La evidencia inequívoca más antigua de marcha erguida en el linaje humano son las huellas descubiertas en Laetoli, Tanzania, en 1978, por la paleontóloga Mary Leakey, datadas en 3,7 millones de años.
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En 1976 se excavó parcialmente otro conjunto de misteriosas huellas en el cercano yacimiento A, pero se descartó la posibilidad de que fueran hechas por un oso. Una reciente reexcavación de las huellas del yacimiento A de Laetoli y un detallado análisis comparativo revelan que las huellas fueron hechas por un humano primitivo, un homínido bípedo, según un nuevo estudio publicado en la revista ‘Nature’.
“Dada la creciente evidencia de la diversidad locomotora y de especies en el registro fósil de los homínidos en los últimos 30 años, estas inusuales huellas merecían otra mirada”, dice la autora principal, Ellison McNutt, profesora adjunta de instrucción en el Heritage College of Osteopathic Medicine de la Universidad de Ohio, en Estados Unidos.
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Comenzó el trabajo como estudiante de posgrado en Ecología, Evolución, Medio Ambiente y Sociedad en el Dartmouth College, donde se centró en la biomecánica de la marcha en los primeros seres humanos y utilizó la anatomía comparada, incluida la de los osos, para entender cómo el hueso del talón entra en contacto con el suelo (una posición del pie llamada plantígrada).
A McNutt le fascinaron las huellas bípedas, es decir, de marcha erguida, del yacimiento A de Laetoli, famoso por su impresionante rastro de huellas de homínidos en los yacimientos G y S, que generalmente se aceptan como Australopithecus afarensis, la especie del famoso esqueleto parcial de “Lucy”. Pero como las huellas del yacimiento A eran tan diferentes, algunos investigadores pensaron que habían sido hechas por un oso joven que caminaba erguido sobre sus patas traseras.
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Para determinar el autor de las huellas del Sitio A, en junio de 2019, un equipo de investigación internacional dirigido por el coautor Charles Musiba, profesor asociado de antropología en la Universidad de Colorado Denver, fue a Laetoli, donde volvieron a excavar y limpiar completamente las cinco huellas consecutivas.
Identificaron pruebas de que las huellas fósiles fueron hechas por un homínido, incluyendo una gran impresión del talón y del dedo gordo del pie. Las huellas fueron medidas, fotografiadas y escaneadas en 3D.
Los investigadores compararon las huellas del yacimiento A de Laetoli con las de osos negros (‘Ursus americanus’), chimpancés (‘Pan troglodytes’) y humanos (‘Homo sapiens’).
Se asociaron con los coautores Ben y Phoebe Kilham, que dirigen el Kilham Bear Center, un centro de rescate y rehabilitación de osos negros en Lyme. Identificaron cuatro osos negros juveniles semisalvajes en el Centro, con pies de tamaño similar al de las huellas del Sitio A. Se atrajo a cada uno de los osos con jarabe de arce o salsa de manzana, para que se pusieran de pie y caminaran sobre sus dos patas traseras por una pista llena de barro para capturar sus huellas.
También se obtuvieron más de 50 horas de video sobre osos negros salvajes. Los osos caminaron en dos patas menos del 1% del tiempo total de observación, lo que hace improbable que un oso haya hecho las huellas en Laetoli, sobre todo porque no se encontraron huellas de este individuo caminando en cuatro patas.
“Cuando los osos caminan, dan pasos muy amplios, tambaleándose de un lado a otro -dice el autor principal, Jeremy DeSilva, profesor asociado de antropología en Dartmouth-. Son incapaces de caminar con una marcha similar a la de las huellas del Sitio A, ya que la musculatura de sus caderas y la forma de sus rodillas no permiten ese tipo de movimiento y equilibrio”.
Según los investigadores, los talones de los osos se estrechan y sus dedos y pies tienen forma de abanico, mientras que los pies de los primeros humanos son cuadrados y tienen un dedo gordo prominente. Sin embargo, las huellas del yacimiento A registran a un homínido cruzando una pierna sobre la otra al caminar, un modo de andar llamado “paso cruzado”.
“Aunque los humanos no suelen dar pasos cruzados, este movimiento puede producirse cuando uno intenta restablecer el equilibrio -afirma McNutt-. Las huellas del sitio A pueden haber sido el resultado de un homínido caminando por una zona que era una superficie desnivelada”.
Basándose en las huellas recogidas de chimpancés semisalvajes en el Santuario de Chimpancés de la Isla de Ngamba, en Uganda, y de dos jóvenes en cautividad en la Universidad de Stony Brook, el equipo descubrió que los chimpancés tienen los talones relativamente estrechos en comparación con la parte delantera del pie, un rasgo común a los osos. Sin embargo, las huellas de Laetoli, incluidas las del sitio A, tienen talones anchos en relación con la parte delantera del pie.
Las huellas del yacimiento A también contenían las impresiones de un gran hallux (dedo gordo del pie) y un segundo dígito más pequeño. La diferencia de tamaño entre ambos dedos era similar a la de los humanos y los chimpancés, pero no a la de los osos negros. Estos detalles demuestran aún más que las huellas fueron hechas probablemente por un homínido que se desplazaba sobre dos piernas.
Pero al comparar las huellas de Laetoli en el yacimiento A y las proporciones de los pies inferidas, la morfología y la probable forma de andar, los resultados revelan que las huellas del yacimiento A son distintas de las del ‘Australopithecus afarensis’ en los yacimientos G y S.
“Gracias a esta investigación, tenemos pruebas concluyentes de las huellas del yacimiento A de que hubo diferentes especies de homínidos que caminaban de forma bípeda en este paisaje, pero de diferentes maneras y con diferentes pies -explica DeSilva, que se centra en los orígenes y la evolución de la marcha humana-. Teníamos estas pruebas desde la década de 1970. Solo ha hecho falta el redescubrimiento de estas maravillosas huellas y un análisis más detallado para llegar hasta aquí”.
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