“Y, aunque Maduro se cuida mucho sobre cada paso que da para no generar mayor crítica, se necesita la participación activa y constante de la población”. (Ilustración: Victor Aguilar Rúa)
“Y, aunque Maduro se cuida mucho sobre cada paso que da para no generar mayor crítica, se necesita la participación activa y constante de la población”. (Ilustración: Victor Aguilar Rúa)
Óscar Vidarte A.

Desde que asumió como presidente interino, la estrategia de la oposición venezolana y de la comunidad internacional ha tenido como principal objetivo debilitar el apoyo que los militares le brindan a . El control sobre las Fuerzas Armadas le permite al régimen chavista mantenerse en el poder.

De ahí la importancia que tienen para dicho fin la ley de amnistía impulsada por Guaidó y la amenaza del uso de la fuerza por parte de Estados Unidos, como políticas que buscan fracturar la unidad militar. De la misma forma, la ayuda humanitaria que varios países trataron de hacer ingresar a , pretendió en forma fallida que los militares ubicados en la frontera que impedían su ingreso, ante la protesta y la demanda de la población, permitan que la ayuda llegue a los venezolanos.

Esto no significa que el gobierno de Maduro no se ha debilitado, por el contrario cientos de militares han desertado en estos últimos meses, así como se hacen recurrentes las manifestaciones de descontento en dicho sector. El problema es que aun la élite militar, los altos mandos, apoyan al régimen. Las críticas solo se hacen presentes en el personal medio o subalterno.

Pero en esta ocasión parecía distinto. Desde muy temprano las imágenes de Guaidó acompañado por militares y liberando a Leopoldo López de su arresto domiciliario parecían presagiar un nuevo escenario. Incluso se llegó a especular acerca del apoyo de un general de división al levantamiento. Esto podía significar un importante quiebre en la cúpula militar, lamentablemente horas después fue desmentido.

Por ello, la respuesta de Nicolás Maduro fue hacer énfasis en el apoyo y lealtad que le manifestaron todos los jefes militares. Evidentemente no todos los militares piensan lo mismo, pero sí los que mandan. Dejar los beneficios que mantienen, ya sea por su participación en el gobierno (en puestos claves) o a través de las actividades ilegales que promueven, no será tarea sencilla.

Con el pasar de las horas, el levantamiento se fue enfriando. El ingreso de y su familia a la embajada chilena en Caracas dio malas señales sobre lo que venía sucediendo. Mientras tanto John Bolton y Mike Pompeo, asesor de Seguridad y secretario de Estado de Estados Unidos respectivamente, continuaban buscando desestabilizar el régimen, señalando el primero que el ministro de Defensa de Venezuela, Vladimir Padrino, se había comprometido con la oposición en una transición sin Maduro en el poder y el segundo, que Maduro prácticamente ya tenía preparado todo para dejar el poder, pero que los rusos se lo habrían impedido. Nadie sabe si esta información es cierta o solo busca provocar la tan ansiada fractura, no obstante, no resulta imposible de creer que entre el oficialismo y la oposición se hayan dado contactos a ese nivel.

Algo similar sucede con la posibilidad de una intervención militar estadounidense. La última gran invasión de Estados Unidos al margen del derecho internacional en América Latina fue en Panamá hace 30 años, y Venezuela no es Panamá. Una intervención militar en el país caribeño supondría en la actualidad un alto costo económico y en vidas humanas, así como la necesidad de permanecer algún tiempo en el país a fin de garantizar la transición, a no ser que quieran repetir el descalabro que se ha vivido en Libia. Además, Venezuela no parece ser tan importante para la seguridad de Estados Unidos que amerite una acción militar, aunque tratándose de la potencia mundial, todo es posible.

Respecto al papel de la comunidad internacional, esta debe continuar la presión que ha venido ejerciendo, pero se requiere un mayor nivel de unidad. La división entre el Grupo de Lima y el Grupo de Contacto no ayudan a la causa. Asimismo, las diferencias entre los miembros del Grupo de Lima y Estados Unidos en torno al uso de la fuerza y a la implementación de sanciones que afectan al pueblo venezolano, tampoco aporta.

Pero, así como se necesita fortalecer la presión internacional que haga frente al respaldo chino y ruso que resultan fundamentales para la sobrevivencia del chavismo en el poder, también se requiere una mayor presencia de la población en las calles. El fracaso de las protestas del 2017, los continuos enfrentamientos dentro de la oposición y la posibilidad real de que haya violencia, ahuyentan al venezolano. Y, aunque Maduro se cuida mucho sobre cada paso que da para no generar mayor crítica (de lo contrario Guaidó no estaría en libertad), se necesita la participación activa y constante de la población. Solo así los que sostienen a Maduro se darán cuenta de que no pueden mantenerlo en el poder.