Arnold Joseph Toynbee (1889-1975) acababa de retirarse de la vida académica, es decir, desde ese año 1956 se había convertido en un ilustre jubilado. El historiador y filósofo estaba por completar los doce volúmenes de su monumental obra “A study of History (1934-1961)”, y ya cinco de ellos habían sido traducidos al español. Su palabra era escuchada con reverencia por otros intelectuales del Viejo y Nuevo Mundo. El Perú no fue la excepción.
Un humanista, en el sentido más profundo y clásico de la palabra, Toynbee había sido el hombre clave de la Universidad de Oxford, de la Universidad de Londres, del London School of Economics y del Real Instituto de Relaciones Internacionales, cuando llegó a estar entre nosotros. Como miembro de la Academia Británica desde 1937, optó por la jubilación académica, en 1955; pero antes había sido también un eficiente funcionario público vinculado al mundo de la diplomacia y las relaciones internacionales.
Desde enero de 1956 su vida se encaminó a viajar, conocer más el mundo y dictar conferencias, ya no tanto en Europa, donde lo conocían demasiado, sino en América o en las Américas, en ese variopinto cúmulo de culturas que ya había identificado desde su gabinete de estudio en Londres. Por supuesto, visitó los Estados Unidos de América de cabo a rabo, pero también buscaba conocer mejor América Latina, un continente que llamaba poderosamente su atención por su rica historia antigua y los procesos socioculturales que devinieron en los siglos posteriores.
Toynbee era autor de libros clásicos sobre el pensamiento y la civilización griega (“Pensamiento histórico griego” y “Civilización y carácter griegos” en los años 20; y “La civilización helénica, de 1959), pero también entorno a Europa con sus obras juveniles “La nueva Europa” (1915) y “La cuestión de Oriente entre Grecia y Turquía” (1922), escrito este último cuando trabajaba como corresponsal del diario Manchester Guardian. Claves también fueron sus libros “La civilización a prueba” (1948) y “El mundo y el Occidente” (1952).
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Luego de la Segunda Guerra Mundial, el maestro Toynbee se enfocó en estudios sobre la espiritualidad de Occidente; en una vital y necesaria reflexión sobre la situación del mundo de posguerra. En ese campo sobresalió su estudio “Aproximación de un historiador a la religión” (1956), justamente el trabajo que estaba terminando cuando llegó al Perú ese 15 de marzo de 1956.
LIMA LO ESPERÓ CON INTERÉS Y ADMIRACIÓN INTELECTUAL
La palabra “civilización” resumía para Arnold Toynbee ese espíritu que movía el paso de las sociedades humanas. La corriente de la historia implicaba para él superar los retos que la vida en común planteaba al conjunto social. En ese marco, era decisivo el papel de las élites desde la creatividad, la iniciativa y el poder de decisión de estas.
El aeropuerto de Limatambo lo recibiría desde las 5 y 45 de la tarde de ese jueves 15 de marzo de hace 65 años (cuatro meses antes de que abandonara el poder aquí el dictador Manuel A. Odría). Y no fue con el oropel ni la pompa de una estrella de Hollywood, sino con el respeto a un gran pensador contemporáneo, una verdadera personalidad de la intelectualidad internacional.
Al Perú Toynbee llegaba especialmente invitado por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, cuyo decano de la Facultad de Letras, el doctor Aurelio Miró Quesada Sosa (ese año, en mayo, asumiría el rectorado de su alma máter), desempeñó la tarea de anfitrión en la mayoría de los días que el profesor británico permaneció en territorio peruano.
Ya libre de cátedras, lecturas, charlas, consejerías y numerosos compromisos académicos en Inglaterra, Toynbee se sentían ligero de cargas y encargos, por eso aquella gira de 1956 fue lo más placentero del mundo para él. Por ello mismo, además, planificó quedarse en el Perú más de un mes.
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Su rostro al bajar del avión que lo traía de Guayaquil (Ecuador) revelaba alegría y satisfacción de pisar al fin tierra peruana. Vestido sobriamente y con el sombrero en la mano saludó a todos. Tanto en Lima como en provincias dictaría charlas y estudiaría un poco más la gran cultura peruana. Asimismo, entablaría interesantes conversaciones con los maestros y especialistas peruanos.
