A punta de garra, lucha y esfuerzo, las mujereres hemos roto esquemas. Hemos logrado dejar claro que muchas veces somos nosotras el 'sexo fuerte', que somos capaces de lograr lo que sea que nos propongamos y que la igualdad de género no es solo un pedido, es un derecho que por años nos negaron. Sí, aún falta un largo camino por recorrer y seguramente varias batallas por librar, pero eso no quita que podamos celebrar lo obtenido, aquello que nadie nos regaló, sino que nos ganamos por nuestros propios méritos.
En el Día Internacional de la Mujer celebramos los territorios conquistados, nos enorgullecemos de nuestros ovarios, de nuestra fuerza, de nuestra capacidad de lucha. Aquí algunas razones para celebrar, mujer poderosa.
1. Libre e independiente
Saboreamos nuestra independencia, estemos solteras o casadas, con compromiso o sin él. Sabemos que un hombre no nos completa, aunque pueda complementarnos. Tenemos claro que no necesitamos a nadie para validar lo que somos, nos bastamos y nos sobramos. Antes la sociedad esgrimía que una mujer no estaba completa si no se casaba y formaba una familia, hoy es su decisión.
2. Demostramos lo que valemos en la cancha
Hace unos días un estudio vino a comprobar lo que muchas(os) ya intuíamos: las empresas con mujeres al mando generan más ganancias. En las últimas décadas no solo probamos que no teníamos que encargarnos de la casa y que podíamos trabajar en puestos clave. Lo hicimos tan bien que nos destacamos. Comprobamos que somos capaces de brillar profesionalmente, sin descuidar a nuestras familias.
3. Diosas multi-tasking
Ser una ejecutiva ejemplar y, de la misma manera, organizarlo todo en casa. Una investigación concluyó que las mujeres tienen mucha más capacidad de ejecutar distintas tareas simultáneas que los hombres. El ser mujer nos facilita el convertirnos en Wonder Women capaces de sacarse 20 en la chamba y de ocuparnos de las necesidades de nuestros hijos y de las tareas del hogar de forma ejemplar. Gracias a Dios aprendimos también a delegar, a balancear, a darnos también tiempo para nosotras mismas, a premiarnos por lo que conseguimos y a inflar el pecho de orgullo por nuestros triunfos.
4. Nos permitimos disfrutar más del sexo
Ya dejamos atrás la época de la mujer recatada cuya vida en pareja era su más íntimo secreto. Ahora ya no nos sonrojamos al hablar de sexo ni nos morimos de vergüenza de innovar al momento de hacer el amor. Somos más osadas, más independientes, más libres para querer a nuestra manera y para disfrutar a nuestro aire. No, no somos putas, somos mujeres que comprenden que tenemos los mismos derechos que los hombres para explorar y buscar placer, que no por hacer el amor con alguien que no es tu apreja estas condenada el escarnio público, tal y como pasa con ellos. Nos conocemos más, nos tocamos, nos consentimos. Somos entes activos en la generación de nuestro placer sexual, entendimos que no somos objetos, que lo que sentimos es vital y que nadie puede hacernos sentir menos por ejercer nuestra igualdad también en el campo sexual.
5. Tomamos la iniciativa
Si algo no te parece en el trabajo, vas y lo discutes tranquilamente. Peleas por tus derechos, no te dejas aplastar. Si alguien te falta el respeto, te molestas y te defiendes; si un chico te gusta, sabes que puedes tomar la inicativa. Ya no somos princesitas que esperan en torres que un príncipe azul llegue a rescatarlas. Nosotras solitas bajamos de la torre, nos enfrentamos al dragón y nos liberamos. Luchamos por nuestra felicidad, sabemos que nadie puede alcanzarla por nosotras.
6. Somos madres
Y cómo olvidarnos de esto. Las madres fueron el pilar familiar desde tiempos remotos, aunque no siempre su labor fuera valorada como se debía. No solo damos vida, nos sacrificamos y hacemos concesiones para prepararnos para la llegada de nuestro bebe y luego nos damos enteras y lo convertimos en uno delos motivos principales para seguir peleándola. Tener la capacidad de concebir no es lo que nos da más orgullo, sino cómo logramos mantener aquella vida nueva, a punta de amor, devoción y mucho esfuerzo.
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