Marco Quilca León

El día siguiente al despido de Carlos Bustos de la dirección técnica de Alianza Lima por malos resultados -dos empates y la dolorosa caída en el clásico-, Guillermo Salas fue uno de los primeros en llegar al estadio Alejandro Villanueva. El Chicho, cuatro veces campeón con camiseta blanquiazul como jugador, pasó a ser el “entrenador interino”, ese título que le imponen casi siempre a los ídolos que no dudan en coger el fierro caliente cuando las cosas no van bien. Sentado en una banca cerca a uno de los portones que da entrada a las tribunas Oriente y Norte, el exdefensor esperó a sus nuevos dirigidos que llegaban de a uno. Con el grupo completo, les pidió dos cosas que van más allá de la táctica y la estrategia, pero que son pilares para que los primeros funcionen: compromiso y sacrificio.