Le quitarán el Mundial… Compraron los votos… Explotan a los trabajadores que construyen los estadios… Habrá 50 grados de calor a la hora de jugar los partidos… Se trata de un estado monárquico sin democracia… Las mujeres no tienen derechos…
El 2 de diciembre de 2010 la FIFA anunció que el Mundial 2022 se realizaría en Qatar, un diminuto emirato quince veces más chico que Uruguay. En encarnizada y oscura lucha de pasillos e influencias, se impuso sobre potencias como Australia, Estados Unidos, Corea y Japón. Un pigmeo les ganó la pelea. Nunca la FIFA había elegido la sede de un Mundial con semejante antelación (doce años). En esta década la pequeña nación petrolera recibió todo tipo de embates tratando de quitarle el torneo. Países poderosos, organizaciones multinacionales, ONG’s, personalidades han apedreado la reputación catarí para doblarle la mano. Sin embargo, ese pedacito de mapa ha resistido con firmeza y diplomacia, con astucia y silencios, gambeteando acusaciones. Y ahora ya no hay retorno: salvo una catástrofe inesperada, el 21 de noviembre de 2002 se inaugurará el torneo y el 18 de diciembre, en dos años, un capitán levantará el anhelado trofeo en el estadio Icónico de Lisail, una ciudad-isla artificial de 35 km cuadrados que está siendo construida. Todo será flamante y novedoso allí.
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El triunfo de la presentación catarí (sumado a que en 2018 se impusiera Rusia sobre Inglaterra), encrespó el humor inglés y estadounidense. “¿Qué demonios sucedió…?” Arrebatarle el Mundial a Estados Unidos significa sustraerle un negocio de decenas de miles de millones de dólares. Eso motivó, aseguran, la decisión norteamericana de impulsar el FIFAgate a través del FBI. Pero Putin acalló voces montando una copa extraordinaria y Qatar ya está cerca de la orilla. Unas brazadas más y estará a salvo de todas las presiones, porque no quedará tiempo para sustitutos. En 1996 se cumplía el centenario de los Juegos Olímpicos, nacidos en Grecia, y la candidatura de Atenas parecía no tener contra posible por una cuestión de justicia y simbolismo; imprevistamente, la ciudad nominada fue Atlanta, Georgia, sede de la Coca Cola y la CNN. Esta vez Qatar logró mantenerse a flote frente a todas las tempestades.
¿Cómo será el segundo Mundial en territorio asiático…? Muy peculiar, por cierto, en un lugar sin tradición futbolera, pero con estadios futuristas e instalaciones de ensueño. El orgullo árabe, tan fuerte, estará presente en cada detalle para deslumbrar a los visitantes. Ya podemos imaginar (o no) el confort de los estadios. Aún recordamos los asfixiantes 55 grados de Chicago en el cotejo inaugural entre Bolivia y Alemania en la copa de 1994. Ello no se repetirá en Qatar pues por primera vez se cambió la fecha de disputa de mediados a fin de año, cuando el clima es más moderado. También por el revolucionario sistema de enfriamiento del que gozarán espectadores y protagonistas. En una excelente entrevista de Francisco Henao, de El País, de Cali, Fatma Al Nuaimi, directora ejecutiva de comunicaciones del Comité Organizador Local, aclaró: “De acuerdo con nuestra promesa al mundo del fútbol, hemos persistido en el desarrollo de la tecnología de climatización a pesar de que el Mundial se jugará en noviembre y diciembre, con temperaturas de 18 a 24° C”.
Gabriel Batistuta, quien jugó un año y medio en el Al-Arabí, dijo al ser elegida la sede: “Dos cosas son seguras, todo estará perfecto y será muy cómodo, en media hora se va de un estadio a otro”. Fatma corrigió un poco a Bati: “El concepto de Mundial compacto será algo nunca visto para los aficionados, que podrán asistir hasta a dos partidos durante las primeras fases del campeonato, con trayectos de una hora como mucho entre las sedes”. Desde luego, por autopistas impecables.
El fenomenal Xavi Hernández, cerebro del Barcelona de Guardiola, lleva cinco años en el emirato; se retiró allí y es el actual entrenador del Al-Sadd, de la capital Doha; está tan a gusto que piensa seriamente en quedarse para siempre allí: “Aquí hay muchas ventajas. La tranquilidad, la seguridad... No tenemos llave de casa, dejas el coche en marcha... Nuria (su esposa) incluso me dice que si podemos seguir aquí será incluso mejor para nuestros hijos. Los dos han nacido aquí. En Qatar la gente es feliz y el sistema, aunque no es democrático, funciona mejor que el de España”. Xavi recibió muchas críticas por estas declaraciones. “Claro, porque él cobra 10 millones de euros al año allá”, lo fustigaron. Sin embargo, si decidiera volver como técnico del Barça, donde lo esperan con los brazos abiertos, regresaría a su casa y tendría un contrato igual o mayor.
Claro que la inmodestia de la organización para deslumbrar al mundo puede llevar a la quiebra al país, según indican sectores financieros que desconfían de la fortaleza económica de Qatar. Expertos estiman que invertirá la monstruosidad de 200.000 millones de dólares para ser el anfitrión a todo lujo, contra los 11.600 que insumió Brasil 2014 y los 14.000 de Rusia 2018. “El propio Gobierno ha reconocido estar gastando 500 millones semanales para llegar a tiempo con las obras”, informó el Financial Times. Esto se ha visto agravado por la crisis del petróleo y el estado catarí debió recurrir por primera vez a préstamos. Pero no han querido ni por un instante quitar el pie del acelerador. “No queremos seguir dando capas de pintura mientras las personas llegan al país”, señaló Ali Shareef Al-Emadi, ministro de Finanzas.
El Mundial es la gran apuesta del relativamente nuevo estado, fundado en 1971. Fatma Al Nuaimi se refirió lo que significa para ellos el torneo: “Será un honor recibir a miles de aficionados de todo el mundo, interactuando con nosotros y elaborando sus propias opiniones sobre nuestro país. Se trata de la primera Copa del Mundo en Medio Oriente y el mundo árabe, lo vemos como una oportunidad de oro para presentar nuestra región y mostrar todos sus atributos positivos al mundo”.
Debido a su mínima geografía, Qatar será una suerte de gran villa olímpica en la que se respirará fútbol en cada rincón durante 28 días. Por primera vez, aficionados y deportistas podrán permanecer en el mismo alojamiento durante toda su estancia y desplazarse cómodamente en metro entre los estadios.
Qatar ha esquivado las denuncias de los grandes tiburones, pero el gasto será descomunal. La pregunta es ¿y después del Mundial, qué?
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