Acaso el primer recuerdo que el peruano tenga de Susana Higuchi, fallecida hoy a los 71 años, sea el del lunes posterior a la Semana Santa de 1990. Aquel día la prensa aguardaba a su esposo, el entonces candidato Alberto Fujimori, para la anunciada presentación de su plan de gobierno. Sus opositores, el FREDEMO de Mario Vargas Llosa, aseguraban que el ingeniero carecía de uno y que ello era una muestra más de su improvisación. Ese era el día escogido por los Fujimori para desmentirlo. Había expectación en el ambiente.
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Pero a la hora señalada no llegó Alberto sino Susana. Avanzó entre los hombres de prensa, vestida de celeste y con una chompa blanca sobre los hombros, se sentó en la mesa y delante de los flashes excusó la ausencia de su marido. Fujimori no llegaría y, por tanto, no presentaría su plan de gobierno por encontrarse indispuesto debido a una intoxicación con el bacalao de Semana Santa. El FREDEMO se relamía con lo sucedido aunque fue una victoria pírrica. La improvisación de su contrincante había quedado más que demostrada pero eso importó poco el día de las ánforas.
Susana Shizuko Higuchi Miyagawa (Lima, 1950) ingresó a Palacio de Gobierno de la mano de su esposo, el nuevo presidente de la República, en julio de 1990. Antes, y presionada por la prensa, lo había descrito como una persona de carácter complejo, como mínimo. “Si quieres, es autoritario, pero con lógica. Primero te enamora, te convence. Lo hace con sensibilidad, entonces ya no lo sientes como imposición o prepotencia. Te ablanda la mente y luego el corazón, entonces qué te queda”, le dijo a El País. En los próximos meses posiblemente cambiaría de opinión.
Un 24 de marzo de 1992 el país se conmocionaría con una denuncia salida del corazón mismo de Palacio. Higuchi, en su papel de primera dama, denunciaba a sus parientes políticos, los hermanos del presidente, de traficar con la ropa usada que recibían como caridad. “Reciben donaciones de Japón, de ropa, la esposa de Santiago Fujimori. Se cogen los mejor para ellas y reparten estropajos utilizando mi nombre. Eso sí me indigna”. La batahola que tal bomba ocasionó quedó sepultada poco después con el autogolpe del 5 de abril de 1992.
Lo que sucedió en los años siguientes de su caída en desgracia hasta ahora se debate, entre las excusas y los desmentidos posteriores de sus hijos. Lo concreto es que Higuchi relató al Congreso en los años 2000 y 2001 haber recibido todo tipo de malos tratos, abuso psicológico y hasta físico, tanto en Palacio como en la sede del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN), todo con la presunta venia de su esposo, por haberse opuesto a él.
A los peruanos les consta las peleas de la pareja porque la prensa las cubría como si se tratara de un culebrón de Chollywood. Higuchi abandonó Palacio de Gobierno un 3 de agosto de 1994, como protesta por la ley que le impedía postular a la presidencia de la República. El hecho fue tan sonado que el mandatario tuvo que dar explicaciones sobre ello. “Espero poder hablar con ella, que vuelva la armonía familiar y podamos arreglar esta incómoda situación que está creando confusión en el país, dando una mala imagen en el exterior”, dijo en una entrevista de TV. Siete días después Higuchi volvió a Palacio pero solo para ver a sus hijos y rezar el rosario de los martes.
El 14 de agosto de 1994, otra noticia bomba estalló al interior de la sede de gobierno. Higuchi le confesó a un reportero de Frecuencia Latina estar secuestrada en la casa de Pizarro por orden de su esposo, y que incluso había mandado colocar cadenas para impedirle la salida. La respuesta de Fujimori llegó diez días después. Anunció a todo el país la destitución de su esposa del cargo de Primera Dama, función que cumpliría luego su hija, Keiko Fujimori.
Un mes después, Susana Higuchi no era más bienvenida en la residencia. Se terminaba la sociedad con su esposo y una aventura por el poder que ella misma financió, con la venta de terrenos. El flash electoral de 1990 le robó a su esposo, declaró en una oportunidad. Lo cambió por completo. Para setiembre, Higuchi anunciaba la creación de un partido para competir contra Alberto. “Le dará una pataleta”, dijo. Por culpa de la llamada “ley Susana” no pudo participar en carrera.
En junio de 1995 Fujimori presentó una demanda de divorcio alegando injuria grave. En noviembre de ese mismo año, el divorcio le fue concedido. //