El avance de la tecnología y su integración en la vida cotidiana es un fenómeno que lleva varios años ocurriendo cada vez a una edad más temprana. No obstante, la pandemia del COVID-19 terminó por acelerar este proceso hasta alcanzar a los más pequeños del hogar.
El estudio “hábitos digitales en las familias” de Kaspersky reveló que los menores entre 6 a 9 años de edad reciben su primer dispositivo electrónico a esta edad, exponiéndolos a los muchos usos de Internet, pero también a sus peligros. Ante esta alarmante realidad, Sol Gonzalez, investigadora de seguridad de ESET Latinoamérica, comentó a El Comercio que “en general, es recomendable darle un equipo a un menor cuando tenga una necesidad real de comunicación con su familia como cuando se empieza a desplazar sin la compañía de un adulto”, haciendo hincapié en que la educación del menor también será un factor determinante para elegir el momento idóneo en el que darle acceso a la tecnología y, sobre todo, a Internet.
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¿Qué pueden hacer los padres para proteger a sus niños?
Los peligros que acechan a los menores de edad en Internet son muchos y, lo que es peor, cada vez se vuelven más sofisticados con el empleo de tecnología avanzada. Carolina Mojica, gerente de productos para el consumidor (regiones SOLA y NOLA) en Kaspersky, nos indicó que la educación de los niños en el ciberespacio es en realidad una tarea compartida entre padres, escuelas y el Estado, siendo los primeros los que más responsabilidad tienen en el proceso.
“La responsabilidad principal recae en el hogar, son los padres y familiares que deben dar el ejemplo de cómo usar los dispositivos conectados de forma saludable. Dentro de la familia se deben establecer reglas claras, por ejemplo el no usar dispositivos durante el almuerzo o limitar el uso a un par de horas diarias, entre otros”, dijo Mojica.
Gonzalez mencionó a este Diario que la tarea de los padres es notar los cambios de conducta o de humor en su menor hijo ya que estos son claros indicadores de que algo puede haber ocurrido o estar ocurriendo con su experiencia en el ciberespacio. “Es importante notar si el niño y/o niña presenta signos de ansiedad o nerviosismo a la hora de utilizar dispositivos, por ejemplo muchas ciberacosadores amenazan a los niños en el caso de no contestar mensajes, por ende esto puede incidir directamente en el humor del menor”, expresó la especialista.
La experta mencionó que, afortunadamente, herramientas tecnológicas como el control parental ayudan a los adultos responsables de los menores a reconocer situaciones de riesgo para éste, incluso pudiendo restringir contenidos con los que no quiere que el niño interactúe o usuarios que resulten perjudiciales para él.
Además, Mojica señaló que los padres deben guiar a sus pequeños con el ejemplo ya que es la dependencia que se genera a los dispositivos electrónicos como los celulares y las computadoras que se pueden llegar a suscitar los casos antes mencionados y, sobre todo, la falta de atención del padre puede causar que el infante no desee expresar lo que está viviendo.
“Hay que estar estar pendiente de lo que hacen nuestros hijos en línea, qué páginas visita, qué juegos disfruta o qué temas despiertan su interés. Es importante tener reglas sobre el tiempo en que pueden usar sus aparatos, en qué momentos no es adecuado usarlos, qué páginas pueden visitar y cuáles no. A medida que los niños vayan creciendo estas reglas pueden ser modificadas de acuerdo al caso”, apuntó la experta.
Como consejos específicos, Mojica compartió que la comunicación sobre los potenciales peligros en línea pueden salvar a más de un menor de una situación de peligro. Animarlos a compartir lo que experimentan en Internet o las redes sociales, incluyendo aquellas cosas que los pueden incomodar como el acoso, el grooming o el sexting, solo se podrá realizar con un fuerte vínculo entre padre e hijo: mentor y usuario.
El monitorear lo que los menores hacen en sus dispositivos electrónicos, ya sea manualmente o mediante un software de control parental, también ayudarán a encaminar correctamente al niño o adolescente. Pero, no solo basta con restringir, sino que además hay que explicar las razones detrás de estas medidas y las situaciones que se pueden evitar gracias a ellas al menor.
El hostigamiento de un grupo a una víctima no solo se limita al campo físico, sino también al digital. Aprovechando la tecnología, los acosadores tienen herramientas con más alcance para enviar sus mensajes de odio y hasta material audiovisual como videos o imágenes con la intención de seguir molestando al afectado. Una cifra de la Organización Mundial de las Naciones Unidas y Fundación Telefónica menciona que el 55% de jóvenes latinoamericanos han sido víctimas de ciberbullying.
Este término comprende a todas las formas en las que los ciberdelincuentes pueden abusar sexualmente de menores de edad apoyados por la tecnología y que, además, son difundidas a través de Internet.
Contempla a todos los actos de índole sexual que están enfocados a explotar sexualmente a niños, niñas y adolescentes por medio de Internet. Por ejemplo, la difusión de imágenes o material audiovisual que registran la explotación del menor para su compra y venta en línea.
Para bien o para mal, los filtros que tiene Internet son pocos y esto puede llegar a afectar directamente al niño ya que puede estar expuesto a imágenes, audios o videos con contenido sexual, violento o enfocado a generar odio, todo perjudicial para su correcto desarrollo y condición emocional.
Cuando un adulto utiliza diversas estrategias para ganarse la confianza y cariño de un menor de edad a través del ciberespacio con la intención de abusarlo o explotarlo posteriormente, esto es denominado grooming. Generalmente, el delincuente se hace pasar por otro niño para acercarse a la víctima.
Existen dos variantes: en la primera, el abusador y el menor no tuvieron fase previa de relación pero este logró acceder a su material sexual para extorsionarlo. En la segunda, el criminal genera un vínculo de relación previo con la víctima para que este le de acceso a contenido sexual que puede usarse para chantaje.
Mediante el uso de software y tecnologías cada vez más avanzadas, los delincuentes pueden generar una imagen o video que represente a un menor de edad participando en actividades de índole sexual o de forma sexualizada, con una sensación de realismo preocupante.
Usando Internet, el delincuente publica datos personales o de carácter sensible de su víctima. Esto se suscita con más frecuencia en redes sociales.
Traducido como ‘paliza feliz’, se refiere a una forma de ciberbullying en la que los acosadores publican fotos o videos golpeando a la víctima en Internet con la intención de hacer mofa de este hecho y seguir molestándolo.
El envío de mensajes y/o material audiovisual de índole sexual a través de aplicaciones de mensajería, correo electrónico o redes sociales es denominado sexting. Esto es también contemplado dentro del acoso sexual en línea ya que un menor de edad puede enviar estos archivos por presión de sus amistades o pareja, quienes pueden distribuir luego el contenido sin su autorización.
La ‘sextorsión’ consiste en el chantaje hacia un menor de edad por parte de alguien que posee material sexual de este. Usando dicho contenido, el infante es extorsionado con la difusión sin consentimiento de las imágenes o videos para mantener ese vínculo de explotación sexual entre el delincuente y su víctima.
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