A diferencia de la lucha contra las bacterias -contra las que se han desarrollado múltiples antibióticos- la ciencia no ha sabido, o no ha podido (con notables excepciones que veremos en un momento) desarrollar medicamentos antivirales que ayuden a curar o prevenir enfermedades causadas por virus. El anuncio del 1 de octubre -que de comprobarse sería el primer medicamento antiviral por vía oral contra el nuevo coronavirus- nos da oportunidad de revisar este importante campo de la medicina.
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Diferencia entre virus y bacteria
Sin duda uno de los temas de conocimiento científico básico que nos ha dejado la pandemia, es que mucha gente conoce ahora la diferencia entre un virus y una bacteria. Los virus no son seres vivos, pues no nacen, no crecen ni mueren, solo se reproducen. Las bacterias por su parte, si son seres vivos, por lo que nacen, crecen, se reproducen y mueren.
Por eso los antibióticos, al interferir con las funciones biológicas del ser vivo, solo actúan contra las bacterias, y su desarrollo ha sido considerado uno de los adelantos más grandes de la medicina. Infecciones bacterianas que hace cien años acababan con la vida de millones de personas en el mundo, ahora son fácilmente curables con antibióticos. Sin embargo, a pesar de existir decenas de infecciones causadas por virus, no se ha tenido el mismo adelanto con el descubrimiento de antivirales.
Las excepciones
En los últimos años, se han desarrollado antivirales que han logrado hacer mella en la historia natural de enfermedades tan importantes como la infección por el virus de inmunodeficiencia humana VIH y el de la hepatitis C.
Dichos avances han logrado que en la actualidad, las personas infectadas con el VIH y que empiecen y cumplan su esquema de tratamiento con medicamentos antiretrovirales, tengan -aunque con cierta menor calidad- una expectativa de vida similar a la de una persona no infectada. Existen siete tipos de medicamentos contra el VIH según la forma en que combaten el virus, los que incluyen inhibidores nucleósidos de la trannoscriptasa inversa (NRTI), inhibidores de la trannoscriptasa inversa no nucleósidos (NNRTI), inhibidores de proteasa (IP), inhibidores de fusión, antagonistas de CCR5, inhibidores posteriores a la unión, e inhibidores de la transferencia de la cadena de integrasa (INSTI).
Otra enfermedad que se trata con medicamentos antivirales es la hepatitis C, que hasta hace unos años, era indefectiblemente fatal. En la actualidad existen antivirales de acción directa (DAA), que han logrado eliminar la infección en más del 90% de las personas. Algunos de esos medicamentos, que se usan solos, o en combinación, incluyen simeprevir, sofosbuvir, ledipasvir, ombitasvir, paritaprevir, ritonavir, dasabuvir, velpatasvir, voxilaprevir, glecaprevir, pibrentasvir, y ribavarina.
“Si se confirman los resultados […] el molnupiravir sería la primera píldora antiviral contra el SARS-CoV-2”
Antivirales orales contra COVID-19
El primero de octubre, el laboratorio estadounidense Merck (MSD), junto con Ridgeback Biotherapeutics, anunciaron en un comunicado, que su píldora experimental molnupiravir redujo en la mitad la probabilidad de hospitalización y muerte por COVID-19 en personas recientemente infectadas con el nuevo coronavirus, por lo que pronto solicitaría a los funcionarios de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) que autoricen su uso de emergencia.
De confirmarse los resultados del comunicado de prensa en publicaciones científicas revisadas por pares, el molnupiravir sería la primera píldora antiviral contra el SARS-CoV-2, aunque hay dos más en desarrollo por los laboratorios Pfizer y Roche.
El medicamento actúa provocando una situación biológica llamada catástrofe de errores en el genoma del SARS-CoV-2, la cual consiste en causar tal cantidad de errores genéticos o mutaciones en el virus, que le impide replicarse de un modo efectivo, con lo cual la infección no se produce.
Según el comunicado, un estudio de fase 3, doble ciego y aleatorio en 1.550 voluntarios de América Latina, Europa, África y Estados Unidos, en el que se estaba enfrentando el molnupiravir contra un placebo, tuvo que ser interrumpido precozmente por el beneficio que demostró el molnupiravir.
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Los voluntarios fueron pacientes con COVID-19 leve a moderado confirmado por prueba de laboratorio, con inicio de síntomas dentro de los 5 días posteriores al sorteo, y con por lo menos una de las siguientes condiciones, obesidad, edad mayor de 60 años, diabetes mellitus y enfermedades cardíacas, características consideradas como factor de riesgo para complicarse por esta enfermedad.
El análisis de los datos de los primeros 775 voluntarios, reveló que el molnupiravir redujo el riesgo de hospitalización o muerte en aproximadamente un 50%, habiéndose encontrado que hasta el día 29, no se informaron muertes en pacientes que recibieron molnupiravir, en comparación con 8 muertes en los pacientes que recibieron el placebo. El molnupiravir demostró una eficacia constante contra las variantes gamma, delta y mu.
La incidencia de efectos secundarios fue comparable en los grupos de molnupiravir y placebo, e interesantemente, el 1,3% de los voluntarios tuvo que interrumpir el estudio por un efecto adverso, comparado con el 3,4% de los que usaron el placebo.
Aunque la empresa no ha anunciado precios, el diario “The New York Times” publicó que el costo sería de 700 dólares por paciente, que se sobreentiende sería por el curso de tratamiento de cinco días en Estados Unidos. El comunicado de las farmacéuticas aclara que para otros países, se planea implementar un sistema de precios escalonados basado en los criterios del Banco Mundial para medir los ingresos de los países de acuerdo con su poder adquisitivo.
En resumen, se espera la publicación de los estudios científicos revisados por pares y la evaluación de la FDA para que se disponga de una nueva arma en la lucha contra la pandemia, que se postula podría ser usada eventualmente a la primera sospecha de contagio, cambiándose de este modo el paradigma del tratamiento de la enfermedad.
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