Según documentos del Jurado Nacional de Elecciones (JNE), de 1823 a 1899, durante el siglo XIX republicano, sólo hubo seis gobiernos elegidos en comicios generales: ocho gobiernos fueron elegidos por el Congreso de la República, en tanto que hubo 16 gobiernos impuestos por golpes de Estado. Con la sola excepción del mariscal Ramón Castilla, hasta la Guerra con Chile (1879-1883), el voto ciudadano, en elecciones generales, no era una práctica habitual entre nosotros sino que era el Congreso el que proclamaba al presidente del país o este se imponía a través de un golpe de Estado. Después de la Guerra del Pacífico se empezó a imponer la modalidad que daba libertad de elegir al pueblo directamente.
En el siglo XX, como indican también los documentos históricos del JNE, entre 1903 y el 2001, hubo 15 gobiernos elegidos en elecciones generales; y ya solo cinco elegidos por el Congreso; en tanto, existieron 11 gobiernos que se impusieron por golpe de Estado. Así, la mayoría de los gobiernos fueron elegidos por la vía legal y constitucional.
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En lo que va del siglo XXI, el Perú ha vivido cuatro procesos electorales generales que eligieron a presidentes y congresistas (2001, 2006, 2011, 2016) por voto ciudadano, y dos casos de presidentes impuestos por el Congreso de la República; el primero, el de Manuel Merino, duró solo cinco días en el gobierno (noviembre del 2020); y el segundo, el del actual presidente de la República, Francisco Sagasti, que el Congreso proclamó y que gobierna el país hasta hoy en día.
Pero esto no ha significado que las elecciones presidenciales con voto directo de los ciudadanos hayan sido procesos ajenos a fricciones, desconfianzas y denuncias. Las elecciones reñidas han sido un fenómeno muy recurrente en el Perú de los últimos 100 años.
EL CONVULSIONADO SIGLO XX ELECTORAL
Luego de la guerra civil entre los seguidores de Piérola y Cáceres en 1895, vino un periodo de aparente tranquilidad electoral. Al menos, descansamos de tanta volatilidad en el poder y se respetó la Constitución de 1860, que venía desde los tiempos de Ramón Castilla. Luego sobrevino el “Perú Aristocrático”, un periodo de casi 20 años sin golpes de Estado, donde se respetaron los procesos de elección, por supuesto con las limitaciones electorales de la época.
Las primeras elecciones del siglo XX dieron cierta estabilidad al país. En las de 1903, por ejemplo, el candidato Manuel Candamo, del Partido Civil (fundado en 1871), consiguió un triunfo electoral rotundo con la absoluta mayoría de los votos válidos, según las juntas electorales de esos años.
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En las elecciones de 1908, surgió la figura de Augusto B. Leguía, a quien solo le bastó con 133.722 votos para ser presidente del Perú. Seis años después, en 1914, el coronel Óscar R. Benavides dio un golpe de Estado a Guillermo Billinghurst; lo derrocó y permitió que una Convención, conformada por 418 delegados de partidos políticos eligiera como presidente a José Pardo en 1915. En esa ocasión, Pardo fue electo por los propios partidos políticos vigentes entonces, y no por el Congreso ni los ciudadanos.
Tras la dictadura de Augusto B. Leguía (el ‘oncenio’ de 1919 a 1930), la nueva Constitución de 1931, firmada por el presidente Luis M. Sánchez Cerro, permitió cierta estabilidad en la política electoral. En las elecciones de ese año, ya bajo el amparo de la nueva Carta Magna, rivalizaron el propio general Sánchez Cerro y el líder del Partido Aprista Peruano (PAP), Víctor Raúl Haya de la Torre. El militar obtuvo 150 mil votos y el aprista 100 mil votos, aproximadamente. Esa vez, el voto fue por primera vez secreto.
Al final del gobierno de Oscar R. Benavides (1933-1939), este convocó a elecciones en 1939. Impedido el PAP, pues era considerado como un partido ilegal, se presentaron a la contienda Manuel Prado Ugarteche y José Quesada. Ambos se disputaron los votos apristas. Hubo un 40 % de votos en blanco y viciados; con todo, Prado fue elegido presidente de la República.
Otro momento clave en la historia de las elecciones reñidas fue el que ocurrió en 1945, para suceder a Prado. Lo que se apreciaba como una votación complicada, ajustada, entre el jurista José Luis Bustamante y Rivero y el general Eloy G. Ureta, el militar victorioso en la campaña de la guerra con Ecuador en 1941, terminó como una elección con un vencedor holgado con el doble de votos: el abogado Bustamante y Rivero. Y esto porque los apristas, aun en la clandestinidad, votaron en masa por quien había prometido darles de nuevo legalidad.
