(Esta nota fue publicada originalmente en la versión impresa de El Comercio, el viernes 12 de mayo del 2011)
Había nacido en Italia pero su pie derecho se movía como un sudamericano más. De hecho, en Europa decían que era Maradona al revés. Se llama Roberto Baggio (Vicenza, 1967), y fue el último gran volante-delantero del fútbol de ese país. Ni siquiera tuvo que ganar un Mundial para que le dijeran ‘Il Divino’. Al contrario, lo perdió.
Es una tarde de mayo del 2011. No existe Netflix: si uno quiere ir a ver una película, va al cine. Si uno quiere recordar algún episodio del pasado, y tiene dinero, debe ir a un Blockbuster. Si no tiene, a eso que los peruanos llamábamos cabinas. Felizmente hay YouTube: allí se puede saber quién es Roberto Baggio más allá de sus estadísticas, subcampeón del mundo en Estados Unidos 94, líder de la Juventus que ganó la Serie A, la Copa Italia y la Copa de la UEFA entre el 92 y el 95.
Hay una falta de cortesía evidente en quienes lo rodeamos aquí, en el local miraflorino de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO): nadie lo ve a los ojos, todos le miramos los pies. Baggio sonríe porque entiende. El hombre por el que Madonna compuso “Causing a commotion” está acostumbrado a los honores.
Luego de memorizar fechas, goles y otras estadísticas; de revisar cinco veces las pilas de la grabadora y la videocámara, de ensayar con vehemencia nuestro balotario de dudas, hasta aquí llegamos los periodistas Marith Aguilar, Jorge Luis Cruz y yo para preguntarle sobre Vargas, sobre Farfán, sobre Pizarro. Y él terminó descifrando a Uribe y Barbadillo. Tres mundiales, un Balón de Oro, 453 partidos de Liga y 205 goles después, el último ’10′ italiano está en Lima y acepta conversar con El Comercio.
—Nunca vino al Perú como futbolista, para nosotros era un jugador del cable. Pero lo han tratado como un crack de toda la vida. ¿Con qué idea se va del Perú mañana?
—Pues, sí, me ha sorprendido. He venido para una labor mucho más importante que el fútbol, por lo menos ahora, que es la lucha contra la pobreza. Soy representante de la FAO y de la Comunidad Europea, estoy viendo los proyectos en el Cusco y tratando de impulsarlos. Ese es mi trabajo. Mi tiempo se va ahí y casi no he tenido tiempo de almorzar, je.
—Vi un video en el que probó comida típica peruana, que hoy es un ‘boom’. ¿Le gustó?
—Comí cuy… Es una gran experiencia… de vida. Las personas te hacen conocer sus valores con sus sabores. Me sentí muy contento en el Cusco.
—¿Volvería a probarlo?
—Mmmm… preferiría otra cosa, je.
—Cuando usted empezaba a jugar al fútbol, en los ochenta, la selección peruana tenía dos figuras en el fútbol italiano: Barbadillo y Uribe. ¿Los conoció?
—Yo los vi jugar en Italia a los dos cuando me iniciaba, sí. Era el tiempo en que llegaban los primeros extranjeros a Italia. Barbadillo jugaba en Avellino, luego en Udinese. Yo guardaba gran admiración por él. Y Uribe… fue un jugador fantástico. Tenía un talento increíble que no pudo brindar al 100%. Creo que el fútbol italiano es muy duro, muy físico. Eso los perjudicó.
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URIBE Y PATRULLA EN ITALIA
BAGGIO EN SU HORA CUMBRE:
—Vargas ha dicho que cuando era niño y se jugaba el Mundial 94, quería pegarle como Baggio a los tiros libres.
—Bueno, muchas gracias. Ahora yo estoy viejo y me toca admirarlo a él. Vargas es un grandísimo jugador.
—El budismo es muy importante en su vida. ¿Le parece que es mejor persona después de conocerlo, de practicarlo?
—Sí. Es una parte fundamental para mí, muy profunda, parte de toda mi vida. Como persona ahora me conozco mejor y eso me permite conocer mejor a las personas. O mejor, ahora sí puedo ayudarlas más.
—Ahora que se conoce mejor, ¿ya sabe en qué lugar de la historia del fútbol está Roberto Baggio?
—Nooo. Eso no es importante, je. Y la verdad es que no lo sé. Creo que no es todo el fútbol; fue mi profesión, claro, pero no es todo. Más importantes son los valores, los principios. Además, el fútbol no es para siempre, mírame, je. No sé si estoy en el ranking de los mejores jugadores, no lo sé.
—¿La religión lo ayudó a dormir mejor después del penal fallado en Estados Unidos 94?
—No, eso no me va a pasar nunca y no lo voy a superar. Sufrí, pero la vida tiene que seguir adelante. Los comerciales de TV que grabé (para Johnnie Walker) me ayudaron, digamos, a superarlo. La vida sigue. No acaba con el fútbol.
—Usted fue un revolucionario, un hombre que rompió el molde del ‘catenaccio’, que privilegia la rudeza al talento. ¿Quién le parece que es el Roberto Baggio de hoy?
—Hay muchos jugadores talentosos. El primero que se me viene a la mente es Messi. Y eso significa que hoy ha vuelto a imponerse la táctica. Cuando yo era jugador, primaba mucho la estrategia; hoy, ya no. Y eso me alegra mucho.