El fútbol está calato, por Arturo Maldonado
El fútbol está calato, por Arturo Maldonado
Arturo Maldonado

Leí el sugerente libro de Carlos Ganoza y Andrea Stiglich “” (2015) en medio de la resaca de entusiasmo por la participación de nuestra selección de fútbol en la Copa América. Inesperadamente, me pregunté si esa desnudez nacional que plantean los autores se extendía a ámbitos como el balompié.

Ganoza y Stiglich plantean que la bonanza económica del 2003 al 2013, fruto de factores exógenos, hizo que se instalara en la mentalidad de la clase dirigente la idea de que el Perú era ejemplo de milagro económico. El libro siembra dudas razonables. Los autores detallan los problemas no resueltos de la poca competitividad de nuestra economía, de la informalidad, de la debilidad institucional de los partidos políticos y de la amenaza de la inseguridad ciudadana como factores que calatean el progreso económico. Señalan que el momento de enfrentar estas trampas es ahora, próximos a un proceso electoral. Sin embargo, advierten que si todo sigue igual, si no hay un shock institucional, el futuro es sombrío. ¿Qué sigue después de estar calatos?

Volviendo al fútbol, difícilmente podemos hablar de un período de bonanza. Lo que tenemos son episodios circunstanciales de relativo éxito, como nuestra participación en las dos últimas copas América. Sin embargo, el entusiasmo que generan estos momentos, que lleva a que algunos vaticinen una clasificación al Mundial de Rusia, ocultan temporalmente nuestra pobreza institucional. 

¿Cuáles son las trampas del balompié nacional? Es sugerente cómo la descripción ofrecida en el libro de la realidad de los partidos políticos se parece a la de los clubes de fútbol. Estas son instituciones mayormente informales, capturadas por oportunistas que buscan enriquecerse a costa de la popularidad del club. No es difícil argumentar que la crisis de equipos como o viene de la época en que grupos mafiosos se instalaron en sus dirigencias. Basta recordar que está detenido por malos manejos en Alianza Lima. 

La dirigencia del fútbol nacional tampoco sale bien librada. Los escándalos de corrupción global de la FIFA han dejado dudas acerca del accionar de la dirigencia nacional. La Federación de Fútbol sería como esa vieja partidocracia que se reparte cuotas de poder, pero que ya no representa a nadie. Esta partidocracia, además, no tiene el menor incentivo para cambiar un sistema en el que ellos mismos se ven beneficiados. Viven cómodamente en este equilibrio de bajo nivel.

Esta estructura en el ámbito de clubes y dirigencia hace que perdamos competitividad. El Perú es un país rico en la ‘materia prima’ fundamental del fútbol, los chicos que se interesan por practicar este deporte. Pero sin un soporte institucional, como ligas de menores, un campeonato decente y roce internacional, este potencial se desperdicia.

Esta realidad hace que exista una desafección ciudadana hacia estas instituciones. Si los partidos ya no son los que fueron en términos de adherentes con carné, los clubes de fútbol tampoco son lo que fueron, lo que se manifiesta en la escasa asistencia a los estadios y en el bajo ráting. Así, más interés concentra un partido de la Champions que un clásico Alianza-Universitario. 

Finalmente, tanto los partidos políticos como los clubes de fútbol viven en una paradoja: son instituciones que toman decisiones que involucra mucho dinero, pero a la vez son entidades sin fines de lucro. La realidad, lamentablemente, indica lo contrario: muchos políticos y dirigentes usan estas instituciones solo para lucrar.