En contra de las opiniones técnicas del Banco Central, la Superintendencia de Bancos y Seguros (SBS) y sin la participación de la Comisión de Economía, la semana pasada el Congreso puso en agenda el proyecto de ley para poner topes y controlar las tasas de interés que cobran los bancos. Con la antipatía que todos -me incluyo- le tenemos a los bancos y financieras, la ley seguramente será aprobada por amplia mayoría.
Ojalá fuera así de fácil la cosa. Así como queremos regular las tasas de interés, podríamos hacer otra ley para subir el sueldo mínimo, regular los precios de los alimentos, poner un tope al precio del dólar, la gasolina y demás precios claves en la economía. Mejor aún, saquemos de una vez una ley con un solo artículo: “Se prohíbe la pobreza” y nos ahorramos tanto papeleo. Desafortunadamente, la economía responde únicamente a sus propias leyes y siempre hace caso omiso a las que promulga el congreso o cualquier otro ente centralizado.
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Tratar de regular y poner topes a las tasas de interés, automáticamente excluirá del acceso al crédito (hoy ya bastante limitado) a un amplio sector de la población. Los bancos y cajas simplemente no ofrecerán préstamos a los segmentos considerados riesgosos, dejando a este segmento de personas a manos de la banca informal. Al final, los perjudicados serán aquellas personas a quienes curiosamente se trata de beneficiar; porque así los intereses que cobre la banca sean altos, siempre serán mas bajos que los ofrecidos por los usureros y prestamistas del barrio.
Contrariamente a la creencia popular, hacer banca en el Perú no es tan fácil. En años recientes, muchas instituciones de talla mundial como Citibank, HSBC, BankBoston y la banca chilena han tratado de ingresar a la banca de consumo peruana sin éxito. Luego de comienzos auspiciosos, las malas deudas comenzaron a apilarse y las pérdidas acumuladas los obligaron a rematar el banco y salir corriendo. Nuestro alto nivel de informalidad hace muy difícil a los bancos tanto distinguir al buen del mal pagador como la subsecuente gestión de cobranza. Justamente por aquí, donde hay tanta informalidad de la economía, deberíamos de empezar a trabajar si realmente queremos que el crédito se democratice.
Una vez mas, los congresistas equivocan el camino. Si lo hacen por ignorancia o cálculo político (o ambas cosas) es algo que sólo ellos saben. Pero si esta ley termina por hacerse efectiva, nuestros parlamentarios verán cómo las instituciones financieras reducen su oferta de créditos y florece la usura. Llegado este punto, probablemente, al congreso se les ocurrirá promulgar una ley más controlista que fije las tasas de interés o crear un banco estatal para “atender a la población dónde la banca comercial no llega”. A partir de aquí, podrían seguir ideas como tener una línea aérea de bandera, una nueva ley de reforma agraria o un nuevo Minero Perú.
Los que ya tenemos algunos años en este mundo, ya vimos – y sufrimos - esta película de controles de precio y rol promotor del estado hace ya unos cuarenta años. Y como en la película del Titanic, ya todos sabemos muy bien cómo acaba.
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