La reciente sentencia de la Corte Suprema del Perú, exhortando al Poder Ejecutivo a modificar el reglamento de la Ley de Promoción de la Alimentación Saludable para Niños, Niñas y Adolescentes (30021), nos muestra una faceta más de la vieja y universal batalla entre la salud pública y las industrias.
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Esta semana, veremos algunos ejemplos de esa eterna lucha entre salud pública y la industria.
—La sentencia—
Este es el resultado de acciones populares iniciadas en el 2017 por el Colegio Médico del Perú, el Colegio de Nutricionistas y el Ministerio Público, para que el Poder Judicial modifique las disposiciones adoptadas por el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski, que yendo en contra de la ley adoptó parámetros mucho más tolerantes a favor de la industria de alimentos procesados y excluyó de los alcances de la ley y de las advertencias a las fórmulas para bebes o productos sucedáneos de la leche materna.
La Corte Suprema, recogiendo el pedido de las acciones populares, ha corregido esos atropellos a la ley. Ahora, el Poder Ejecutivo tiene seis meses para obedecer la sentencia del tribunal.
Este es, aparentemente, el episodio final de un larguísimo proceso de lucha entre los intereses de la industria de alimentos procesados, ultraprocesados y bebidas azucaradas y la salud pública, iniciados en la primera década de este siglo, y que llevaron a que, en mayo del 2013, se promulgara la Ley de Promoción de la Alimentación Saludable para Niños, Niñas y Adolescentes.
El reglamento de la ley fue recién publicado en junio del 2017, y fue muy criticado por no adoptar los entonces recientemente publicados y exigentes criterios de contenidos de grasas, sal y azúcar de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Debido a maniobras legales y de cabildeo de la industria, ha tomado entonces más de ocho años lograr que se cumpla la ley.
“La Corte Suprema ha corregido esos atropellos a la ley. Ahora el Ejecutivo tiene seis meses para obedecer”.
—El cólera en Londres—
En 1854, el cólera atacaba violentamente la ciudad de Londres y más de 700 personas murieron en menos de una semana en el barrio del Soho.
El doctor John Snow, un médico de barrio que perdió muchos pacientes, tuvo una iluminación: empezó a poner alfileres rojos por cada víctima en un mapa de la ciudad y descubrió que los muertos vivían en la zona de la ciudad que recibía agua de la compañía Southwark and Vauxhall Waterworks Company, una de las dos poderosísimas compañías de distribución de agua de la ciudad.
Sin mayor evidencia que su mapa –en esa época no se había descubierto todavía la bacteria que causa el cólera–, el Dr. Snow le pidió al alcalde de Londres que cerrase la compañía de agua. Obviamente, la industria argumentó que eso iba a producir enormes pérdidas económicas y trató de desprestigiarlo tildándolo de loco, fanático e ignorante.
Felizmente, el Dr. Snow logró convencer al alcalde de la ciudad, quien en un acto de valentía increíble, cerró la compañía Southwark, con lo que la epidemia se detuvo.
Lo que sucedió es que esa compañía recogía el agua contaminada con heces del río Támesis y la distribuía en el barrio del Dr. Snow, pero obviamente, como en esa época no se sabía nada de bacterias ni infecciones, nadie le creyó a John Snow.
—La peste en Alemania—
En 1848, el gobierno de Prusia le pidió al Dr. Rudolf Virchow (padre de la patología) que estudie una grave epidemia de peste en la Alta Silesia. El Dr. Virchow estudió el problema y presentó su informe al gobernante, quien al recibirlo montó en cólera pues dijo que el había pedido un informe médico y no un informe sociológico.
¿Cuál había sido el problema con el informe del Dr. Virchow? Que el había concluido que para que la peste desaparezca de la ciudad, deberían mejorar las condiciones de vida, especialmente el hacinamiento de los trabajadores en las fábricas alemanas, en su mayoría polacos pobres y sin educación. Sugirió también que debían trabajar menos horas, dormir más tiempo y alimentarse mejor, y que deberían tener agua limpia y sistemas de alcantarillado. Las sugerencias fueron rechazadas porque esos cambios iban a ser muy caros para la industria y el estado.
—La industria del tabaco—
Esta confrontación es mucho más reciente y muchos de ustedes son testigos de las múltiples batallas que se han librado durante los últimos 60 años en el Perú y el mundo.
¿Recuerdan las batallas legales y políticas para tener un aire libre de humo en centros de trabajo y restaurantes? ¿Recuerdan las batallas para aumentar los impuestos al cigarrillo para que los niños no puedan comprarlos? ¿Recuerdan las luchas para regular las propagandas dirigidas a niños y adolescentes?
“La lucha entre la salud pública y la industria es un asunto muy antiguo”.
—Cinturones de seguridad y bolsas de aire—
Cuando el gobierno norteamericano dispuso que los fabricantes de automóviles incluyan cinturones de seguridad y bolsas de aire en cada vehículo que fabricaban, la poderosa industria de automóviles peleó con uñas y dientes para que eso no suceda.
Dijeron que era muy caro, que iban a subir los precios de los automóviles y que lo único que hacía falta para disminuir las muertes por choques de automóviles era la educación vial de los pilotos.
Felizmente la salud pública salió victoriosa y miles de vidas han sido salvadas desde que se implantaron esas medidas de seguridad.
—Corolario—
La lucha entre la salud pública y la industria es un asunto muy antiguo y en ella la industria tiene como método favorito el desprestigiar a los profesionales de salud pública, catalogándolos de locos, fanáticos, extremistas y contrarios al desarrollo económico del pueblo.
La industria usa los mismos métodos y argumentos, se defiende de la misma manera y es protegida siempre por el mismo tipo de políticos y organizaciones.
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