retorno a las funciones en vivo. Son buenas noticias para los que viven de esto. Ningún actor ni director escogió su vocación para representarla todas las noches ante una fría cámara. Las tablas, el contacto con el público, es lo que solía hacer del teatro la gran experiencia humana que recordamos. La semana que pasó, el Teatro Británico hizo una función presencial de despedida de su obra virtual Emma Millenial. Su actor principal, Giovanni Arce, aseguró en sus redes que actuar para público luego de año y medio se sentía como hacerlo por primera vez.
El teatro local empezó a dar muestras de querer recuperar el tiempo perdido desde abril. Ahí empezaron a anunciarse obras presenciales pequeñas que se soltaban como globos de ensayos hacia la tormenta. Estas han sido casi todas monólogos –lo más rentable, dada la expectativa de taquilla–, como El señor Armand, alias Garrincha, con Miguel Iza, que tuvo una temporada presencial en la Alianza Francesa.
Lo que frena una vuelta por todo lo alto es la seguridad sanitaria y el equilibrio del negocio. Si un actor se enfermase, se cae toda la producción porque no estamos en Broadway, en donde hay un sistema de reemplazos a la mano. “Los teatreros tenemos un trauma. En diciembre teníamos todo listo para volver, con los aforos que dio el Gobierno, pero como diciembre suele ser un mes malo nos guardamos para enero. Muchos invirtieron fuerte para ese retorno y se tuvo que cancelar por la segunda ola. Da miedo invertir ahora en reabrir otra vez porque implica un nuevo costo y si tenemos que cerrar por la tercera ola, me temo que sería la estocada final”, dice Carrillo, que es miembro de la Red de Teatros y Salas Alternativas del Perú.
Lo que nunca falta para la gente de teatro son buenas ideas. Como una forma de garantizar la seguridad en escena, hay quienes plantean hacer obras con actores adultos mayores. Tienen la ventaja de estar ya vacunados y les serviría como apoyo económico, pues muchos de ellos no entraron al teatro virtual por no saber manejarse bien con la tecnología, dice Carrillo.
Siguen las buenas noticias: hace un par de semanas, el Teatro Municipal de Lima realizó su primer show presencial, a manera de experiencia piloto para un futuro retorno. Por su lado, el Gran Teatro Nacional organiza shows musicales en su foyer.
Y existe el espacio La Cúpula de las Artes, en el Jockey Plaza, que alberga shows musicales, de teatro y de circo y que cuenta con protocolos que exceden incluso las recomendaciones del Minsa, cuenta su gerenta, María Teresa Chirinos. “Hemos reducido el aforo por debajo de lo que recomienda el Gobierno, porque nos importa la seguridad de los asistentes”. Cuentan, además, con ocho puertas de acceso, varios desinfectantes de rayos UV para el público y separadores de mica transparente para aislar a las familias, entre otras medidas.
LA PENOSA AGONÍA DE LAS SALAS DE CINE PERUANAS
El Perú es el único país de la región que no ha abierto sus salas de cine. Al cierre de edición, México, Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, Brasil y hasta Venezuela ya disfrutaron la nueva entrega de Rápidos y furiosos, que se estrenó el 24 de junio. “Esta es la temporada de estrenos comerciales en EE. UU. y que no vamos a poder ver si las cosas siguen así”, dice Diana López, vocera de ANASACI, la asociación de salas de cine del Perú, que esta semana salió a implorar que el Estado revise su caso. Alegan las salas que la negativa del Gobierno a permitirles vender comida golpea la línea de flotación de su negocio.
“Perú tiene, además, una carga impositiva altísima al boleto de cine. Un 18% se va al IGV, un 10% al impuesto municipal, el 50% a las productoras (Disney, Paramount, etc.), que son los dueños de la licencia, y otros pagos más. Lo que queda al final es poco. Por eso las salas vivimos del negocio de la comida”. Somos comprobó que en la región el expendio de comida sí está permitido en países hermanos con cines operativos. Algunas normas indican que se puede retirar la mascarilla solo para comer en el asiento. Está prohibido pararse sin esta. Se permite, además, que grupos de familia se puedan sentar juntos y separados de los otros. Hasta que los protocolos no sean revisados, en ANASACI calculan que un 30% de salas peruanas se declararían en quiebra ante los costos de mantenimiento que pagan desde hace quince meses y la nula perspectiva de su futuro. //
CIFRAS
300 millones de dólares en pérdidas acumuladas es lo que arroja el sector de cines en el Perú desde el 15 de marzo del 2020, cuando cerraron, según cifras de ANASACI.
30% de salas de cine podrían cerrar en las próximas semanas debido a la crisis del sector por no poder abrir sus operaciones.
40% es el aforo máximo permitido para ciudades como Lima, desde el 21 de junio. En Loreto, el aforo máximo permitido es 50%.
150 largometrajes no se han podido estrenar en el Perú desde la emergencia sanitaria, algunos de ellos muy rentables afuera, como Kong vs. Godzilla o Black Widow.
650 pantallas de cine a nivel nacional y 104 complejos existen en el país.