Desde antes de la pandemia, ya hubo varios intentos por alertar sobre el calamitoso estado de la ciencia en el Perú. No solo por el poco interés que las autoridades y tomadores de decisiones tienen por ella, sino porque empezamos a conocer las difíciles condiciones laborales que deben aceptar quienes quieren realizar investigaciones localmente.
Tras la crisis por el COVID-19, nuestra sociedad recién se fijó no solo en cómo funciona la ciencia en el Perú, sino en qué condiciones se encuentra. Lo grave es que pasó la pandemia y, para muchos, ya no es necesaria la ciencia.
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En ese contexto, una reciente investigación realizada por Científicos.pe –una organización civil que promueve una serie de actividades en favor de la ciencia y la tecnología en el Perú– no solamente ha expuesto cómo ha ido en aumento el mercado de empresas que ofrecen atajos para obtener grados universitarios o trabajos de investigación, sino también la posibilidad de incluir el nombre de sus clientes como coautores de artículos o libros científicos.
Carrera por los puntos
Primero, es necesario mencionar al Registro Nacional Científico, Tecnológico y de Innovación Tecnológica (Renacyt). Allí figuran todas las personas naturales, peruanas o extranjeras que estén realizando “actividades de ciencia, tecnología e innovación”, según explica en su página web.
También se incluye a los peruanos en el exterior y extranjeros que no estén en el Perú, pero que investigan para entidades peruanas. Según el Renacyt, en la actualidad hay 6.729 investigadores activos registrados (unos 224 por cada millón de habitantes).
Este registro tiene siete niveles, siendo el VII el más bajo y el I el más alto, con un nivel superior llamado investigador distinguido. Para mejorar en la calificación es necesario sumar puntos.
Estos se obtienen si el investigador presenta documentación que acredite su grado académico (doctor, 10 puntos; magíster, 6 puntos), su título profesional (4 puntos), artículos científicos, publicaciones de libros, capítulos en libros, y hasta por ser asesores o coasesores de tesis. Y, aunque la intención haya sido buena, es en esta modalidad de calificación donde se producen vacíos muy peligrosos para asegurar la calidad de las investigaciones.
“Lo raro es que entre los autores [de un estudio de nanomateriales] aparecen dos nombres de doctores en Educación”.
“¿Los grados de dudosa procedencia o publicaciones son solo para sumar puntos son válidos? ¿Qué tipo de libros impresos en nuestro país equiparan a las publicaciones en revistas de alto impacto? ¿Quién está controlando las buenas prácticas en investigación en las instituciones? [...] Lamentablemente, existen importantes indicios de que muchos de nuestros investigadores y docentes han decidido buscar atajos para lograr ingresar o mejorar su posición en Renacyt. Sabemos que la investigación y creación de conocimiento toma tiempo y esfuerzo. No se puede ser investigador de la noche a la mañana, a pesar del esfuerzo por normalizar esto por parte de empresas que lucran con ‘cursos para ser investigador, con artículo en Scopus garantizado’”, escribió en mayo pasado el físico Nahuel Monteblanco, en un artículo en la web de Científicos.pe, donde daba cuenta de esta problemática.
Esta semana, la cuenta de Twitter Autorship For Sale (@autor_for_sale), que denuncia los casos de venta de autoría de artículos científicos, compartió el titulado “Estructuras de grafeno y carbono y nanomateriales para almacenamiento de energía”, publicado en la revista “Física Aplicada A” en julio del 2022. Lo raro es que entre los autores aparecen dos nombres de doctores en Educación y que están vinculados con universidades peruanas.
Buscando solución
“¿Por qué sucede esto? Porque algunas maestrías y doctorados tienen como requisito para obtener el grado la publicación de un artículo. Otras personas son contratadas para investigar y necesitan cumplir con su cuota de producción. Otros tienen bonos por publicación. Como nunca hay hoy mayor interés por la investigación. Pero las universidades también están interesadas. Todos los ránkings tienen como base la investigación y las universidades nos preocupamos por aparecer, y para ello se necesita una buena cantidad de producción científica. Pero no solo eso, sino tener en la plana una cantidad de docentes con nivel Renacyt”, me explicó Percy Mayta-Tristán, director de Investigación de la Universidad Científica del Sur.
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El registro fue creado por el Concytec. El hecho de que su sistema de calificación esté más pensado para ciertos campos de conocimiento y sea injusto con, por ejemplo, las ciencias sociales, explicaría que justo en esas ramas de la ciencia se estén presentando el mayor volumen de malas prácticas.
“Hemos conversado con el Concytec para que no solamente se considere el puntaje sino algún otro mecanismo que reconozca la contribución del científico. Si seguimos así, va a haber muchos con nivel I y distinguidos comprando ‘papers’”, recalca Mayta.
Aquí las universidades tienen la palabra. Ellas son las llamadas a implementar áreas de integridad científica –como ya tienen algunas– para no desatenderse de lo que están investigando sus científicos. Ese primer paso podría marcar la diferencia.
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