No iba a la redacción en años recientes -siempre andaba en alguna parte, en alguna historia, en algún mundo secreto- pero su figura se sentía igual o más presente. Luis Miranda respondía mejor a su apelativo: ‘Oso’. Así lo conoció todo el mundo y así lo poníamos en las pautas semanales (aquella estructura sagrada donde empieza a tomar forma una revista), al lado de los temas que llevarían su firma. Nunca se cansaba de enviar propuestas, de contar sus hallazgos.
Mientras escribo este texto, reviso nuestras últimas conversaciones de WhatsApp (siempre se aseguraba de adjuntar alguna foto, para darle fuerza al mensaje) y el corazón se me estruja. Está ahí. En cada frase, cada personaje. En un niño que “está llamando la atención” por su casco en forma de huaco Chavín, futura promesa del skateboard. Está en Susy Díaz y en la aventura que le supuso trasladarse de su casa al Congreso para que él le hiciera fotos. Está en Vania Masías danzando con su bebe en brazos. En un productor de Lunahuaná que ha ganado una medalla de oro por un brandy de arándanos, en un anciano tatuado del Callao cuyo origen le pareció todo un misterio, y está en un grupo de amantes de los perros a los que retrató para hablar de cómo los animales podían cambiarnos la vida.
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Su abanico temático era inagotable, impresionante, único en su estilo. Quisiera haber tenido más tiempo para darle espacio a aquellas historias que se quedaron pendientes, para más conversaciones. Pero el tiempo -el suyo- tenía otros planes.
Esta semana, Luis nos dejó en un lamentable accidente en el mar del Callao. Con más de tres décadas dedicadas al periodismo escrito y televisivo, su figura ha sido de las más queridas y respetadas en el medio. “Cuando Luis Miranda ingresó por primera vez a una redacción, se propuso que su trabajo sería distinto. Alérgico al estilo acartonado que padecía el periodismo nacional a principios de los noventa –con las respectivas y perdurables excepciones–, decidió que se centraría en aquello que pasaba inadvertido o que nadie quería ver. Y que lo haría a través de una prosa sabrosa y cromática que no perdería nunca precisión ni encantamiento”, escribió José Carlos Yrigoyen en 2020 al reseñar “El pintor de Lavoes y otras crónicas”, el libro más importante publicado por Luis.
“Entonces se sumergió en el mundo urbano marginal de Lima y fue en búsqueda de sus más conspicuos personajes. Una de sus crónicas iniciales trataba sobre un desconcertante urinoterapeuta aficionado. Los colegas de Miranda lo miraron raro. Era una buena señal”, remató.
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Si bien partió a “Cuarto poder” en 2003 -sus reportajes lo llevaron a recorrer el mundo entero-, nunca dejó de publicar en estas páginas. En años recientes, lo hacía semanalmente. “El ‘Oso’ formó parte de una generación de cronistas que hicieron escuela, y sus colegas tuvimos el privilegio de apreciar ese saber en la redacción de Somos”, cuenta Rafaella León, periodista y exeditora de esta revista.
“En la universidad estudiábamos sus textos, el estilo de describir a sus personajes. Era para nosotros un periodista de culto. Cuando me tocó ser su editora, muchos años después, se lo confesé, y se ponía rojo de vergüenza, era muy humilde. Celebraba las ediciones buenas de Somos, y también me enviaba un mensaje de vez en cuando, si es que sentía que algo pudo hacerse mejor. Transparente y respetuoso, pero sobre todo un eterno enamorado del buen estilo narrativo. Él buscaba las historias, pero, sobre todo, las historias lo encontraban a él. Amaba Somos”, finaliza León.
Su huella en la televisión también será eterna. Para Gabriela García, quien fuera productora y directora de “Cuarto poder”, Luis era alguien que destacaba en medio de la “grisura del mundo”. “Pensar en él siempre me va a sacar más que una sonrisa, una auténtica risotada. Le decíamos el ‘Oso’ por su contextura, pero era más parecido a un gato y también a un colibrí. Fresco, elegante y mágico. A su manera, con sus tiempos, sus pausas, con sus momentos de furor y también de apagón, como suele pasar con quienes detectan y absorben lo más sutil. Era un cazador de esencias. Captaba, por sobre todas las cosas, lo que era invisible o parecía pequeño, pero que daba profundidad, dimensión y humanidad”, recuerda. De todos los artículos donde aparece su nombre, este es el único que nunca hubiésemos querido publicar. Descansa en paz, eterno ‘Oso’.//
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