Uno de los conocimientos más importantes en el control de la pandemia ha sido el reconocimiento –aunque lento– de que la principal ruta de contagio del nuevo coronavirus (SARS-CoV-2) son los aerosoles que pasan de persona a persona a través de la vía respiratoria.
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Costó meses de terca insistencia convencer a la comunidad científica de que el virus se contagiaba más por aerosoles que por gotas gruesas, y que esos aerosoles podían quedar suspendidos en el aire de las habitaciones cerradas y sin ventilación. Eso en ciencia se llama cambio de paradigma e implica la modificación de las políticas de salud.
Es muy importante entender que la promulgación de políticas de salud, entendidas como regulaciones y disposiciones que afectan a la población y que son elaboradas por los decisores de salud (entiéndase por políticos e incluye al ministro de Salud), debe ser guiada por evidencias científicas sólidas.
Si se acepta que las gotas gruesas son la principal ruta de contagio del virus, entonces las políticas de prevención enfatizarán que basta cubrirse la nariz y la boca con cualquier tipo de mascarilla (incluyendo tela), y que se priorice la limpieza profunda y repetida de superficies en las que esas gotas gruesas puedan haberse quedado.
Por otro lado, si se acepta que los aerosoles son la principal ruta de contagio, las políticas de salud estarán encaminadas a promover el uso de mascarillas de alta eficiencia de filtración, regular el aforo de personas en lugares cerrados y promover la ventilación de espacios.
“La transferencia de evidencia científica para crear políticas de salud no ha sido la más fluida durante la pandemia”.
–Políticas de salud–
La semana pasada, la Organización Mundial de la Salud (OMS) llevó a cabo su primera cumbre global sobre evidencia y política de salud (E2P) cumbre global sobre evidencias y políticas de salud (E2P). En ella, líderes políticos, ministros de Salud y especialistas en políticas de salud coincidieron en que una de las lecciones que debemos sacar de la presente pandemia es que los decisores de salud cuenten de manera rápida con información basada en ciencia y evidencia. En ese sentido, los expositores coincidieron en que, por diversas razones, la transferencia de evidencia científica para crear políticas de salud no ha sido la más fluida durante la pandemia.
–Las superficies–
La semana pasada, investigadores del Instituto Nacional de Salud (INS) prepublicaron un importante estudio. Ideado en mayo del 2020, fue conducido entre noviembre y diciembre del mismo año en los distritos de San Martín de Porres, Villa El Salvador y San Juan de Lurigancho. En él se analizaron 2.055 muestras de superficies para buscar con una prueba de PCR (similar a la de un hisopado) la presencia del SARS-CoV-2.
Del total de las muestras, 960 fueron de alimentos propensos a ser tocados por el público, el resto (1.095 muestras) consistió en superficies en mercados, supermercados, bancos y vehículos de transporte público.
Los resultados indicaron que, de las 2.055 muestras procesadas, solo una fue positiva para el SARS-CoV-2: el botón de un cajero automático en San Martín de Porres. Ese único virus aislado fue inoculado en cultivo celular Vero-81 para determinar su viabilidad y se encontró que era un virus incapaz de replicarse, por lo que fue considerado no infeccioso.
En resumen, el importante estudio del INS no identificó el nuevo coronavirus en más de 2.000 superficies de objetos y alimentos; por lo tanto, el pánico del público al contagio a través de las superficies –que llevó a desinfectar alimentos, bolsas plásticas y cajas del mercado, y a dejarse rociar por alcohol en la ropa– no tiene fundamento científico.
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–Retraso burocrático–
El punto es –según reveló una de las investigadoras a este columnista en una entrevista radial– que las 2.055 muestras recogidas en noviembre y diciembre del 2020 fueron procesadas aproximadamente en dos meses, por lo que en marzo de este año ya se sabía que cero muestras fueron positivas.
La pregunta es: ¿por qué esperaron casi nueve meses en dar a conocer los resultados de tan importante investigación? En otras palabras, por qué los decisores de políticas de salud no fueron informados con anterioridad de esa evidencia científica, o si lo fueron, por qué no actuaron.
Es probable que esa valiosa información hubiera guiado la política pública de salud, desalentando la desinfección de calles y mercados, el rociado de alcohol en las vestimentas y los innecesarios pediluvios, que recién fueron desalentados por el Ministerio de Salud (Minsa) en la última semana de octubre.
En una reciente publicación de la OMS, se describen cuatro métodos para transferir la evidencia científica a los decisores de salud: presentaciones formales en reuniones, comunicación directa con decisores a través de informes de política de salud, métodos de comunicación tradicional (boletines y correos electrónicos) y comunicación con grupos de interés o redes de información. Al parecer, ninguna fue usada para transferir la evidencia a los decisores, lo que impidió que estos hallazgos pudieran guiar una oportuna política de salud, basada en ciencia y evidencia.
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