La gran atleta peruana Inés Méchor, que este domingo celebrará por primera vez el Día de la Madre, responde al Test de Proust.
Nunca me voy a olvidar la primera vez que gané una competencia de atletismo de 5 km, a los 13 años, cuando aún nadie confiaba en mí. Eso me incentivó a seguir practicando ese deporte y me dio más confianza.
La felicidad perfecta es sentirme bien conmigo misma, satisfecha, completa. El hecho de lograr una meta es una felicidad incomparable. En una segunda etapa, convertirme en mamá es algo nuevo y hermoso.
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El rasgo que más me define es la perseverancia. Soy luchadora en todo lo que hago. También soy tímida, he tratado de cambiar ese aspecto, pero es complicado. Muchas veces eso lo interpretan como creída, algo que no soy.
Mi mayor extravagancia es ser exageradamente dormilona. Antes de un paseo, fiesta, salida con amigas, prefiero quedarme en casa durmiendo. Por eso me dicen que soy aburrida y rara, pero es una manía que adquirí desde que empecé a entrenar atletismo.
El gran amor de mi vida en estos momentos es mi hijo Leonardo. Haberme convertido en madre era uno de mis sueños, desde muy joven. Solo esperaba el momento adecuado.
Para mí, cada logro tiene su propia historia, detrás de cada uno hubo mucho sacrificio. Entre los más importantes está la primera vez que clasifiqué a unos Juegos Olímpicos, en el 2012. Sabía que era un objetivo difícil, pero no imposible, así que dejé de hacer todo lo que estaba haciendo ese año: mis prácticas preprofesionales de la universidad, y me alejé de mi familia.
Me encantaría saber cantar, por lo menos un poco... La verdad, soy muy mala. Muchas veces lo he intentado y nada.
Recuerdo cuando de niña me gustaba jugar ligas, saltar soga, los 7 pecados. Con mis compañeras de la escuela era muy inquieta y traviesa. Siempre he sido tímida, pero una vez que cogía confianza era muy amiguera. Al pasar los años me empezó a gustar el fútbol y jugaba con mis hermanos. Fue así que llegué al deporte.
Mi placer culposo es la comida. Me encantan los postres. Sé que por el deporte que practico no debo exagerar, pero cuando estoy fuera de competencia me doy mi gusto de comer un poquito más. Después me siento mal y hago más ejercicio.
La pandemia nos ha ayudado a conocernos mejor en familia, a tolerarnos y apoyarnos, a tomar consciencia de que lo más importante es la libertad y la vida. Nuestra vida es prestada. Debemos actuar bien para nunca arrepentirnos.
Mi mejor plan de sábado por la noche es quedarme en casa, en la cama, viendo una película, y dormir, que es lo más lindo en esta vida. Aunque ahora no duermo nada porque acaba de nacer mi bebé y los primeros días es complicado, pero eso no me importa. Con tal de que él esté a mi lado, soy feliz.
Nunca conocí a mi abuelito Teófilo, pero me identifico mucho con él. Dicen que fue una de las personas más buenas y solidarias. Yo trato de ser así porque uno no sabe en qué momento puede necesitar de su prójimo y lo que se siembra se cosecha. //