La crisis de la educación superior no es una exclusividad de nuestro país. Para Manuel Herrera, director académico de Relaciones Internacionales de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), muchos la han empezado a ver, erróneamente, como una fábrica de grados académicos, desvirtuando y olvidando su labor en la sociedad.
En diálogo con El Comercio, el experto -parte del Congreso ‘Los Futuros de la Educación Superior’, que organiza UNIR y la escuela de negocios Neumann- recalca la importancia de la existencia de entidades que establezcan y hagan cumplir los estándares mínimos para la calidad de la educación superior, a fin de ayudar al desarrollo.
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—¿Cómo ve el futuro de la universidad en general?
Creo que tras el COVID-19, la universidad en el mundo, y en especial en América Latina, tiene al frente una serie de retos. En primer lugar, especialmente para Latinoamérica, será decisivo cambiar a un modelo híbrido, que combine enseñanza presencial con enseñanza virtual. De ahora en adelante se va a consolidar un modelo educativo en el que, junto con la presencialidad, la digitalización y la virtualidad serán claves. Siguen siendo retos decisivos para las instituciones de educación superior de Latinoamérica el mejorar e impulsar los indicadores de calidad en la educación. Eso supone activar todo un conjunto de proyectos, tanto en lo que es investigación base como especializada. A ello hay que unir también el afrontar el reto de la transferencia. Y es que la investigación debe derivar posteriormente en beneficio para la sociedad, que al fin y al cabo es la que financia la propia educación universitaria. Y no menos importante que los anteriores retos es que las instituciones de educación superior deben mejorar en la gestión, para que sean más eficaces y eficientes. Tiene que ser una gestión que esté marcada por la excelencia y la calidad.
—Ahí es donde entran a tallar los procesos de acreditación…
Esos procesos de evaluación y acreditación de la enseñanza superior han llegado para quedarse. Cada día más instituciones tienen que ser conscientes de que la evaluación y la acreditación de la calidad es uno de los retos decisivos a afrontar en el futuro inmediato.
“Será decisivo cambiar a un modelo híbrido, que combine la enseñanza presencial con la virtual”.
—En el Perú estamos en medio de una crisis de la educación superior, pues se han encontrado universidades que han sido calificadas como “fábricas de grados académicos”, poniéndose en entredicho el tema de la calidad educativa. ¿De qué manera se puede cambiar esta situación?
Las instituciones de educación superior de Latinoamérica deben ser conscientes de que la docencia y la investigación son instrumentos para satisfacer las necesidades de la sociedad. Si no lo hacen, pues no tienen razón de ser. Ese es el gran telón de fondo. Las universidades están para satisfacer las demandas de la sociedad y tienen que hacerlo en el tema docente, asegurando calidad con profesores formados y alineados con la materia que imparten. Y eso lo logran con la investigación que rebase las fronteras del conocimiento. Para ello, se necesitan entes reguladores que velen por la calidad de la investigación y la docencia. En América, estos entes reguladores han ido apareciendo y han desempeñado importantes funciones. En primer lugar, para cerrar –en más de una ocasión– universidades que no cumplían los requisitos de calidad apropiados. En otras ocasiones, para establecer los estándares hacia los cuales hay que caminar. Insisto en este aspecto: la cultura de la evaluación desde hace tiempo se introdujo en la empresa privada, en las administraciones públicas y en la universidad.
—¿La clave está en la acreditación?
Es preciso evaluar y acreditar la calidad de la docencia y la investigación. No se puede decir que uno estudia en la universidad sencillamente para obtener un cartón. Ese cartón debe esconder detrás de sí una serie de habilidades y competencias que habilitan al ciudadano para desempeñar su trabajo. Al fin y al cabo, la misión de la universidad es la formación del capital humano en una sociedad, que es la auténtica riqueza de las naciones.
“Hacer educación en línea no es poner al alumno delante de la plataforma Zoom, Google Meet o Microsoft Teams durante ocho horas”.
—¿Cómo ve el futuro de la educación virtual superior?
Soy un gran defensor de la enseñanza en línea, por un motivo muy sencillo: es un gran instrumento que corrige las desigualdades sociales, porque lleva la educación a personas y escenarios que, de otra manera, quedarían totalmente excluidos. En una sociedad donde la educación no acaba nunca, la enseñanza en línea permite compatibilizar la vida laboral con la vida personal. Permite actualizar los conocimientos de muchas personas que cursaron estudios universitarios hace tiempo. Pero incluso hay más: la educación en línea es un gran instrumento para corregir las desigualdades de género.
—¿Cómo así?
Basta con recordar que en buena parte de las instituciones educativas que hacen educación en línea más del 60% de su alumnado son mujeres. Dicho esto, creo que la educación en línea tiene que hacerse con calidad. Durante la pandemia, la educación en línea ha sido el instrumento para mantener una universidad que, de otra manera, hubiese muerto. Ahora bien, hacer educación en línea no es poner al alumno delante de la plataforma Zoom, Google Meet o Microsoft Teams durante ocho horas. Se necesita una metodología, herramientas y un profesorado que esté capacitado y habilitado para hacer la educación en línea. La educación virtual antes de la pandemia se estaba abriendo paso. La pandemia ha significado su consolidación y actualmente marchamos hacia modelos híbridos, mixtos, que combinan lo presencial con la virtualidad, pero siempre con los criterios de calidad.
En América Latina ha existido, aunque hay que diferenciar por países, una visión de que la educación en línea era de segunda división. Felizmente, ya está desapareciendo. Hoy ya no nos planteamos si hay educación presencial o en línea, sino educación de calidad o lo contrario. Insisto, la educación en línea es un gran instrumento para llevar la formación a muchos rincones que, de otra manera, quedarían excluidos. Creo que América Latina está cogiendo este tren. Creo que muchos países, mejorando su colectividad, sus sistemas de evaluación, están marchando hacia esos modelos mixtos que son los que se están imponiendo en el siglo XXI.
—Entonces, ya no hay motivos para pensar que la educación en línea es inferior en calidad…
Países como Alemania, Inglaterra, España, EE.UU. y Canadá no se plantean si la educación es en línea o presencial. Se plantean si la educación está sometida a controles de calidad o no. La versión negativa que existía antes de la pandemia estaba ligada a que se hacía educación en línea que no era de calidad y sin ningún tipo de control. Hay educación en línea de mucha calidad: la Open University, la UNED de España y UNIR. Pensemos lo que han hecho tantas instituciones presenciales con modelos virtuales. Atrás se quedan los tiempos en los que uno estudiaba una buena licenciatura y con eso estaba formado para toda la vida. Ahora tenemos profesionales que están formándose constantemente.
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