Ramiro Llona responde de forma inmediata cuando se le pregunta qué artista joven está dominando la escena de la pintura en el Perú. “De su generación, Wynnie Mynerva es el primer nombre que se me viene a la cabeza. Hay personas a las que sus imágenes les cuestan trabajo, pero otras de frente interpretan su talento. Ella va en la dirección correcta: un arte que busca ser complaciente dura lo que dura la moda. El suyo exige, reta y demanda una entrega por parte del público”.
El afamado pintor no es el único que admira la obra de esta limeña de 30 años, egresada de la Escuela Nacional de Bellas Artes, hija orgullosa de una trabajadora del hogar y un mototaxista. Su trabajo, expuesto ya en Estados Unidos, España, Brasil y próximamente en el Reino Unido, tiene a su vez fascinado al fotógrafo Mario Testino, quien varias veces ha visitado su taller en Villa El Salvador para comprarle piezas.
Se podría decir que es casi un ‘mentor’ para ella, respecto del rumbo que puede darle a su carrera fuera del país, donde empieza a ser cada vez más conocida. “No puedo estar más que agradecida con ambos”, dice Wynnie con una sonrisa tan grande como sus obras, usualmente expuestas en grandes murales. La temática que aborda ella, a la que se refiere Llona, es fuerte, intensa, aguda; y se vincula a la sexualidad, el erotismo, la pornografía, la construcción del deseo y, últimamente, también del género.
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“Eso me da pie para hablar de las libertades personales. Por eso busco desmoldar la moral y la mentalidad conservadora”, indica. Junto a la artista María Abaddon, Wynnie Mynerva expone en San Isidro la muestra Paradiso. “Siendo un hombre trans, y yo, una persona de género no binario, decidimos armar una exposición que se centre en las nuevas sexualidades. Queremos evidenciar cómo modificamos y concebimos nuestros cuerpos. Tenemos este interés generacional de romper con lo femenino y masculino y abrir nuevas posibilidades. Presentamos sexualidades que podrían parecer aterradoras, como un paraíso imponente y magno”, acota. La artista cuenta que creció en un barrio lleno de violencia, por lo que recuerda haber reprimido y escondido su cuerpo y sexualidad en la adolescencia. Hoy busca librarse de esa ataduras.
TRAZOS DE VIDA
Wynnie ha vivido siempre en Villa El Salvador. Hoy, a cinco cuadras de su padre, Antonio, y de su madre, Blanca. “Están orgullosos de lo que hago, pero yo les doy el mérito a ellos por apoyarme. Ambos han trabajado su forma de pensar para ser más libres y se los agradezco”, afirma Wynnie, quien empezó a dibujar a los 5 años en el colegio. Allí ganó, año tras año, los juegos florales. “Opté por estudiar Historia del Arte en San Marcos. Al tercer año abandoné la carrera tras probar un taller de pintura en Bellas Artes. Postulé sin decirle a nadie, me iba solita a El Olivar a practicar mis trazos para el examen de admisión. Finalmente entré y después se los conté”, señala.
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Fue en esta institución donde descubrió la temática que la mueve. En octubre viajará a Londres a pintar en la inauguración de una sala nueva, de propiedad de un millonario. “Hay que partir de que mucha gente que gusta del arte tiene recursos. Y sí a veces me piden trabajos, como el de Londres. Pero yo juego aquí a ser Robin Hood. Ese dinero me permite hacer las muestras que no me dan dinero. Paradiso es gratis y cara en cuanto a su instalación. Yo uso escalas grandes, invierto mucho en óleos. Entonces empleo ese dinero en ofrecerle al público una gran experiencia, no para que se lleven cuadros a casa. Eso me interesa porque nací en un lugar donde el arte no es para todos. Si se van a llevar algo, que sean sentimientos y sensaciones. Nada más”.
Paradiso, la exposición bipersonal de Wynnie Mynerva y María Abaddon, puede verse gracias a la plataforma itinerante Proyecto AMIL en Camino Real 390, San Isidro (sótano). El trabajo de la artista también está en Instagram (@wynniemynerva_).
“Me asombra mucho su sensibilidad, de gran nivel”
Wynnie Mynerva es una talentosa pintora dispuesta a tomar riesgos. Puede haber sectores muy conservadores que no sean capaces de entender su trabajo o que, incluso, sientan rechazo, pero el día que yo fui a ver su muestra Paradiso, el sitio estaba lleno de gente que la miraba con muchísima atención. Lo primero no tiene que preocuparle porque ella es de otro tamaño, Lima ya le queda pequeña. Yo, de hecho, quiero regresar a la exposición –en la que, además, está la obra de la artista María Abaddon–, como cuando uno desea releer una novela. Me asombra mucho su sensibilidad, tan contemporánea, de gran nivel. Tiene una ambición pictórica enorme. Su trabajo puede estar en cualquier ciudad del mundo.
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