Se enfocaría en el sur peruano: Arequipa, Cusco, Puno… E iría más allá incluso: hasta el altiplano boliviano. A esa tarea se dedicaría cuando pueda ir “confrontando, revisando y ampliando mis conceptos y conocimientos de las sociedades prehispánicas de la civilización andina”, dijo a la prensa arremolinada a su alrededor.
A su lado lo escuchaba el decano de la Facultad de Letras de San Marcos, Aurelio Miró Quesada Sosa, quien fue a recibirlo, junto con el director del Consejo Británico en el Perú, señor John Harriman, el arqueólogo norteamericano W. Stumer, el doctor Albert Giesecke y funcionarios de la embajada británica.
Toynbee dejaba traslucir su buen ánimo al verse rodeado de gente amigable, interesada y afable con él. Declaró brevemente a los reporteros que sabían el valor de esta importante visita: “Durante muchos años he estado deseando conocer el Perú, y naturalmente me encuentro feliz de estar aquí”, dijo entre sonriente y cansado.
Para el reportero de El Comercio quien lo tuvo a solo unos metros de distancia, míster Toynbee transmitía “buen humor” y “excepcional modestia”, especialmente cuando le mencionaban el aporte de su gran trabajo en “Un estudio de la historia”. ¿Cómo se obtenía todo ese conocimiento? Respondió que solo se conseguía con un paciente estudio de los clásicos y una reconcentrada atención del valor de las civilizaciones del mundo.
“Para el profesor Toynbee el estudio comparado de las civilizaciones y las sociedades humanas facilita la investigación histórica dentro de bases científicas”, indicaba el reportero del diario decano.
CÓMO OBSERVABA A NUESTRA CULTURA ANDINA
Tras señalar que la “sociedad andina” en el Perú era puntualmente una “clasificación etnográfica y antropológica que atiende al ámbito geográfico en que se desarrolló”, el especialista británico consideraba como un eje cultural de la región la presencia de la Cordillera de los Andes… Los Andes eran la columna vertebral de todas las culturas tanto de la costa como de la sierra y la selva, las cuales veía integradas o entrelazadas.
Una observación muy aguda de Arnold Toynbee que expresó en El Comercio, y que repetiría en todas sus conferencias en el Perú, es que para él, como ocurrió el México, en el Perú la cultura tradicional andina fue “sumergida” por la conquista española, pero que aún vivía.
El intelectual inglés sabía que debía estudiar más nuestra cultura, pero intuía con claridad que, como en México (aunque no observaba un uso nacionalista de lo ancestral prehispánico como en ese país), en el Perú la cultura andina también podría aflorar y salir a la superficie.
Toynbee elogió, además, el trabajo científico, minucioso y esclarecedor del arqueólogo peruano Julio C. Tello; y destacó los ensayos y libros de historia de José de la Riva Agüero.
QUÉ PENSABA DE LA DECADENCIA EN OCCIDENTE
Al comparársele con Oswald Splenger (1880-1936) y el aporte de su obra principal, “La decadencia de Occidente” (1922), el maestro Toynbee fue claro al decir que “Splenger es un genio difícil y dogmático”. Asimismo zanjó su posición con respecto al fatalismo splengeriano. “No creo en la ‘decadencia de occidente’ porque en primer término no soy determinista ni fatalista y luego porque creo en la fuerza vital del espiritualismo”, dijo seguro de sus ideas propias.
En asuntos de actualidad de aquellos días, no tuvo ningún problema en criticar la actitud colonialista de la Inglaterra de su tiempo. La independencia de muchas naciones debía darse más pronto que tarde, dijo. En términos políticos, el historiador británico se consideró un liberal. El Partido Liberal mediaba entre “los poderosos partidos conservador y laborista”, comentó.
Agotado por tan prolongado e inesperado diálogo con la prensa, Toynbee se encaminó al lado de la comitiva de recibimiento a la residencia británica para descansar. Los siguientes días estarían repletos de intervenciones académicas centralmente en los salones de conferencias de la Casona de San Marcos. Eligió como tema central de sus ponencias el de “Los imperios mundiales y su papel en la Historia”. La enriquecedora conversación con los profesores sanmarquinos e invitados de otras universidades dejaron complacidos a todos, especialmente el propio doctor Toynbee, un hombre dialogante por esencia.
El 25 de abril de 1956, luego de varios días de estudio y viajes al interior del país, Arnold Toynbee abandonó el Perú, con la idea en la mente de otro libro que publicaría dos años después: “El cristianismo entre las religiones del mundo” (1958).
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