En el ocaso de la época Medieval, Europa era un campo de batalla entre los reinos que dominaban el mundo occidental. En ese contexto, una joven de 25 años llamada Isabel, primera de su nombre, hija de Enrique VIII y Ana Bolena, asumió la corona de Reino Unido sin imaginar que su reinado marcaría un antes y después en la historia de su país.
Isabel I gobernó durante una de las épocas doradas de Inglaterra, conocido como el periodo isabelino. Su reinado, de 44 años de duración, es uno de los más largos de la Corona británica (pero es superado con creces por Isabel II, quien lleva más de 60 años en el poder).Por esa época, sentó las bases para la construcción de un Estado moderno, convirtiendo al Reino Unido en una potencia política, económica y cultural.
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“Isabel I ha pasado a la historia tanto por sus virtudes como por sus defectos. Fue una persona culta e inteligente, implacable y enérgica, pero también cruel y ávida de poder. Durante toda su vida eludió el matrimonio para garantizar la independencia de sus actuaciones, por lo que se la conoce como la Reina Virgen”, la describe el portal de National Geographic. Sin embargo, diversas anécdotas cuentan que se enamoró en reiteradas ocasiones, especialmente de Robert Dudley, primer conde de Leicester; y de Thomas Seymour, quien se casó con su madrastra, la reina viuda Catalina Parr.
A lo largo de su reinado, Isabel continuó con las políticas de su padre: entre otras cosas, apoyó a los protestantes, persiguió a los católicos y creó la Iglesia de Inglaterra, independiente de Roma, que consolidó el anglicanismo. Con ello, le llegó la excomulgación desde el Vaticano.
El diario La Vanguardia de España destaca tres aspectos importantes en su vida:
1.- Fue una reina progresista. Con el crecimiento de la población, Isabel aprobó una serie de postulados en beneficio de los más necesitados: promulgó las leyes de los Pobres, que promulgaban que su cuidado era una responsabilidad de la comunidad a la que todo ciudadano debía contribuir. Con esto consiguió evitar que la pobreza fuera origen de disturbios.
2.-No le temblaba la mano. En 1587 decapitó a María Estuardo, reina de Escocia, en el castillo de Fotheringhay. Esta ejecución provocó el enfrentamiento definitivo entre Inglaterra y la España católica, que a pesar de la ruina económica que la guerra ocasionó a ambos países, consagró la supremacía marítima de Inglaterra e impulsó su expansionismo.
3.- No quería casarse. Pese a las súplicas de la Cámara de Comunes, que le pedía garantizar la supervivencia de su dinastía, Isabel I nunca dio su brazo a torcer. Ella decía que su “compromiso total era con Inglaterra y que todos los ingleses eran sus hijos”. Le volvieron a insistir con el tema y la reina cerró la cámara por cuatro años.
Con su muerte, Isabel I sellaba una época y el fin de la dinastía Tudor, que durante más de cien años había conseguido mantener la soberanía en el Reino Unido. Murió la madrugada del 24 de marzo de 1603, con casi setenta años. Pero antes de despedirse del mundo nombró entre susurros a su sucesor: Jacobo, el hijo de su prima María Estuardo. //