El amor es un sentimiento tan maravilloso como incomprensible: fácil de sentir, pero difícil de entender. Y como la ciencia juega un rol fundamental en desentrañar los misterios del cerebro y el corazón, acudimos a una especialista en el tema. A vísperas de San Valentín, la neuropsicóloga Sivian Córdova nos explica de forma sencilla qué es lo que pasa dentro de nuestro cuerpo y mente cuando Cupido nos flecha.
Se tiene la creencia de que el cerebro y el corazón son enemigos naturales, pero la verdad es que cuando nos enamoramos, se convierten en uno solo. Así es, la línea entre razón y emoción se disipa cuando el amor empieza a apoderarse de nuestro cuerpo y mente.
¿Qué es lo primero que pasa en nuestro cerebro cuando nos enamoramos?
Surge el instinto. El cerebro primitivo activa automáticamente nuestra necesidad primaria de encontrarnos seguros y procrear. Y aunque para nosotros el instinto es la reacción más natural e inmediata que hay, para que suceda, intervienen distintas partes del cerebro que empiezan a trabajar para hacer posible el que puedas llegar a sentir amor.
De acuerdo a la neuropsicóloga Sivian, estudios demuestran que el sistema límbico es el lugar donde ocurre toda la magia del enamoramiento. A detalle, explica que se trata de un proceso neurológico que implica a diferentes partes: el hipotálamo, la corteza prefrontal, la amígdala, el núcleo accumbens y el área tegmental frontal.
¿Qué sustancias segrega el cerebro cuando te enamoras?
La anfitriona de la fiesta del enamoramiento es la hormona oxitocina, la cual provoca sensación de satisfacción, calma y seguridad (a menudo a asociadas a la unión duradera) y se libera a sus anchas en el orgasmo o cuando la relación, en efecto, se va consolidando.
Mientras tanto, la fiesta se va calentando con sensaciones físicas como el palpitar acelerado del corazón, las mejillas sonrojadas y el sentimiento de pasión y ansiedad. Lo que, en palabras de la experta, “provoca que los niveles de cortisol y catecolaminas aumenten durante la fase inicial del amor romántico, ocasionando que se pueda experimentar situaciones de estrés”.
Luego, a medida que los niveles de la hormona de la ansiedad aumentan, la serotonina (hormona de la felicidad) se agota. Lo cual puede llevar a acelerar sentimientos o pensamientos de preocupación, esperanza o los típicos terrores del amor temprano, según la neuropsicóloga.
Y como no hay fiesta sin invitados, también se liberan altos niveles de dopamina, un químico que activa el circuito de recompensa. Esto es, en palabras sencillas, un salvavidas que hace del amor una experiencia sumamente placentera (similar a la euforia).
¿Nos enamoramos con el corazón o con el cerebro?
La eterna pregunta que gracias a la ciencia ya tiene respuesta: el cerebro. Por siglos, emociones y sentimientos como el amor se relacionaban con el corazón (démosle las gracias a Aristóteles), pero la ciencia, una vez más, logró demostrar que el cerebro no está vinculado directamente al corazón, aunque sí deja que el último participe de la fiesta a través de la secreción de sustancias como la adrenalina.
Y es esta misma adrenalina del amor la que primero hace acto de presencia en la fiesta del enamoramiento, esto es, en la primera fase.
¿Cuáles son las fases del enamoramiento?
De acuerdo a la experta, son 3 fases: enamoramiento, amor e intimidad y compromiso. En la primera, ocurre la idealización de la persona y tiene una duración aproximada de 6 meses a 2 años. En la segunda, que puede durar hasta un par de años, la idealización de la pareja disminuye y se empieza a notar con mayor claridad los defectos y pensamientos o reacciones. “Pueden comenzar a aparecer los primeros signos de rutina y aburrimiento dentro del seno de la pareja y comenzar a debilitarse esa pasión sexual desenfrenada”, agrega la especialista. En la tercera, el cariño se erige como el pilar fundamental de la relación, destronando al romanticismo y la pasión sexual. Este es, en palabras de la experta, “el punto más racional dentro de una relación”.
Es así como la música se acaba, se prenden las luces y los invitados (las hormonas) se van; dejando enfrentadas a las personas enamoradas ante una realidad con dos vertientes: luchar por una relación con futuro o tomar caminos separados.
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