MARÍA JOSÉ CORREA
No muchos pueden disfrutar de dos pasiones a la vez como Tom: la construcción y el cuidado del ecosistema lo tienen encantado. No lo hace para obtener reconocimientos, sino por simple atracción hacia una arquitectura responsable. Ahora se encuentra en Francia recargando las pilas para regresar al Perú en un mes y seguir con sus proyectos ecológicos.
-Llegaste aquí de casualidad… Hace cinco años hacía mis prácticas en Chile, en la rehabilitación del Mercado de Valparaíso. Ahí conocí a un compatriota que también corría tabla y me dijo que en Máncora las olas eran alucinantes. Quedamos en encontrarnos allá. Me dejó plantado…
-Pero te quedaste un tiempo en el balneario… Sí, y conocí a otro francés que llevaba 20 años viviendo allá y me enseñó el pueblo desde un plano más local. También me pidió diseñar un búngalo para él. Mientras lo dibujaba empezamos a edificarlo. Es una forma de construir que no existe en Europa. Una vez que concluí mi carrera, decidí regresar al Perú.
-¿Tu primera opción siempre fue Máncora? Al principio conseguí trabajo en un buen estudio de Lima, pero no me gustó la onda, me di cuenta de que mi vida estaba en la playa. Viajé a Máncora con 5 mil dólares a buscar qué hacer.
-Hiciste lo que ni tus vecinos han hecho: reciclar materiales para construir. Cuando llegué al balneario, compré un terreno y construí un bar con lo que encontré: cajas de fruta, muebles que la gente ya no quería Y con eso viví mientras buscaba trabajo como arquitecto.
-Tu bar El Atelier es conocido en el balneario. Sí, lo he construido con la idea de hacer un bar donde la gente se relaje, pase la tarde tomando aperitivos y en la noche festeje. Cuando compré el terreno, el local era un quiosco de Inca Kola. El lema de la marca, “Con creatividad todo es posible”, fue un ‘leitmotiv’ para mí; siempre lo mantuve como un lema, así que guardé el letrero y hasta ahora forma parte de la decoración del bar.
-Además de arquitecto y constructor, has sido barman. Al principio, en el bar vendía solo vino y tablas de queso. Funcionaba bien, pero con el tiempo me di cuenta de que hacía falta algo. Así que tuve que ser el barman y experimentar con tragos. Terminé inventando un montón de cocteles.
-¿Cómo surgió el Eco Lodge? Mi tesis de fin de carrera estuvo vinculada al reciclaje y a las habitaciones ecorresponsables. Conseguí otro espacio y junto a Gerardo Aghuash, un amigo de la selva, empezamos a construir el hotel con los elementos que encontramos. Mientras construíamos, yo iba dibujando. Fue muy espontáneo. De madrugada atendía en el bar hasta las 5 a.m. y a las 7:30 a.m. empezaba atrabajar en la otra obra.
-¿Cuánto tiempo les tomó terminar el edificio? Tardamos 10 meses en construir el Eco Lodge entre cinco personas. A veces los niños del pueblo nos veían trabajar y nos ayudaban, era una onda muy familiar. Fue una experiencia muy bonita.
-¿Qué materiales usaste? Madera hualtaco, caña, bambú, tierra, cal, aserrín, basura y excremento de burro, que me sirvió como pegamento para que el barro no se rajara. También usé trocitos de una lancha malograda. El techo del Eco Lodge está hecho con el plástico de una publicidad, que, en mi opinión, es más resistente y el mejor plástico que existe. Mi hotel tiene tres pisos hechos con madera, levantados con técnicas artesanales como la del tabique, que estuve investigando durante varios años.
-¿Qué es lo que más te gusta de Máncora? La calidad de vida es algo único. Hay calor y el mar es caliente todo el año. Además, las personas están empezando a interesarse por la ecología. No quiero que aquí pase lo mismo que en Europa, donde construir se ha convertido en un negocio más que en una pasión; allá todo es muy industrial, con muchas reglas y menso libertad. Aquí, a todos los proyectos que trabajamos les ponemos corazón y tiempo. Y lo hacemos bien.
-¿Qué extrañas de Francia? Solo a mi familia.
-¿Cuál es tu próximo proyecto? Voy a hacer en Francia lo mismo que aquí. Quiero llevarme al mismo grupo que ha trabajado conmigo en esta playa y formar un equipo cosmopolita de arquitectos. Sin mi amigo peruano Gerardo no habría podido construir nada.