La música empieza y la electricidad comienza a recorrerle el cuerpo. Thais Fernández Arenas (25), la máxima representante que tiene el Perú en gimnasia aeróbica, y una de las mejores del mundo, siente al moverse fuerza. Poder. Pero también una necesidad imperiosa de conectar con quien la ve interpretando con su cuerpo una canción. A veces es el público; otras, los jueces. Acaba de volver de Japón, del Suzuki World Cup 2023, donde se ha colocado entre las siete más duchas de su categoría en el planeta y eso la tiene brincando más allá de la cuenta. Sobre todo porque pudo conseguirlo muy poco después de superar una de las peores experiencias de su vida.
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“Iba a competir en marzo en una copa en Portugal, para la que me preparé todo el verano. Pero, una noche antes de subir al avión, empecé a sentirme realmente mal. Náuseas, vómitos interminables y un vértigo intenso me obligaron a llamar una ambulancia. Los paramédicos me prescribieron entonces unos medicamentos que me iban a adormilar, pero me dejaron una duda mortal: ‘puede que te levantes mejor, y puede que no’”, recuerda Thais con pesar. “Volví a casa y seguía fatal, por lo que fui hasta emergencias. El diagnóstico fue neuritis vestibular, una inflamación de un nervio dentro del oído que se encarga de controlar el balance y el equilibrio”, revela la campeona sudamericana y panamericana de 25 años.
Ella, acostumbrada a competir adolorida, lesionada y hasta con huesos rotos, se fue para abajo cuando se dio cuenta de que no podría viajar. Vamos, ni siquiera era capaz de bajar las escaleras de casa. “Solo debía estar echada en mi cama. Si miraba a los lados, me mareaba horrible. El dolor de cabeza, ya no me quiero acordar… Pero más allá de lo físico, era lo anímico. Dejaba a compañeras de mi equipo en el aire. Aunque eso se solucionó, mi compromiso con este deporte es tal que era inaudito lo que vivía. Me prometí que, para Japón, que pasó recién a fines de abril, iba a estar mejor”.
Lo cierto es que los vértigos no se fueron del todo cuando, semanas después, ella retomó los entrenamientos para asistir al segundo campeonato más importante después del mundial. “Si tengo que decir la verdad, fui a practicar a veces mareada, aunque consciente de parar si el asunto se ponía peor. Solo diez días antes de partir, comencé a mejorar. Fue un alivio porque temía que eso no iba a suceder”, comenta. Viaja, pues, y ocurre la magia. Queda entre las mejores ocho competidoras que existen.
Hoy Thais descansa. Pronto arrancará su entrenamiento para ir a Bulgaria y Rumania y así repetir las medallas de oro en las copas sudamericanas y panamericanas de Montevideo y Lima, respectivamente. Mientras, sigue dictando clases a niñas en el club Jumping Jack, al cual ha pertenecido desde pequeña. “No existe un límite de edad en la gimnasia aeróbica, así que yo voy a competir hasta que no pueda más. Quiero entrar en finales con las mejores. No descansaré, además, porque este deporte sea más conocido en nuestro país. Así que hay mucho trabajo por hacer”. //
Nacida con la explosión del fitness durante las décadas de 1970 y 1980, la gimnasia aeróbica fusiona las principales secuencias de ejercicios aeróbicos con movimientos de brazos, elementos de dificultad de gimnasia, transiciones originales y creativas, saltos y levantamientos. Las rutinas se inspiran en música, que la deportista interpreta a través de movimientos del cuerpo. Este no es un deporte de competencia dentro de las olimpiadas, quizá por ello no sea popular en el Perú todavía. Sin embargo, hay dos clubes relevantes que fomentan su práctica en la capital: Jumping Jack y el Regatas Lima.