Aún en vísperas del siglo XXI -en plena despedida del siglo XX- un pibe de 13 años viajó a Barcelona para marcar un antes y un después en los límites (iniciales y finales) de ambas centurias. Ese pibe era Lionel Andrés Messi Cuccittini, quien el 17 de septiembre del 2000 pisó la Ciudad Condal por primera vez para emprender la maravillosa aventura que hoy todos conocemos con los culés.
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A tan corta edad, Messi dejó a su familia, amigos y todo lo que había construido en Argentina para perseguir un sueño en Barcelona. Sus años de formación en el Newell’s Old Boys y su pase frustrado a River Plate provocaron que aquella fecha de septiembre ‘Lio’ aterrizara en suelo catalán con muchísima ilusión.
El nene argentino, de 1.48 metros de estatura, que viajó en avión por segunda vez en su corta vida -la primera fue hacia Perú para disputar la Copa de la Amistad con el Newell’s-, tomó tierra en el aeropuerto El Prat acompañado de su padre Jorge y su entonces agente Fabián Soldini.
Juntos se dirigieron al Hotel Plaza, donde el club español le había reservado las habitaciones para que se alojaran. Su padre, también feliz por la llegada a la Ciudad Condal, no dudó en capturar ese especial momento para su hijo, tomándole una tierna foto en la habitación.
En ese entonces, Lio ya lucía su peculiar estilo ‘hongo’ en su cabellera castaña. Una sonrisa tímida y una pose cándida, además, fue el retrato de la postal que le tomó su padre en la habitación. Después, se tomaría otra foto similar en el campo blaugrana.
Tras haberse instalado en el hotel, los tres se dirigieron a las oficinas del club, donde fueron recibidos por el técnico Joaquim Rifé, coordinador de La Masía, que les indicó que el pibe argentino ya debía presentarse a los entrenamientos aquella tarde, coincidiendo con Gerard Piqué, que le llevaba más de una cabeza y Cesc Fabregas, los dos jugadores que años más tarde serían sus compañeros en el primer equipo.
La prueba que lo cambió todo
Las prácticas se prolongaron más tiempo de lo que se esperaba. Desde el día uno, Messi deslumbró a propios y extraños con su enorme talento por dos semanas, pero todavía no había sido visto por Carles Rexach, secretario deportivo del Barça, de quien dependía su futuro en el club.
Sucede que el arribo del argentino coincidió con los Juegos Olímpicos de Sídney de ese año y Rexach se encontraba en esa cita deportiva para seguir de cerca a las joyas españolas -Carles Puyol y Xavi integraban aquella delegación juvenil- que alcanzaron la final.
A su retorno, el 2 de octubre se organizó una prueba para que Lio demuestre todo su potencial ante los ojos del director deportivo. Se trató de un partido entre cadetes y juveniles, y el argentino -de categoría infantil- supo lidiar contra rivales mayores a él, dando cátedra con su gambeta y maravillando a los presentes con pocos minutos en la cancha.
“Hay que ficharlo ya. Nos arrepentiremos toda la vida si no lo hacemos”, fue la frase con la que Rexach resumió su primera impresión al verlo. “Si hubiera pasado un marciano por ahí, también se habría dado cuenta de que era muy especial”, explicó tiempo después.
La firma del contrato en una servilleta
Pese al positivo impacto que generó con su calidad, los directivos del Barça tardaron en tomar una decisión. Messi retornó a Argentina con su padre y en su vuelta retomó las andanzas con el Newell’s. Pero la intención era que el pibe argentino ya comience a trazarse un camino en Europa, por lo que Jorge ya quería buscar otra opción.
No obstante, Minguella se comunicó con la familia Messi para calmar los ánimos y garantizar una pronta respuesta del club. Pasaban las horas, pasaban los días, pasaban los meses y los altos mandos azulgranas no estaban seguros de apostar por un adolescente de 13 años que, además, tenía problemas de crecimiento y, de todas formas, había que hacerse cargo también de su tratamiento hormonal.
Entonces, la desconfianza había crecido definitivamente en ambas partes. Pero la gran preocupación de Carlos Rexach en la posibilidad de que el argentino tome otro rumbo inclinó finalmente la balanza a favor de Messi. Fue así que el 14 de diciembre del 2000, en la cafetería del Club de Tennis Pompeia de Barcelona, se firmó un acuerdo de forma poco ortodoxa para que se concretara su llegada en el futuro.
No se trató de un contrato oficial, ni siquiera una rúbrica formal de compromiso. Fue una servilleta común en la que Rexach -presionado por Minguella y Horacio Gaggioli (medió como representante del jugador en esa reunión)- escribió su declaración de lealtad con la familia Messi.
“En presencia de los Sres. Minguella y Horacio, Carles Rexach, secretario técnico del FC Barcelona, se compromete bajo su responsabilidad y a pesar de algunas opiniones en contra a fichar al jugador Lionel Messi siempre y cuando nos mantengamos en las cantidades acordadas”, se lee en la famosa servilleta que hoy sigue guardando Gaggioli a pesar de las ofertas millonarias que le hicieron para comprársela.
Semanas después, el 8 de enero, esa servilleta se transformó en un documento ante un notario que oficializó a Lionel como jugador del Barcelona. Los Messi hicieron maletas rumbo a la Ciudad Condal y ya nada podía evitar que aquel pibe de 13 años lograra cambiar la historia del club de manera extraordinaria. El resto se conoce.
‘La Pulga’, que alcanzó el metro setenta de altura, se mantuvo más de dos décadas en el Barcelona. 35 títulos, siete Balones de Oro e innumerables récords en todo ese tiempo le convirtieron en el mejor jugador en la historia del club y - en opinión de muchos- en la historia del fútbol. Hoy por hoy es una de las estrellas más brillantes del PSG, pero en el Camp Nou su nombre sigue resonando con fuerza con la esperanza de que algún día, no muy lejano, regrese a casa.
Hace 22 años Messi llegó a Barcelona con más dudas que certezas. Lo más probable es que si nunca se hubiera firmado ese acuerdo en una servilleta, nunca hubiera ganado todo lo que ganó. Porque además de sus 35 trofeos con los culés, él mismo se encargó de añadirle dos más con el PSG y otros dos muy especiales con la selección argentina. Ahora, en este 2022 va por su titulo más grande: el Mundial Qatar 2022, la gloria máxima que ansía desde hace muchísimos años.
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