- “Argentina 1985″, el factor Darín y las claves que explican el boom latinoamericano en Hollywood
- El llamado, por Renato Cisneros
Cuando Ricardo Muguerza se ponía el saco y la corbata, entraba en personaje. El frío o el calor desaparecían. Cogía su maletín, se miraba al espejo y se sentía listo para vender conocimiento de casa en casa, tocando puertas. No estaba solo. Eran los años ochenta y un ejército de vendedores de enciclopedias se alistaba como él, diariamente, para salir a las calles a convencer a sus clientes de comprar voluminosos tomos, de la A a la Z. En aquel momento, ingresar a los hogares y ofrecer enciclopedias era, de hecho, un negocio rentable.
“Venía a ser el Internet de la época”, nos dice Muguerza mientras pasa las páginas a colores de su enciclopedia “Focus” y recuerda con una sonrisa sus años de vendedor errante. Muguerza representa a las generaciones que lucieron con orgullo los tomos de las célebres “Larousse”, “Espasa Calpe”, “Barsa”, “Sopena”, “Salvat”, “Británica” o “Quillet” en un rincón especial de sus salas. Poseer la colección completa (y sus anexos) era un lujo que pocos podían costear: “Si tenías ‘El tesoro de la juventud’ (cuya primera edición data de 1915), tenías estatus. Las enciclopedias eran tan caras que no se vendían al contado, sino a plazos de 12, 15 y hasta 24 meses”, rememora Muguerza.
TE PUEDE INTERESAR: Karina Pacheco: “Blanca Varela me parece una escritora inmensa”
Se trataba de libros que congregaban ordenadamente todo el conocimiento del mundo (botánica, zoología, historia, artes, etc.) y se convirtieron en la principal fuente de los trabajos escolares. También podían ser especializados en psicología, medicina o derecho, por ejemplo.
Pero en los años noventa llegaron cambios rotundos para las enciclopedias de papel. Los CD-ROM podían reducir millones de páginas impresas en un solo disco de 1,2 milímetros de espesor con imágenes, audios, videos y una propuesta interactiva sin competencia. La enciclopedia más famosa en CD era conocida como “Encarta”. Con Internet y Wikipedia, llegó un inconmensurable almacén de información que desplazaría contundentemente a los ya olvidados tomos de papel y sus impecables y nostálgicos vendedores de puerta en puerta.
Pero, ¿están realmente olvidadas? Ante todo pronóstico, no del todo.
Coleccionar emociones
En su local de venta de libros de segunda y nuevos en el jirón Camaná, Yrene Gómez es testigo diario de una demanda de enciclopedias con un origen más emotivo que práctico. “Hay coleccionistas y personas que, por añoranza, las piden. Me dicen que las consiga lo más pronto posible y me siento comprometida. Cuando les entrego los tomos se emocionan mucho porque son colecciones que en el pasado les obsequiaron sus abuelitos o sus papás y anhelan recuperar”, afirma Gómez con un rotundo “no están olvidadas”. Al jirón Camaná vuelven siempre por “El tesoro de la juventud”, “Barsa” y “Sopena”. “Piden las ‘Oceáno’ y ‘Lexus’ para el colegio; son ediciones pasadas que venían con CD, pero igual las compran porque las consideran infaltables”.
¿Por qué perdura su encanto? Incluso, se siguen publicando ediciones cada vez más especializadas (de negocios, experimentos, rock, versiones reducidas para niños). ¿Acaso el papel sigue siendo la fuente más confiable? “Hay que tener mucho cuidado con la información online, pues puede no ser una fuente confiable. Además, se pierden las autorías”, comenta Eliana Gonzales, miembro de número de la Academia Peruana de la Lengua. “Wikipedia es una ayuda importante, ellos dicen ser muy selectivos con los controles de seguridad, pero no sé hasta qué punto ese filtro es efectivo. Para un trabajo de investigación no te puedes quedar con lo que te da Wikipedia”.
La misma sensación le brinda la inteligencia artificial Chat GPT que está causando furor porque no solo da información requerida (como una enciclopedia infinita), sino que también la crea. Gonzales propone que el mundo digital y de papel puedan interactuar, estando alerta con los efectos de la inmediatez en las dinámicas educativas como, por ejemplo, no ejercitar la memoria y fijarnos más en el dato exacto sin profundizar.
Es evidente que, en el día a día, acudir al estante de libros para buscar información enciclopédica es poco práctico cuando en un celular se puede encontrar en segundos la data más actualizada. Tener 15 o 20 tomos ocuparían demasiado espacio en tiempos donde las viviendas se reducen más y más. No hay competencia y las mismas casas editoras lo han entendido.
La famosa “Enciclopedia Británica” se dejó de imprimir en 2012 (después de 244 años) y pasó su contenido a su página web donde lo actualiza permanentemente. Sin embargo, refugiarse en el papel siempre dará un cálido recibimiento. //
Más información
Tesoros de la Biblioteca Nacional del Perú
La caja fuerte de la Biblioteca Nacional del Perú concentra los tesoros que la institución considera más valiosos. Entre ellos se encuentran algunos tomos de “La Encyclopédie, ou Dictionnaire raisonné des sciences, des arts et des métiers” (siglo XVIII), conocida también como la “Enciclopedia francesa”, editada por Diderot, d’Alambert, Rousseau, Voltaire, Montesquieu y las principales figuras de la Ilustración.
El historiador Jhon Delgado, asistente de custodia de la protección de colecciones de la BNP, nos mostró la primera enciclopedia en idioma castellano: “Enciclopedia moderna” (1854), del español Francisco de P. Mellado; y la primera publicada en el Perú con el término ‘enciclopedia’: “Diccionario enciclopédico del Perú” (1966), de Alberto Tauro del Pino.