Fue un músico frustrado, un aficionado a los golpes y un amante de Buenos Aires. Pero ante todo, fue uno uno de los grandes escritores del siglo XX que este 26 de agosto habría cumplido 100 años. BBC Mundo recorre los espacios a menudo desconocidos que marcaron el universo cortaziano.
En 2014 no solo se conmemora el centenario de su nacimiento, sino que además se cumplen 30 años de su muerte y se celebran los 50 de la aparición de Rayuela, la novela que marcó un hito importante en la historia de la literatura de habla hispana.
La Ciudad de Buenos Aires esconde numerosos lugares que hacen honor al creador de los Cronopios, como estos 5 sitios que reconstruyen su identidad porteña.
SU CASA EN BUENOS AIRES
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Vista al barrio de Agronomía desde la habitación de Cortázar. Fotografia de Bernardo Cornejo Maltz, con la colaboracion de Mora Langer. Se puede ver el trabajo completo en www.bernardocornejo.com
Julio Cortázar llegó a Buenos Aires en 1918 desde Bruselas cuando tenía apenas cuatro años.
Junto a su hermana Ofelia y su madre María Herminia Descotte, primero desembarcó en la localidad de Banfield, y en 1934 se mudó a un departamento en la calle Artigas 3246, en Villa del Parque, zona reconocida hoy como barrio de “Agronomía”.
Una placa en la fachada anuncia que por allí pasó el escritor: “En este edificio vivió Julio Cortázar; el clima del barrio Rawson y Agronomía está presente en varios de sus cuentos”. Otra, menciona la restauración del edificio como patrimonio histórico en 2012.
Alejado del centro de la ciudad y rodeado por una inmensa arboleda, pasó allí sus días hasta 1937.
Se trata del último lugar porteño que habitó el creador de los Cronopios y las Famas. Nada parece haber cambiado demasiado desde entonces: nueve edificios de tres pisos dentro de un parque conviven con casas bajas, adornadas con detalles en vitró.
Los gatos, a los que Julio llamaba “los guardianes de la vereda”, deambulan por las calles desiertas, mientras los gorriones musicalizan la tarde. Todos los vecinos de la zona coinciden en resaltar la tranquilidad del lugar. La misma que inspiró a Cortázar y lo motivó a incursionar en la trompeta.
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Barrio de Agronomía en la época de Julio Cortázar. Fotografia Bernardo Cornejo Maltz.
Apenas pasan autos, tampoco se ven comercios. Un verdadero pulmón verde que poco tiene que ver con la Ciudad de Buenos Aires luminosa y ruidosa que conocen los turistas.
El joven fotógrafo Bernardo Cornejo Maltz, quien ocupaba hasta hace poco el cuarto en el que dormía Cortázar, destaca la energía del lugar y cuenta que todavía está el mueble de una biblioteca que dejó el escritor antes de partir a París.
“Me crié en el barrio y esa casa la conozco desde hace mucho. Siempre pienso que de esa biblioteca sacaba todos sus 'mundos'”, le dice a BBC Mundo.
Las numerosas referencias a la zona en sus obras confirman que fue un espacio creativo para el escritor. Nació allí uno de sus cuentos más famosos, “Casa Tomada”, publicado en el periódico literario Los Anales de Buenos Aires, que dirigía otro gran hombre de las letras, el argentino Jorge Luis Borges.
LOS BARES DE JAZZ
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El músico Jorge López Ruiz solía compartir ensayos con Cortázar. Foto de Jazmín Bronstein.
“Soy un músico frustrado”, confesaba Julio Cortázar en 1983 en una entrevista que le hicieron en Madrid.
Tocar la trompeta no era su fuerte, y él lo sabía. Aún así, decidió anteponerse al ridículo y sacarle algunos sonidos, por lo menos unos años, motivado por el amor al jazz.
Fue en ese entonces cuando conoció a Jorge López Ruiz, quien a sus 15 años compartía ensayos con el escritor. Según cuenta, se juntaban en la casa de un amigo abogado que vivía en el barrio porteño de Caballito.
“Nos conocimos tocando la trompeta. Él tocaba horrible”, resalta entre risas.
“Después nos íbamos todos a un café donde charlábamos muchas horas. No teníamos ni idea que estábamos con una persona tan importante como Córtazar. Éramos chiquilines y él todavía no era quien después fue”, le dice a BBC Mundo.
Nunca más se vieron, hasta 1971, cuando se cruzaron por casualidad en París. Ruiz cuenta que ese mismo año dio un concierto en el teatro argentino Nacional Cervantes, donde escuchó la voz de Cortázar entre el público, con su pronunciación tan particular de las “R”.
“Así como yo me quede embelesado por las cosas que él hizo en la literatura, tengo el orgullo de afirmar que él se quedó complacido por las cosas que yo hice en la música. Era fanático mío”, afirma orgulloso.
