Hace unos meses, la imagen de Christian Cueva ejercitándose solo en medio del lujo árabe era la postal que sus críticos no querían ver: consolidado en su carrera, mundialista con Perú y líder futbolístico de dos procesos eliminatorios, había encontrado un medio –el árabe– donde parecía sentirse a gusto. Por fin.
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Luego, sus devaneos con el club que lo llevó a su enésima experiencia en el extranjero, hicieron pensar lo peor. Eso también es Cueva: un jugador llamado a ser figura en nuestro regreso a los mundiales hasta que lanzó la pelota a la luna. Como un porfiado que se balancea entre la realidad y el fracaso, al ritmo de una cumbia de moda. Como un hombre tocado que esta vez, en Alianza, tiene nuevamente una oportunidad de oro para recuperar su lugar.
En estos días, la cabeza enorme y llena de sabiduría de Juan Reynoso tiene una certeza y es la misma que tenemos todos: lo mejor es que vuelva a jugar, que se ponga a punto. Que aparezca más en la tapa de Deporte Total que en los avances de Magaly. Que sea el mismo jugador que fue líder de la selección de Gareca en nuestro regreso al Mundial y en el fracaso rumbo a Qatar 2022. Que sea Christian, pero no Cuevita.
Enfundado en el buzo o en sandalias y cantando. Esa es la cuestión. Lo de siempre: que seguimos esperando que una vez más Christian no sea ‘Cuevita’: ese apodo que lo infantiliza para perdonarle las taras, pese a que ya tiene muchas más apariciones con la selección que años de vida. Cueva futbolista es notable: no existía un jugador de selección tan decisivo para el equipo desde los Chorrigolazos y más atrás, desde Uribe. Su mérito consiste en haberlo hecho en el ambiente hostil que es la Videna, en un medio que persigue a sus futbolistas más que a sus políticos y en un fútbol –el nuestro– al que no le sobra nada.
¿Qué me preocupa? Hoy Cueva tiene algo en contra y es la casa. La comodidad de algo que puede parecerse, al menos un poco, a esas vacaciones en las que aparecía como tendencia en TikTok. Tiene el peligro de que su estancia en Alianza Lima se convierta en un tiempo con los amigos. Y eso es lo que nadie quiere.
Cueva tiene 31 años. Tiene tiempo para tener mil vacaciones más en su historia, para más disfrute, pero probablemente le queda un solo ciclo mundialista. Ya se acabaron las vacaciones, Christian. Permítanme el plural: ahora te necesitamos a ti. No a Cuevita.
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