“Yo me he retirado como jugadora, pero no como técnica. Pienso que voy a estar ligada toda mi vida al vóley, de todas maneras”. Con estas palabras, Luisa Fuentes Quijandría, 31 años recién cumplidos, le confesaba a Humberto Martínez Morosini la pena que le producía despedirse del vóley la noche del 25 de setiembre de 1979, cuando se puso por última vez la camiseta número 9 de la selección peruana para ser homenajeada.
Su adiós a la selección no fue el cierre de la etapa dorada del vóley nacional, sino el inicio de otro periodo glorioso, que nos llevó hacia la medalla de plata en Seúl 88. Lucha tenía un ‘ojo clínico’ para encontrar talentos jóvenes. Fue gracias a ella que nombres como Denisse Fajardo, Natalia Málaga, Rosa García o Cecilia Tait llegaron a la selección peruana y se convirtieron en las grandes deportistas que recordamos hoy. Con ellas tomándole la posta a su propia generación –que fue también la de Pilancho Jiménez, Irma Cordero, Norma Velarde, Anacé Carrillo u Olga Asato–, Lucha cumplió la palabra dada en su despedida de las canchas.
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Esa noche de 1979 es uno de los momentos más destacados del documental Lucha Fuentes, la leyenda vive, un homenaje al legado de quien llegó a ser una de las mejores voleibolistas del mundo. “Si estoy viva, es porque Dios es grande”, nos dice casi al empezar la entrevista. Uno de los momentos más críticos de una vida acostumbrada a los desafíos fue causado por el accidente cerebrovascular (ACV) que sufrió en el 2017 y que, aún hoy, pocos saben que sufrió.
“Muchos sabían que estaba mal, pero no qué tenía. Estuve en coma por dos meses. No recuerdo absolutamente nada de esos días de mi vida. Y, al principio, tras despertar, no podía hablar ni caminar y tampoco recordaba grandes pasajes de mi vida anterior. Pero, felizmente, aquí estoy y aquí sigo”, confiesa Lucha. “Kevin me tuvo mucha paciencia. Este trabajo le ha tomado unos tres años. Él fue muy bueno y eso fue importantísimo para mí”, nos cuenta en referencia al periodista Kevin Carbonell, director del documental.
Al inicio del trabajo de producción, estaba aún convaleciente del ACV y el coma posterior. La compañía y apoyo de su esposo y de sus dos hijos fueron fundamentales para enfrentar con éxito su rehabilitación. Tuvo que volver a aprender a hablar, a caminar y a ejecutar todos sus procesos intelectuales cognitivos y psicomotrices, incluyendo los de la memoria sobre sus hazañas deportivas. Los recuerdos que volvieron a ella al responder a las preguntas del documental o al volver a pisar el Amauta fueron síntomas significativos de este regreso a la vida. “Uno siempre tiene que acordarse de lo que ha sido y tener los pies bien puestos sobre la tierra. Hay que sacrificar muchas cosas para llegar alto. La disciplina es lo más importante de un deportista”.
MANOS QUE SON EL ORGULLO
Un texto del diario La Crónica, del 12 de noviembre de 1968, describe vívidamente el desempeño de Lucha Fuentes durante México 68, los juegos en los que Perú quedó en cuarto puesto, detrás de Polonia, Japón y la Unión Soviética, que se llevó el oro. “En las primeras fechas fue ubicada, por promedio de rendimiento, entre las mejores de la Olimpiada. Y al final le tocó el honor de ser considerada en el equipo ideal, es decir, entre las seis mejores jugadoras de los Juegos Olímpicos”.
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Mientras Pelé era considerado el rey del fútbol, su legítimo par en el vóleibol femenino latinoamericano era Lucha Fuentes. Curiosamente, ‘O Rei’ es protagonista de uno de sus mejores recuerdos. “Creo que todos los campeonatos son importantes, pero, para mí, el Sudamericano de Brasil de 1964 fue el más importante, porque salimos campeonas ganándoles a las locales y porque, de paso, tuve la oportunidad de conocer a Pelé –nos cuenta Lucha–. Pelé se apareció y nos vio entrenar y dijo que íbamos a campeonar. Le gustó la intensidad de nuestro entrena miento y nuestra disciplina. A donde iba una, iban todas”.