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Con el paréntesis golpista de Manuel A. Odría (el ‘ochenio’ de 1948 a 1956), ese último año de mandato dictatorial se realizaron unos comicios presidenciales de alto voltaje. Competieron el ex presidente Manuel Prado, el abogado Hernando de Lavalle y el arquitecto Fernando Belaunde Terry, quien postuló por un movimiento político y ese mismo año fundó el partido Acción Popular.
Los apristas, otra vez en la clandestinidad, votaron en masa por su aliado político, Manuel Prado. Belaunde reclamó por una serie de irregularidades y tardanzas en el proceso electoral, pero terminó aceptando su derrota y fundando su nuevo partido. Así llegó Prado a su segundo gobierno. En esas reñidas y cuestionadas elecciones, por primera vez las mujeres ejercieron su derecho al voto.
UNA DE LAS ELECCIONES MÁS AJUSTADAS DEL SIGLO XX
En 1962, se realizaron unas elecciones con varios líderes políticos: Haya de la Torre, Belaunde y Odría. En el libro “Historia del Poder. Elecciones y golpes de Estado en el Perú” (1995), del historiador y periodista Domingo Tamariz se indica que el líder del PAP ganó con un 32% de los votos, a solo dos decimales del tercio electoral que la Constitución vigente exigía para proclamarlo presidente de inmediato.
Tamariz recuerda también que fue la primera vez que las Fuerzas Armadas cuestionaron los resultados de unas elecciones en plena democracia. Como dictaba la ley, el Congreso debía elegir al nuevo mandatario, pero los militares se opusieron, dando un golpe de Estado, el primero de carácter institucional en el siglo XX.
Se convocaron en 1963 a nuevas elecciones. En estas, Belaunde, ya en pacto con la Democracia Cristiana, se enfrentó al popular e histórico candidato aprista Haya de la Torre, y lo venció en ajustadas votaciones, así como también al ex presidente Odría. Belaunde consiguió el ansiado tercio de la votación para acceder a la presidencia del Perú.
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Luego ha habido elecciones en el retorno de la democracia, en 1980, disputadas pero no tan reñidas como las de antaño: Belaunde (AP) retornó al poder tras vencer con el 45.3% de los votos válidos al aprista Armando Villanueva, quien pese a las expectativas populares que generó solo consiguió el 27.4% de los votos.
Para ver casos de votación más reñidos, debemos irnos hasta 1990, cuando un desconocido Alberto Fujimori (Cambio 90) se enfrentó electoralmente al candidato del Frente Democrático (Fredemo), Mario Vargas Llosa. En la primera vuelta, Fujimori había superado al PAP con el 29% frente al 22% de este. Así pasó a la segunda vuelta para rivalizar con el favorito fredemista, que había ganado la primera vuelta con el 36% de los votos.
En ese balotaje final, cuando todo parecía que sería una reñida contienda, en medio de la crisis que había dejado el gobierno aprista de Alan García, Fujimori obtuvo un sorpresivo 62% de los votos y Vargas Llosa solo el 32%. La pelea estuvo más presente en los medios de comunicación.
EL SIGLO XXI Y SUS LUCHAS POLÍTICAS
Luego de una década de Fujimori en el poder y su caída tras la difusión de los ‘vladivideos’, en setiembre del 2000, las elecciones que organizó el gobierno de emergencia de Valentín Paniagua en el 2001 dieron como resultado una segunda vuelta con una fuerte lucha entre el candidato del PAP, Alan García, y de Perú Posible, Alejandro Toledo. Finalmente, los resultados de la segunda vuelta fueron: 53% para Toledo y 47% para García.
Como en el caso de los comicios del 2001, los del 2006 ratificaron que la verdadera lucha, el drama electoral se vivía especialmente en las primeras vueltas electorales. Esto es, cuando Alan García dejó dos veces sin segunda vuelta a la candidata de Unidad Nacional, Lourdes Flores Nano. En el 2001 fue una diferencia de 1.4% de los votos; y en el 2006, de 0.5%.
Pero las segundas vueltas electorales del 2011 y el 2016 sí han sido muy peleadas y en ambas ocasiones tuvo a Keiko Fujimori (Fuerza Popular) como protagonista. En el primer caso, ella consiguió el 48.5% de los votos válidos, frente al 51.4 % de Ollanta Humala, que fue presidente de la República; y en el segundo caso, la hija del ex presidente Fujimori obtuvo un final más ajustado: ella recibió el 49.8% de los votos válidos; y Pedro Pablo Kuczynski el 50.1%. Apenas 0.3% de diferencia.
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