A cien años del nacimiento del escritor, Jorge López Ruiz elige homenajearlo con el espectáculo “Jazztazar” en “Notorious”, ubicado en el corazón de Recoleta.
Se muestra como una simple tienda de discos para los transeúntes distraídos, pero esconde en su interior un restaurant con escenario, y un jardín inmenso al fondo.
Una canción de ambiente suena tímidamente mientras los espectadores van llegando. Algunos eligen acompañar la velada con el vino, otros con unas pastas.
Esta noche tocarán los temas mencionados por el mismo Cortázar en sus cuentos. Preparan el contrabajo, la guitarra, el saxo. El escritor podría estar sentado entre el público.
“Julio era un amateur. No entendía demasiado de jazz, le gustaba la idea de libertad e improvisación. Es uno de los literatos más importantes del siglo XX. Eso lo sabía hacer, y cómo”, remarca Ruiz.
De repente, se escucha una voz que se patina en las “R”, que lee en voz alta un fragmento del cuento “El Perseguidor”, famoso por sus alusiones al universo del jazz. Es él, Julio. Qué mejor preámbulo que ese para dar comienzo al espectáculo.
LA GALERIA GÜEMES
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El creador de Rayuela vivíó enamorado de esa galería, en el centro de Buenos Aires. Fotos: Ignacio de los Reyes.
La que hoy parece una simple galería comercial es en realidad la protagonista de uno de los cuentos de Cortázar: “El otro cielo”.
También conocida como “Pasaje Güemes”, une mediante una peatonal interior las calles Florida y San Martín, en pleno corazón del centro porteño.
Se trata de un edificio art nouveau, considerado como el primer rascacielos construido en Buenos Aires, en 1915. El creador de Rayuela vivíó enamorado de esa galería, desde la que puede verse toda la ciudad desde arriba.
Solía recorrerla y pasar largas horas allí. Hasta llegó a enlazarla con la Galería Vivienne de París en el último relato del libro “Todos los fuegos el fuego”.
El protagonista del cuento vive entre dos cielos: el de Buenos Aires de 1945, en plena Segunda Guerra Mundial, y aquel universo parisino de fines del siglo XX. Los dos mundos se cruzan, en un juego permanente entre ficción y realidad.
EL LUNA PARK
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Cortázar solía acudir a este estadio de Buenos Aires para presenciar peleas de boxeo. Foto: Jazmín Bronstein.
No sólo el jazz lo desvelaba. La pasión por el boxeo en la vida del autor de Rayuela despertó en su infancia, según confirma el escritor Diego Tomasi en su libro “Cortázar por Buenos Aires, Buenos Aires por Cortázar”.
A los 9 años, el pequeño Julio ya escuchaba por radio la pelea en Nueva York entre el boxeador argentino Luis Ángel Firpo y el estadounidense Jack Dempsey.
Años más tarde, comenzaría a frecuentar el Luna Park, el famoso estadio de la Ciudad de Buenos Aires ubicado al final de la mítica avenida Corrientes, cerca del Río de la Plata.
En la década de los 50, la relación con el deporte aparecería reflejada en el cuento “Torito”, con el boxeador Justo Suárez como protagonista.
Cortázar dedicó el escrito al profesor de Pedagogía del colegio Mariano Acosta, Jacinto Cúcaro, quien en sus clases solía contar los pormenores de las peleas de aquel ídolo nacional al que llamaban “Torito de Mataderos”.
A metros del puerto, con sus luces brillantes, se impone el estadio en la noche porteña. Rodeado de oficinas vacías, que se colman de lunes a viernes, fue durante años el ícono del boxeo en Argentina. El escritor lo frecuentaba siempre con un libro bajo el brazo, para no perder la costumbre.
Actualmente, las luces resplandecen pero los match de box son tan solo un recuerdo. La casa de los golpes funciona hoy como escenario de conciertos musicales y sede de actos políticos.
LA ESCUELA QUE LO VIO CRECER
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Aquí pasó Cortázar su adolescencia, con un promedio siempre superior a siete. Foto: Jazmín Bronstein.
El colegio Mariano Acosta fue la secundaria en la que el autor de Rayuela pasó su adolescencia. Con un promedio siempre superior a siete, en cuarto año recibió el título de Maestro Normal Nacional y años más tarde llegaría el de Profesor en Letras.
Con motivo de su Centenario, y a modo de homenaje, la escuela ubicada en la calle Urquiza al 277, en el barrio de Balvanera de la Capital Federal, elige recordar a Cortázar de la mejor manera posible: a través de un concurso literario.
Este martes se anunciarán los ganadores del certamen y habrá diversas actividades culturales en su nombre. La convocatoria incluye desde una obra de teatro hasta un concierto de jazz.