(Foto: El Comercio)
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La huelga de maestros, que aparentemente languidece, ha dejado heridos y lecciones para el futuro. Es cierto que los sueldos de los maestros son bajos y que no es fácil aumentarlos, pues las alzas son generales y hay 380.000 maestros en el país.

Pero también debemos considerar que no se ha hecho mucho por la educación y solo desde hace poco empezó a considerarse seriamente la meritocracia en la carrera educativa. Nadie podría oponerse a aumentar sueldos ni a tener maestros mejor calificados. El problema es implementar medidas apropiadas de este tipo en un país donde siempre hay otras prioridades.

Queremos peruanos más instruidos y también mejor nutridos y cuidados; los colegios son lugares donde los chicos deben educarse, tener seguridad e incluso recibir alimentación.

Pero las huelgas de maestros siempre tienen un componente político, que esta vez ha sido más visible. A los reclamos se sumó la pugna interna entre las cúpulas dirigentes de los maestros. Según informes del Gobierno, el Sutep –cuyo comité ejecutivo es de Patria Roja, partido de izquierda radical– está siendo desplazado por el Conare, vinculado con el Movadef. Por ese motivo, la protesta exhibe la pugna por el liderazgo sindical, tema que algunos querían definir con la huelga.

La última para larga de docentes fue en el 2012, pero ahora existe un nuevo factor que ha sido determinante para enfrentar posiciones radicales: la hiperconectividad. Esta consiste en la existencia y fácil acceso a medios y redes, además del acceso a los medios tradicionales de comunicación.

Podemos mandar mensajes a los maestros por WhatsApp, arengar una marcha con 140 caracteres en Twitter y colgar en muros de Facebook entrevistas en video de diversos actores en la huelga.

Los medios terminan siendo actores principales en la huelga. Lo importante es que la información sea veraz, pues, cuando no lo es, sucede lo que se ha dado precisamente en esta protesta: muchos maestros han entendido que la evaluación a la que temen es de conocimientos y no de manejo de aula; y que serán despedidos con facilidad.

Por primera vez, la minoría del Congreso participó tratando de resolver el conflicto y, si Fuerza Popular hubiese participado, seguramente se habría levantado la huelga, pues la dirigencia no hubiera encontrado eco en sus reclamos por la evaluación, único punto de conflicto abierto.

El Gobierno ha aumentado a S/2.000 el sueldo mínimo a los maestros; se dispondrá de S/200 millones para deudas sociales vencidas; habrá CTS, subsidio por luto y sepelio a los docentes contratados; y habrá jubilación anticipada a partir de los 55 años, entre otros compromisos.

La huelga debió prevenirse y enfrentarse a tiempo, conociendo y considerando el inmenso ingrediente político que tenía.
Pero, más allá de cualquier análisis y consideración, ya es hora de que la ciudadanía le exija a la cúpula magisterial seriedad y veracidad. Sin esto, son los alumnos hoy, trabajadores del futuro, los que están perdiendo.

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