El Barcelona empieza a sufrir lo que el Manchester United viene padeciendo desde la salida de Alex Ferguson. Incluso para las grandes casas del fútbol internacional realizar una transición de una era dorada a cierta normalidad competitiva dentro de la élite es dificilísimo, mucho más si se busca que el proceso de renovación tenga tanto sentido futbolístico como económico.
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El Barza ha sido el ejemplo paradigmático de los últimos años. Se deshizo de mala manera de Lionel Messi, alrededor de quien se construyó el ciclo más importante de la historia deportiva del club catalán, bajo la idea de que su salario era prohibitivo. A ello siguió una lista de contrataciones millonarias, como las de Ferran Torres, a las que se unieron este mes Raphinha y Robert Lewandowski, además de algunos agentes libres. El Barza ha gastado en este mercado de pases 150 millones de euros a pesar de tener una deuda de 1350 millones de euros, lo que no parece tener una lógica financiera clara.
Los resultados deportivos tampoco ayudan: debut con empate a cero ante Rayo Vallecano y una sensación de que se desgasta el prestigio de Xavi con una labor que quizás lo supera. Su equipo, obligado por paladar al juego asociado vistoso, no logra implantar las dinámicas que permitan a las estrellas descollar. Qué estrellas, también sería una buena pregunta. Cuesta imaginar que un veterano Aubameyang o un irregular Dembélé sean los extremos que acompañarán al ariete polaco (otro treintón) en este proceso de renovación. La banca, esa fuente de talento que hasta hace poco parecía inagotable, tampoco provee respuestas (Puig está afuera, Fati vive entre la lesión y la promesa). ¿Alrededor de quién se erigirá el proyecto en el Camp Nou?
El Manchester United no lo ha hecho mejor. El próximo año se cumplirán 10 desde la salida del entrenador escocés y nadie ha podido ocupar su sitio con cierta prestancia. Ni directores técnicos de renombre, como Van Gaal o Mourinho, ni leyendas del club como Giggs o Solskjaer. Los fichajes tampoco sumaron: Pogba, Maguire, Varane, Sancho, Ronaldo… Hoy por hoy, luego de su peor inicio de liga en décadas, el United deambula bajo la idea, cada vez más peregrina, de que Ten Hag logrará instaurar un sistema para el que la plantilla actual no parece capacitada.
Contra el Bentford fue muy evidente. Eriksen de volante de área a área, sin capacidad para asumir el rol (¿no era el danés un 10 moderno o en todo caso un armador?); De Gea, un atajador sin pie, obligado a salir jugando, lo que no hace sino aumentar su ratio de bloopers por partido de una manera impresionante; Martínez, disminuido junto a un equívoco Maguire, una pareja de centrales dispuesta a armar un show del horror cada cinco minutos; Ronaldo, perdido entre la frustración y la soledad, ve que no tendrá Champions League si sigue con estos compañeros. Faltan muchos minutos y refuerzos para que el entrenador holandés logre instaurar un estilo que hoy es ajeno. ¿Tendrán los Glazers paciencia con él? ¿O los dueños la habrán perdido y finalmente venderán el club a otros inversores?
Nada es más costoso y complicado que planificar una transición. Que Reynoso tome nota.
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