Una entrevista con Oprah Winfrey desató la polémica. El último domingo, en horario estelar, Meghan Markle y el príncipe Harry se confesaron con la popular presentadora estadounidense y, entre otros temas, explicaron los motivos que los llevaron a distanciarse de la familia real británica. Hace un año hicieron pública la noticia y la coach en bienestar Stephanie Byrd explicó lo motivos en los cuales viene bien romper con la familia. Las siguientes líneas fue lo que escribió.
Cada año viene con un abanico de nuevos aprendizajes; algunos por experiencias propias y otros por cortesía de algún escándalo mediático. La salida repentina del duque y la duquesa de Sussex, asunto de interés a nivel mundial, nos entrega una de las primeras lecciones de 2020. ¿Quién en su sano juicio dejaría el “trabajo” de ser realeza en un siglo donde el encargo —muy bien pagado— tiene mucho más que ver con besar bebés en público que con asesinar dragones en fosos? Por lo visto, se trata de la priorización de la salud mental y la imposición de límites personales que implica.
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Desde hace doce años me encuentro en una relación de larga distancia con mi propia familia, por haber decidido construirme una vida poco ortodoxa en el extranjero, una vida enfocada en la vía profesional y sin la urgencia de una planificación familiar. No es que la descarte, sino que no ha sido tan prioritaria como la superación y la sanación personal que, por cierto, encuentro necesaria para luego estar lo suficientemente lista como para dar pasos más seguros. Sanar significa restituir el estado original. El proceso de sanar implica mucho trabajo: descubrir y superar los diversos patrones que nos fueron inculcados, las tradiciones, los comportamientos, los rótulos y cualquier elemento inútil que hayamos acumulado en nuestras vidas que sirven de barrera entre nosotros y la persona que soñamos ser.
Los psicólogos se refieren a este proceso como “la individuación”. La individuación puede ocurrir geográficamente, con la salida del nido familiar, o a nivel psicológico, desde antes de cruzar ninguna puerta. Es el proceso de volvernos individuos independientes por medio de la integración de nuestras propias creencias y valores con los de nuestros padres y de la sociedad en conjunto. El famoso psicólogo suizo Carl Jung describió el término como “el proceso en el cual los seres individuales se forman y diferencian [de otros seres humanos]; en particular, es el desarrollo de una psicología individual como un ser distinto de la población general, es decir, la psicología colectiva”. Jung también consideraba que la individuación tiene un efecto de sanación holística en la persona tanto mentalmente como físicamente.
Para embarcarme en esa ambiciosa jornada sanadora, opté por contar con guías profesionales. Es decir, con psicólogos. Como ya he contado, a pesar de su nombre happy, mi terapista, Igor Alegría, me recuerda más bien al muy serio pero sensato Sr. Miyagui, por su peculiar manera de asignar tareas crípticas con moralejas sabias. La primera tarea que me asignó cuando nos conocimos fue escribir dos cartas: una a mi padre y otra a mi madre. Las cartas que me pidió Igor no fueron cualquier especie de carta sentimental (que uno tiende a enviar estando en una relación a larga distancia), sino que fueron cartas netamente de reclamo, tal como si les hubiese pedido a mis padres su libro de reclamaciones. A diferencia de Indecopi, estas cartas no fueron escritas con el fin de mandárselas a los prestadores de servicios para la respectiva indemnización sino con la idea de organizarme mentalmente y poner mis pensamientos en papel, de modo que Miyagui, como terapueta, pudiera conocerme lo más rápido posible. No me lo dijo explícitamente, y ni se lo pregunté, pero lo deduzco porque me parece que el análisis de este especie de carta particular puede ser la mejor forma de conocer a alguien para tratar su salud mental.
Al entregar mi tarea, Miyagui me comentó de lo más casual que, como adultos, está perfectamente bien alejarse y hasta “romper” con nuestros padres si la relación nos resulta tóxica, o simplemente no aporta ningún valor a nuestras vidas actuales. Admito que me chocó su declaración. Hasta ese momento no había considerado de manera consciente que mi decisión de optar por una relación a larga distancia podría haber sido resultado de algo que escribí en esas cartas. Tampoco estaba consciente de la gran culpabilidad que llevaba encima todos esos años por haber elegido alejarme. Dr. Happy continuó explicándome que la función principal y básica de los padres es criarnos hasta que podamos vivir de manera independiente. Una vez que se completa esa tarea, no existe la mínima necesidad de siquiera continuar en contacto. Entonces, ya desde una perspectiva adulta, madura e independiente, podemos tomar la decisión consciente sobre el tipo y calidad de relación que deseamos mantener con estos otros adultos maduros e independientes (que por mera coincidencia nos trajeron al mundo). Esta noción es culturalmente disruptiva, porque refuta el típico romanticismo o nostalgia popular sobre “la familia” como institución sagrada e incondicional. Sin embargo, revolucionar esa idea es completamente necesario si vamos a sanar de manera contundente y sin culpas. Así que, ¡larga vida (y distancia) a Meghan, Henry...y la reina!
*Stephanie Byrd es MBA con más de 10 años de experiencia en Marketing Digital y Ventas Corporativas. Emprendedora de Bienestar y Iniciativas Filantrópicas.
*Este texto se publicó originalmente en enero del 2020.