El paisaje de tierra roja y seca podría confundirse con un rincón de Marte.
Se trata en realidad del desierto de Atacama, en Chile, uno de los lugares más secos de la Tierra.
El promedio de precipitaciones es de menos 0,1mm al año y en muchas regiones no llueve desde hace décadas.
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Pero aunque la lluvia escasee, las nubes están cargadas de humedad.
La niebla se forma en la costa chilena y luego se mueve hacia el interior en forma de bancos de nubes. Los locales llaman a esta niebla “camanchaca”.
Está conformada por minúsculas gotas de agua. Son tan livianas que no llegan a caer en forma de lluvia.
A la caza de gotas con una red
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Los atrapanieblas capturan las diminutas gotas de agua de la niebla.
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Uno de tamaño promedio (40 metros cuadrados) cuesta entre US$1.000 y US$1.500.
En 1956, durante una sequía particularmente severa, el científico Carlos Espinosa Arancibia, tuvo una idea.
Este físico y matemático retirado de la Universidad de Chile llevó a cabo una serie de experimentos en las montañas más altas cerca de la ciudad de Antofagasta.
Allí, se le ocurrió la idea del atrapanieblas: una red con pequeñas aberturas de cerca de 1mm para capturar las pequeñas gotas de agua de la neblina.
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En las colinas sobre Peña Blanca, los investigadores han construido una estación de investigación.
Las gotas se acumulan en la red y forman unas gotas más grandes que eventualmente se caen de la red hacia un canal que está debajo.
Desde allí, se canalizan a través de un caño hacia contenedores que están en la base de las montañas y el agua está lista para usar.
La investigación continúa hoy día.
Cerveza con agua de neblina
La ciudad de Peña Blanca tiene uno de los mayores centros de estudio de atrapanieblas. Allí, en las colinas que rodean la ciudad, hay seis redes grandes.
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Las redes tienen pequeños agujeros de alrededor de un milímetro.
Nicolás Schneider, asesor técnico, dice que gracias a estos dispositivos han logrado combatir la desertificación de la región.
Dice que ahora hay 100 hectáreas cubiertas de plantas que antiguamente era típicas de la zona.
“Estamos planificando proveer agua de los atrapanieblas en un futuro cercano a las familias locales ”, dice Schneider.
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Los dispositivos son sencillos de mantener.
En el centro de la comunidad hay un pequeño edificio que también usa la misma agua: la cervecería artesanal de la ciudad.
“Atrapaniebla” es una empresa pequeña. Produce cerca de 24.000 litros por año. Su dueño, Miguel Carcuro, se siente orgulloso.
“El agua de camanchaca es de excelente calidad y le da a la cerveza una sabor muy especial”, explica.
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La empresa de cerveza es pequeña. Produce 24.000 litros al año.
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Dicen que el agua de neblina le da a la bebida un sabor muy especial.
Producto de exportación
Quienes respaldan este proyecto dicen que los atrapanieblas son baratos y sostenibles.
Uno de tamaño promedio (40 metros cuadrados) cuesta entre US$1.000 y US$1.500, dependiendo del material.
Dicen además que el impacto ambiental es mínimo, ya que los postes de metal pueden esconderse discretamente en medio de la vegetación.
Como el agua se transporta hacia la base de las colinas por la fuerza de gravedad, no hay costos adicionales de transporte.
La idea ya ha sido exportada a otras regiones áridas en Perú y México.
La extensión más grande con atrapanieblas está en Tojquia, Guatemala. Allí hay 60 que atrapan 4.000 litros de agua por día.
Pilar Cereceda, de la Universidad de Chile, dice que espera que dentro de una década Chile tenga suficientes atrapanieblas como para suplir la demanda de toda la región de Atacama.
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Atacama es uno de los lugares más secos del mundo.
“Sueño con el día en que los atrapanieblas puedan competir con las plantas desalinizadoras, que no son amigables con el medio ambiente”.