Una película puede cambiar la vida de las personas. Eso le ocurrió a Julio Arroyo mientras veía ‘Santa Cláusula’ junto a su hijo Bryan, los días previos a la Navidad del 2004.
-¿Tú también te puedes transformar en Papá Noel?- le preguntó el niño de cinco años. Julio, padre soltero, le respondió que sí de forma inmediata, pues no quería quitarle la ilusión. Compró un disfraz, varios regalos y antes de Nochebuena apareció en su casa entonando la característica risa del personaje navideño. Jo, jo, jo. Aquella vez, la alegría de su hijo fue lo que más lo emocionó y pensó que podía hacer lo mismo, pero en las zonas más necesitadas del Perú.
Al año siguiente, llamó y les escribió por correo electrónico a sus amigos, conocidos y familiares si querían formar parte de su iniciativa. La respuesta fue positiva. Para esa Navidad, llegó a juntar más de 300 juguetes y los llevó a la zona de Zapallal, en Puente Piedra. Los años posteriores fue replicando la idea en barrios de Comas, Independencia, Villa el Salvador, y viajó a ciudades del interior del país como Chimbote, Chiclayo y Pucallpa. Su visita a la selva la recuerda con especial cariño, ya que pudo compartir un divertido momento con la comunidad asháninka.
“De chico veía que mi madre compartía la cena que preparaba con nuestros vecinos y eso se me quedó grabado. Entendí que esta fecha significa amor por el prójimo. Y eso es un poco lo que también trato de transmitir con lo que hago”, comenta Julio. “Es bonito ver como los niños viven la Navidad. Cuando llegas con los regalos, te miran como un héroe. Piensan que realmente eres Papá Noel”, agrega.
Hasta que llegó el 2015. Ese año, la difícil situación económica que atravesaba le impedía seguir con esa labor. Si bien los regalos eran donados, Julio se encargaba del transporte, de la logística y de implementar todo lo necesario para su show. En la vida real, el Papá Noel peruano es diseñador gráfico y todo lo que gana es a punta de esfuerzo. Fuera del trabajo social que realiza, nadie le regala nada.
Un nuevo comienzoTres años después, Julio Arroyo ha vuelto a vestirse de Papá Noel. Como parte de la campaña ‘Regalos que importa’, del Jockey Plaza, llegó a Villa María del Triunfo con todo un arsenal de alegría. Más de cien niños vivieron la magia de la Navidad y recibieron regalos, útiles escolares y herramientas de arte.
De niño, las navidades de Julio no eran abundantes, pero tampoco escaseaba lo necesario. En la cena había pavo y, al pie del árbol, siempre reposaban regalos. El más memorable que recibió fue un carro a control remoto de Meteoro. Confiesa que creyó en la existencia de Papé Noel hasta pasados los doce años y, por eso, dice que le gusta cultivar en los más pequeños “esa bonita ilusión que vivía”.
Julio no esperaba volver a tener esa oportunidad, pero aclara que lo que hace es sin ánimo de lucro. “Cuando me hicieron la propuesta hace unos meses, acepté encantando. Lo tomé como una señal para retomar algo que realmente me gusta”, reflexiona. El Papá Noel peruano espera ponerse la barba blanca y su disfraz los años que vienen. “Para cualquiera que me lo pida, siempre voy a estar dispuesto a ayudar”, finaliza.