Ella
Me decía Roland Forgues en una entrevista que publicaré esta misma tarde en este blog que en el Perú no hay crítica literaria sino comentarios literarios, lo que no es bueno ni malo. No me adscribo al selecto grupo de los doctos que analizan las obras como en las viejas décadas sino al de los honestos comentaristas que publican sus sencillas impresiones.
En este caso “Ella”, de Jennifer Thorndike era una materia pendiente y hoy, aunque tardíamente, la asumo con el goce de haber descubierto a una de las mejores cultoras jóvenes de nuestra narrativa actual.
La novela “Ella” entrampa a una hija y su madre en una relación tensa, donde el dominio enfermizo de la segunda madura sobre la primera sentimientos encontrados en los que prevalece el odio, un odio que se manifiesta como una revelación liberadora frente al cadáver de la nonagenaria.
En ocasiones, las relaciones paterno o materno filiales derivan en un sino trágico que no se vive, pero que permanece guardado como un secreto inconfesable en la conciencia del personaje. Matar no solo es un acto que se perpetra en la realidad sino también en el interior de cada cual.
Cada vínculo tiene su particularidad, en el caso de “Ella”, Thorndike, con una maestria y madurez literaria, inusual en su edad, nos ubica en un universo de confrontación inagotable y, a la vez, dolorosa, una tensión que supera a la muerte. La madre, tornada en cadáver sigue viva porque los efectos de su manipulación y las consecuencias de su crueldad obsesiva perseguirán como una maldición a la vida de la protagonista.
Lo no vivido, el enclaustramiento, la infelicidad y el sacrificio entregado por la joven, ya no tan joven, al momento de la muerte de su progenitora, carecen del efecto de la devolución. Nada de lo no vivido, de nuestra libertad negada, nos es devuelto. Los relojes tienen un ritmo inexorable y mortal. En un lenguaje preciso, sin ruidos, intimista, la protagonista de este drama intenso y psicológico no se detiene en la manifestación de su odio, lo deja entrever en los momentos claves. El rencor se superpone al dolor a través de expresiones duras, pero honestas: “Esa era la primera vez que, a lo lejos, entreví la posibilidad de alcanzar una vida al margen de ella. Hice cálculos, era imposible que, con todas sus dolencias, durara más de ochenta y siete años…”.
Los deseos perversos asoman sin trenzarse con la culpa. La muerte de la madre es la liberación, pero también una responsabilidad inusitada con la propia vida que ya no sabe como vivirse. En algunos tramos, no obstante, los buenos recuerdos asoman y se arremolinan con sentimientos que se encuentran entre sí. Pero prevalece una atmósfera de presión constante que la muerte no detiene. La sensación del lector es la de una permanente asfixia, de la oportunidad perdida, de la vida diluida en el encierro.
Thorndike logra que sintamos con la narradora en primera persona, que sus puntos de vista de la realidad sean los nuestros y que nos sobrecarguen sentimientos y emociones que ni siquiera nos pertenecen, esa es la magia de la literatura que solo la habilidad narrativa logra conseguir: la empatía, la identificación, cuando no la catarsis.
La madre ausente es un elemento omnipresente, permanente y deliberadamente opresivo, aún en su lejanía de cuerpo yerto y sosegado ella siempre está allí, vigía del sueño y de la vigilia: “Aunque la casa nunca ha estado tan vacía, estoy rodeada por tu presencia que es pesada, densa. No se puede caminar con facilidad porque los pies pesan. Se siente algo que los detiene, que me obliga a pensar en tu cuerpo abandonado dentro del cajón”.
La vida no tiene reversa, la narradora se crispa frente a la lógica consecuencia de la existencia: “¿Y si me hubieras dejado estudiar como aparentemente ibas a hacerlo cuando visitamos varias universidades? Le hubieras demostrado a la familia que no soy la retrasada mental que todos creen…¿Qué hubiera sido de mí si no me dabas solamente una oportunidad? Sé que nunca lo hubieras hecho porque sabías que eso hubiera sido tu ruina. Sabías que mi miedo se hubiera ido desvaneciendo y que mi falta de cariño se hubiera transformado en una indiferencia total hacia tí…”
Diré que la novela es de las más impresionantes y desgarradoras que he leído y que captura desde el primer párrafo hasta el final. Es una narrativa esencialmente psicológica que tiene entre sus muchas otras virtudes el buen manejo del lenguaje y una estructura que cumple cabalmente con el objetivo de la historia.
Cada semana procuraremos darle cauce a lo mejor que la nueva narrativa y poesía peruana produce. Tengo en manos un cuento sorprendente y ganador, un poemario innovador y una novela intimista y pasional. No es el espíritu de este espacio dedicarle tiempo a obras que no tienen la novedad del talento como ofertorio o como promesa. Nos prometemos la selectividad. En este caso hemos iniciado una lectura tardía, pero satisfactoria. Esperamos la próxima producción literaria de la autora.