El primer contacto con el país más feliz del mundo fue su embajada en Lima. Es un pequeño oasis dentro de la ciudad con el peor tráfico de América Latina, ubicado en un histórico inmueble sanisidrino restaurado y convertido en sede diplomática, cuyos baños tienen sillas de masajes y todo el personal está obligado a apagar los celulares de trabajo a las 4:59:59 p.m.