Gianluca Lapadula se ha caracterizado por ser un jugador con mucha fuerza física y mental, que se impone a las adversidades y sale adelante. Lo hizo en su carrera profesional y en su vida personal, pero en ese trayecto hubo una página de mucho dolor y sufrimiento que incluso lo llevó al extremo de pensar retirarse del fútbol.
El ‘Bambino’, en la campaña 2016-17 había tenido un irregular paso por el AC Milan de la Serie A de Italia. Es así que luego pasó al Genoa, club de la misma categoría pero que usualmente pelea en la zona media de la tabla. Fue allí donde comenzó a sufrir unos problemas físicos nunca antes tenido en su carrera, según lo revela en su libro autobiográfico ‘Lapadula, mi historia, mis goles, mi sangre’.
“Siento que durante mi permanencia de dos años en el Genoa no me fue como hubiera querido. No por el club, ni por mi desempeño. Los problemas físicos que se presentaron eran diferentes a los que tuve antes. Lo aterrador era que nadie encontraba el problema. Me dolía el posterior, los abductores, los tobillos, hasta las pantorrillas. No recordaba una situación similar en toda mi carrera.
Era inentendible pues no era producto del choque en el juego o de un golpe específico. Alguien me dijo que era una cuestión mental, que solamente estaba en mi cerebro. Asistía infinidad de médicos. Me hice visitante recurrente de hospitales y clínicas especializadas en traumatología o medicina deportiva. La aflicción me estaba matando. Me tomaban prueba tras prueba, infinitos análisis y no se hallaban respuestas. Comencé a sentirme realmente desesperado. Algunas veces, los paliativos me salvaban y me duraban un par de fechas, solo para regresar al delirio provocado por el dolor.
Tanto estaba afectando esto mi ritmo diario que mi deseo ya ni siquiera era poder jugar con el equipo, competir. En ese momento quería simplemente no sentir el dolor en mis piernas. ¿Había sido lo del Milan, lo de las selecciones peruana e italiana una falsedad? Los problemas, otra vez, me bajaron de mi pedestal. Se acumulaban uno tras otro, pues no jugar me depreciaba, me ponía de mal humor y no hallaba la forma de reparar lo que ocurría. Era la única idea que rondaba mi cabeza. Anotar goles, correr, entrenar sentir el aplauso de la tribuna, todo eso estaba lejos de mis expectativas, solo quería experimentar alivio.
El segundo año en el Genoa fue aún peor. No pisé el campo de juego desde el 9 de diciembre hasta el 9 de marzo. Estaba absolutamente roto. Esa fecha jugué tres minutos; solo para seguir detenido hasta la quincena de abril. Sabía que no era yo mismo. Que el Gianluca del San Marino, del Gorica, del Téramo, del Pescara o del Milan estaba desapareciendo, se estaba transformando en un recuerdo. Completamente frustrado, tomé la decisión más difícil de mi vida. Dejaría el fútbol profesional. Era mi única salida. Ya no daba más. Estaba harto e impotente. Llamé a Libertazzi y le comuniqué mi decisión: ‘¿Estás loco, Gianluca?’, me respondió mi amigo. Estaba perdiendo la cordura y no encontraba otra solución que esa. ‘Mira cuántos partidos no me convocan. Parezco un inválido, ni siquiera puedo caminar’.
Era una tragedia. Simplemente, no podía más. Renunciaba. Hay momentos en que uno sabe que debe dar un paso al costado y yo creía que ese era el mío. ‘Necesitamos que te calmes, Gianluca’. Libertazzi es una persona muy ecuánime. Habíamos crecido juntos y él me hizo recordar que yo siempre había sido un guerrero. Su apoyo y el de todo mi entorno fueron incondicionales en ese momento.
Un año y medio después, con el sufrimiento a cuestas, mi amigo halló un especialista en otra región. Él mismo me acompañó a hacerme los exámenes. Por fin, encontramos el origen del mal. El doctor me explicó que se trataba de dos fracturas en la parte baja de la columna lumbar y, junto con el disco adjunto, las articulaciones, los nervios y los tejidos blandos proporcionan una variedad de funciones, que incluyen ser soporte de la parte superior del cuerpo y permitir el movimiento en múltiples direcciones. Por allí pasan todos los nervios hacia las piernas. Es increíble mencionarlo, pero no sé con qué fortaleza de mi cuerpo estuve tanto tiempo compitiendo con la columna fracturada.
Esa era la razón de mi dolor y de que mi carrera estuviera al borde de su término. Descubrir el punto de anclaje para el posterior tratamiento coincidió con las nuevas negociaciones que mis representantes gestionaban con la idea de cambiar de aires en un nuevo club. Durante mi permanencia en el Genoa, en dos temporadas, solo pude anotar ocho goles en 38 partidos. Me perdí 42 partidos, ya sea porque era suplente o porque incluso no estaba convocado. Mi prestigio se diluyó pero me encontraba a tiempo de revertirlo y eso era lo importante. Debía darle vuelta a la adversidad. Sentía que debía hacerlo por mi esposa y mis hijas, por mis padres, por mis amigos, por la gente que creía en mí. Y también por el cariño que comenzó a rebrotar cuando parecía que estaba congelado para siempre: hablo de la selección peruana, un cariño hermoso”.
Gianluca Lapadula jugó en el Genoa por dos temporadas: del 2017 al 2019. Posteriormente pasó al Lecce, Benevento Calcio y hoy en día milita en el Cagliari de la Serie B de Italia.