Maritza Noriega
El corre corre del fin de año suele dejarnos sin aliento. En primer lugar, por la peregrinación que hacemos de tienda en tienda en busca de los regalos navideños y los pedidos especiales de nuestros hijos (lo peor es cuando piden un juguete que vieron en la tele, pero que no se vende en Perú, ¿verdad?). En segundo lugar, porque debemos cuadrar las fechas de los intercambios de regalos con las amigas, alistar todo para la cena, decorar la casa, asistir a las clausuras de los hijos y mucho más, sin descuidar las obligaciones de rutina.
Así es, diciembre implica una carga especial de estrés, tensión y algo de frustración. Si nos gustan así las cosas, pues bien. Pero si no, podemos simplemente reconocer que «no estamos obligados a cumplir con todo y satisfacer a todos, sino que debemos hacer lo mejor que podemos, no más. Sobre todo, debemos mantener el propósito de las fiestas en perspectiva: son para celebrar en familia y consolidar los vínculos afectivos y espirituales, más que fechas comerciales o de carácter material», aconseja Margarita Lay, directora del centro Nina Pukio.
Ahora bien, es difícil cambiar las costumbres establecidas, de manera que un poco de tensión siempre habrá. Pero podemos ser selectivos, asistir a unas cosas y a otras no. Podemos plantearnos un presupuesto y no pasar de eso, podemos pedir ayuda a los hijos más grandes en algunas tareas. Ser la mujer maravilla y ocuparse de todo no es la mejor idea en el mes de diciembre.
Doris Vila, especialista en salud mental y directora de la escuela de Psicología de la Universidad Norbert Wiener, expresa que «en esta temporada nuestra mente anda muy ocupada con los regalos para la familia y los amigos, y los planes para la fiesta de fin de año. Estamos influidos severamente por la sociedad consumista, que confunde afectos con obsequios, y la familia se ha disgregado tanto, al punto que ya no es más el medio de referencia, fortaleza y equilibrio de las personas». Ella sugiere que la ausencia de equilibrio familiar podría conducirnos a atender de manera desmedida nuestro afán consumista y es importante ser conscientes de ello.
Otro aspecto que puede desequilibrarnos un poco en Navidad es cuando a lo largo del año se ha perdido a un ser querido, pues entonces habrá un proceso de duelo que atravesar y algunas personas se sentirán muy afectadas. Puede ser bueno llevarles el mensaje de que, efectivamente, la ausencia afecta y entristece, pero la vida continúa y hay otras personas que nos necesitan. Podríamos recordar las enseñanzas, las anécdotas alegres y amorosas que se compartieron con la persona fallecida, centrarnos en todo lo bueno, en vez de engancharnos con la tristeza y el dolor.
Además, «si algún miembro de la familia se siente muy afectado, no debemos forzarlo a que sienta una emoción que no es real (no obligarlo a sentirse feliz). Más bien, es conveniente darle el apoyo emocional y evitar frases cliché como ‘tú eres fuerte’ o ‘ya no te sientas triste.’ Tal vez el mejor apoyo sea, simplemente, estar junto a la persona afectada y transmitirle amor y serenidad, sin necesidad de palabras».
Hay personas que en esta época del año se colocan al límite del estrés y sienten mucha angustia, ya sea por falta de tiempo, de dinero, de afecto, por soledad o por alguna pérdida en el entorno familiar. Es momento de darles apoyo, respetar su problema y sus sentimientos, no envolverlos en un frenesí navideño que no aporta nada. Compartir los sentimientos positivos o simplemente acompañar pueden ser los mejores regalos para el espíritu.
RUPTURA FAMILIAR
Un tema aparte en estas fiestas son las parejas divorciadas que no han terminado de limar asperezas o aquellas que se encuentran en proceso de separación. Si hay hijos de por medio, ellos van a afectarse de todas maneras, porque estaban acostumbrados a pasarla juntos y de pronto ya no lo harán.
Aunque el tema es complejo y cada caso es particular, lo ideal –de manera general– es que la pareja «deponga sus conflictos y peleas y busque pasar las fiestas en la mayor armonía posible, que tome una actitud adulta y consciente. Si es posible, incluso es bueno pasar unas horas juntos para la celebración, explicando que si bien la relación de pareja se ha disuelto, la relación de los padres con los hijos siempre continuará», propone Margarita Lay.
Ahora, si el distanciamiento entre los padres es muy grande, Margarita aconseja turnarse para pasar un tiempo con los hijos –uno después del otro– para evitar discusiones y peleas.
Fuente: Margarita Lay margarita.lay@herlasac.com Maryta Calderón , directora clínica del Instituto Latinoamericano del Comportamiento. maryta54@yahoo.com.mxClaudia Cáceres Le Breton, jefa de psicología de las Clínicas Maison de Santé, www.maisondesante.org.pe / Doris Vila, www.uwiener.edu.pe