Sabrina Duque
Tú también conoces a esa amiga que, aunque se lava las manos con gel desinfectante más de 10 veces al día, vive agripada. No es que lo haga mal: usa la técnica de los médicos antes de entrar al quirófano y hasta canturrea una canción para asegurarse de que lo ha hecho por más de tres minutos.
Y al pequeño hijo de tu prima que vive visitando al pediatra, con problemas respiratorios o estomacales, a pesar de que a su mamá solo le falta hervirse ella misma para esterilizarse antes de tomarlo en brazos.
¿Qué es lo que no funciona? ¿La gente más cuidadosa con su limpieza es más vulnerable a las bacterias? Mi abuela diría que hace falta un poco de mugre ensus vidas. Mi abuela, una viuda que crio sola a siete hijos –y decía que a partir del tercero se crían solos– intentó salvarme de la cruzada antimicrobios de mi mamá. Hasta los tres años, ella intentó esterilizar todo lo que llegase a mi boca, obligaba a las visitas a limpiarse las manos con alcohol antes de entrar a casa y no permitió que gateara, para que la mugre del suelo no tocara mis manos. Gracias a sus esfuerzos, me convertí en la favorita del pediatra: no había mes que no lo visitara con alguna gripe o alergia. Hasta hoy. A los tres años, mi abuela aprovechó la ausencia de mi mamá y dejó que me revolcara en la tierra, durante una visita a su finca. Cuentan que besé a los perros, perseguí a las gallinas y me bañé en una poza de lodo. Dicen que mi mamá se puso pálida al ver mi estado calamitoso y que le reclamaba a su madre mientras me bañaba e intentaba sacar partículas de tierra de mi cabeza. Hasta que mi abuela le dijo que lo que a mí me faltaba era un poco de mugre.
Que viera a mis primos, corriendo descalzos por todos lados, que casi no conocían al pediatra.
Mi abuela estaría orgullosa de mí. Mi hijo gateó, retoza en la hierba y nunca se llevó a la boca nada que hubiera pasado por un esterilizador. La única vez que fue al pediatra fuera de los controles de rutina fue cuando nos mudamos a una ciudad de clima muy seco y tuvo una reacción –que luego supe que era común a todos los niños que viven en la ciudad.
«Hay que dejar que los niños se ensucien. Así se generan anticuerpos, eso no es cuento de abuelas», dice el pediatra Antonio Carlos Marcello. El médico, residenteen Brasilia, es un defensor de las tesis de las abuelas y asegura que muchos problemas de sus pequeños pacientes se resolvieron con medicina, cuidados y un poco de libertad para ensuciarse las manos. También advierte sobre las exageradas publicidades de los jabones antibacteriales. «Imagina, había uno que anunciaba la reduccióndel 110% de las bacterias. ¿Cómo creer en argumentos científicos de gente que no sabe ni matemáticas?». Además, los antibacteriales no son mejores que el jabón normal contra la gripe, para reducir bacterias o combatir infecciones. Eso lo dice un estudio del Departamento de Epidemiología de la Universidad de Michigan, que también señala que el triclosán–principal componente de los antibacteriales–reacciona en las células y puede provocar que algunas bacterias se vuelvan resistentes a antibióticos de uso común.
La Comisión Europea llegó a la misma conclusión y advirtió del peligro para la salud pública que representarían las bacterias resistentes a los antibióticos. La tercera, que el famoso triclosán está siendo cuestionado. Una investigación de la Universidad de California demostró que el triclosán dificulta la contracción muscular en los ratones. Por causa de esta polémica, Johnson & Johnson eliminó el triclosán de los productos infantiles y, según se establece en su página web, para el 2015 lo habrá retirado de toda su línea de productos para adultos «para tranquilidad del consumidor». Pero, eso sí, dice que nada está comprobado.
Hace poco, en la escuela, recordé a mi abuela. Una fresa cayó al piso y el mejor amigo de mi hijo la tomó rápido y se la metió a la boca. Su mamá, que ya estaba amagando un «no», se resignó y lanzó un risueño: «lo que no mata, engorda». Nos reímos: nuestros hijos están sanos y serían el orgullo de mi abuela. Mi abuela, por cierto, andaría repitiéndole un ‘te lo dije’ a mi madre, luego de leer las noticias sobre los jabones antibacteriales.