Duc Nguyen habla con su esposa durante el Año Nuevo desde una unidad del United Memorial Medical Center en Houston, Texas, 1 de enero de 2021. (REUTERS/Callaghan O'Hare).
Duc Nguyen habla con su esposa durante el Año Nuevo desde una unidad del United Memorial Medical Center en Houston, Texas, 1 de enero de 2021. (REUTERS/Callaghan O'Hare).
/ CALLAGHAN O'HARE
Agencia Reuters

Poco después de la medianoche, Duc Nguyen se sentó en su cama de hospital para una videollamada con su esposa. El resplandor de un televisor y una farola fuera de su ventana proporcionaban la única luz en la habitación mientras una cánula nasal suministraba oxígeno a sus pulmones.

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No era así como el hombre de 33 años había imaginado darle la bienvenida al nuevo año, pero dijo que estaba agradecido de que el United Memorial Medical Center (UMMC) en Houston tuviera una cama vacía para que pudiera ser tratado por la neumonía provocada por el COVID-19.

Nguyen dijo que confiaba en que se recuperaría, pero predijo que los peores días de la pandemia estaban por venir.

“Todavía nos espera otro regalo el próximo año”, dijo con voz ronca. “No ha terminado todavía”.

Escenas similares se vieron en todo el país cuando un aumento de infecciones posterior al Día de Acción de Gracias se sumó al número de pacientes ingresados por un virus que se ha cobrado más de 342.000 vidas en Estados Unidos.

Ubicada en un área de clase trabajadora del norte de Houston, el UMMC ha sido duramente golpeado por las oleadas de casos que azotaron Texas durante el verano y el otoño boreal, lo que provocó un inmenso costo físico y emocional en enfermeras como Tanna Ingraham, quien superó dos episodios de COVID-19.

En tiempos normales, Ingraham podría haber pasado el Año Nuevo compartiendo con amigos. En cambio, todavía estaba lidiando con la muerte súbita esta semana de una paciente que acababa de ser retirado de una ventilador en medio de señales de que estaba mejorando.

Como ella, la paciente tenía 43 años, e Ingraham contuvo las lágrimas mientras sacaba los tubos de su cuerpo y la colocaba en una bolsa para cadáveres, una tarea a la que se ha acostumbrado este año. Para Ingraham, la vacunación generalizada no llegará lo suficientemente pronto.

“Solo espero que al final de esto haya una luz porque, honestamente, eso es lo único que me hace seguir adelante. Eso y mi fe”, dijo. “Entonces, 2021 estoy lista”.

Esta semana, Reuters acompañó a médicos y enfermeras mientras recorrían la unidad COVID-19 de UMMC, deteniéndose para verificar los signos vitales y, en ocasiones, ofreciendo un abrazo. El tacto, dijo Ingraham, que había aprendido de sus propias batallas con la enfermedad, es fundamental para evitar una sensación de desesperación.

ATMÓSFERA TENSA

Un letrero hecho a mano marca la cantidad de días - 287 - que el personal ha estado trabajando desde que la pandemia llegó a Texas en la primavera del hemisferio norte. Banderas mexicanas y estadounidenses cuelgan de las paredes, un guiño a los muchos estudiantes de medicina de México que han venido para ayudar y aprender.

Un árbol de Navidad y adornos navideños compensan una atmósfera tensa en medio de las preocupaciones de un aumento inminente de los casos.

El jueves, Texas estableció un nuevo récord de hospitalizaciones por COVID-19, con 12.268 pacientes en hospitales de todo el estado, lo que superó un pico anterior en julio, según datos del Departamento de Salud de Texas.

Un equipo de la Universidad de Washington cuyo modelo ha sido utilizado por la Casa Blanca proyecta que las hospitalizaciones del estado alcanzarán su punto máximo el 9 de enero.

Al Dr. David Persse, la autoridad sanitaria del Departamento de Salud de Houston, le preocupa que las infecciones se aceleren en enero y febrero a medida que se materialicen los casos derivados de las celebraciones de Navidad y Año Nuevo. Otra preocupación es la posible propagación de una variante de coronavirus altamente contagiosa descubierta en Reino Unido, dijo.

“Es una gran preocupación”, dijo Persse. “Todos nos estamos preparando para ver si eso ocurre”.

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