El discurso antiteórico, por Arturo Maldonado
El discurso antiteórico, por Arturo Maldonado
Arturo Maldonado

Hay un discurso rondando por algunas universidades y auspiciado desde muchos frentes: aquel que menosprecia la teoría y sobrevalora la experiencia. Para este discurso, mientras los universitarios menos tiempo pasen en las aulas, y más tiempo en el campo, es mejor. La realidad no se aprendería en un libro y entre cuatro paredes, sino en la cancha, poniendo manos a la obra, con los zapatos sucios. Así, el ingeniero aprendería cálculo matemático en la universidad, pero en la empresa es donde realmente adquirirá el conocimiento básico de su profesión. El economista aprendería más en una oficina de un banco que en sus cursos de macroeconomía. Para este discurso, se aprendería haciendo. Para las humanidades este discurso es más radical. Se tilda al sociólogo, al filósofo o al antropólogo como profesionales inútiles, pues mucha de su labor es bibliográfica y en los libros no está la realidad. Se critica al científico social porque no se ha paseado lo suficiente por el Perú o porque no conoce de primera mano el problema de algún rincón del país. En general, no se sabe muy bien para qué sirven estas profesiones. Es cierto que los científicos sociales hemos colaborado a que esta percepción cale, pero la crítica antiteórica pretende barrer con estas profesiones por inútiles.

Cuenta la anécdota que el famoso filósofo Karl Popper entraba al aula el primer día de clases y decía a sus alumnos: observen, y no les daba más indicaciones. Los alumnos desconcertados se miraban entre ellos y miraban alrededor sin saber qué más hacer.  Luego de unos minutos Popper sentenciaba que esa es la experiencia de alguien que quiere observar la realidad sin tener un bagaje teórico. Es la diferencia entre mirar la realidad y observarla. Observar la realidad significa extraer información desde ese mundo complejo con un mapa teórico entre manos, para poner a prueba una idea y colaborar con el conocimiento humano. 

Es cierto que uno aprende haciendo. La experiencia laboral es muy importante en la formación de los estudiantes universitarios. Sin embargo, oponer la experiencia laboral a los conocimientos teóricos dados en las aulas es un falso dilema. Entre estas dos dimensiones del aprendizaje debería haber una retroalimentación, no una oposición. Un profesional que vaya por el mundo solo con su conocimiento empírico podrá resolver problemas actuales, pero le será difícil poder innovar para resolver problemas futuros. Un profesional que vaya por el mundo sin saber nada de la realidad podrá tener muchas ideas, pero no sabrá cuáles son los reales problemas a resolver en su sociedad.

El discurso antiteórico pretende que los profesionales solo calquen los aprendizajes mínimos y se materializa en algunas universidades que son solo reproductoras de conocimiento (en el mejor de los casos), y no productoras de conocimiento. En un mundo donde la innovación y la interdisciplinariedad son cualidades valoradas, aquellos que tomen los aprendizajes teóricos previos y de otras disciplinas y los usen para proponer soluciones creativas a problemas urgentes serán los que realmente colaboren con la realidad y con sus respectivas disciplinas. 

Por eso es importante saber qué piensan los candidatos presidenciales acerca de la situación de estas universidades privadas que no generan conocimiento y son de bajo nivel, y en general acerca de la reforma universitaria, que está intentando regular la calidad de la educación, aun chocando contra múltiples intereses que se sienten cómodos con el statu quo actual, en donde la universidad es solo un negocio, en donde los estudiantes no aprenden a aprender y a ser críticos y en donde los futuros profesionales solo son reproductores de técnicas y no creadores de conocimientos.