Esa unión se trasladó de las canchas a la vida cotidiana. Cuando los exigentes entrenamientos –fuera con Akira Kato o con Man Bok Park– lo permitían, Pilancho Jiménez, Ana María Ramírez, Olga Asato, Norma Velarde o Irma Cordero se reunían para salir juntas de paseo, a comer helados o al cine, si es que el tiempo alcanzaba. En días de la Nueva Ola, el exigente Akira –”padre, amigo, hermano, el que me hizo darme cuenta de que el vóley sería mi vida”, en palabras de Lucha– no les dejaba tiempo para ir a ninguna matiné (“Akira era más profesor, Mambo era más estratega”, recordó también). Ella, además, tenía una doble misión, pues compartía con el vóley sus estudios de Educación Física en San Marcos, los que terminó con el mismo éxito que tuvo en su carrera deportiva.
Aunque la pandemia las ha alejado un poco, piensan retomar pronto la costumbre que han mantenido por casi 50 años: verse, al menos, una vez al mes. La leyenda iqueña confiesa que las extraña mucho, sobre todo a Irma Cordero, fallecida en el 2019. “No somos compañeras nada más, somos amigas, son como mis hermanas. Y los problemas de cada una son problemas de todas. Todas, cuando he estado enferma, han estado muy atentas a mi salud”, cuenta Lucha. “Por eso creo que los homenajes tienen que ser en vida, cuando uno los pueda gozar, porque si no, no sirven de nada cuando una ya no está”, nos dice.
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Después de la batalla que ha estado luchando, incluso en plena pandemia, tiene claro que los aplausos y los reconocimientos son siempre mejores hoy que mañana. Los años han podido convertir las poderosas manos que antes derribaban rivales a punta de mates, en dóciles y habilidosas alquimistas de postres. Al principio a ella no le gustaba cocinar, pero aún recuerda que, de pequeña, junto a su hermana mayor, golpeaban la masa para que su madre hiciera realidad una receta de picarones con sabor a épica y victoria que Lucha recuerda de memoria hasta hoy, convertida ya en una maestra repostera. El turrón de pecanas, la torta de chocolate o la torta hindú son algunas de sus especialidades, cuya secreta sazón guarda como un tesoro en unos recetarios que ha escrito a mano durante más de 30 años.
SUS AÑOS MEJORES
Una de las mayores alegrías que tuvo Lucha en los últimos tiempos fue haber podido llevar la antorcha en la inauguración de los Juegos Panamericanos Lima 2019. Aún experimentaba las secuelas del ACV, pero volvió a hacer gala de su garra. “Fue algo muy lindo y que no voy a olvidar nunca, porque la verdad que los Panamericanos estuvieron muy bien hechos, y yo estuve tan feliz que quería estar siempre ahí”, asegura la leyenda del vóley.
Como si fueran los segundos eternos e intensos de un reñido set, Lucha recuerda que sus mates más implacables eran contra Brasil, nuestro más clásico rival; reconoce que le llena el corazón el cariño que le da la gente en la calle y que siempre está disponible para alguna foto; se confiesa amante de la salsa y de las canciones de Gloria Stefan o Celia Cruz, que disfruta bailando aún; cuenta que grita los goles de Farfán con su Alianza Lima de toda la vida; afirma que por el vóley postergó el amor; desea seguir enseñando los fundamentos de su deporte amado y reflexiona también sobre las numerosas propuestas que recibió para entrar en política, todas las cuales rechazó.
“La política aquí es muy corrupta. He podido ser alcalde o congresista, pero mejor no. Es más importante tener el alma, la conciencia y el corazón muy limpios. Y que la gente se acuerde de uno sin peros”, dice con firmeza. ¿Cómo se siente ser una leyenda?, le pregunto. “Yo me siento muy feliz, pero sé que también es una gran responsabilidad –me dice–. Ser una leyenda necesita que todo el tiempo esté bien y reconocer que el vóley me dio eso, que todo el tiempo fui disciplinada, constante. Todo lo que hago es pensando siempre en el bien del Perú y luego en el mío. Ganábamos porque teníamos un corazón muy grande”.//
LUCHA FUENTES: LA LEYENDA VIVE
El documental relata la vida y las hazañas de una de las deportistas olímpicas más importantes que ha tenido el Perú. Es parte de un proyecto de colección de documentales (Edición del Bicentenario) sobre personajes vivos que hicieron historia. Incluye libro con fotos inéditas y blueray. Director: Kevin Carbonell (Docu Film). Dónde: El Virrey, Book Vivant y otras librerías.