Solo en los últimos dos años, la presencia de venezolanos en el país creció de manera exponencial. Pero, no todos pueden suplir sus necesidades básicas y de eso da cuenta, precisamente, el estudio “Asistencia en movimiento” realizado por Save the Children a 9.496 hogares venezolanos entre agosto del 2019 y julio del 2020, para conocer las tendencias migratorias y la situación en la que viven actualmente.
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Según este estudio, como resultado del impacto que tuvo el COVID-19 en estos hogares, solo entre marzo y julio se observó un dramático descenso de su situación alimentaria que se vio notoriamente afectada.
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Así, mientras un 88% de los hogares aseguró que había perdido todos sus ingresos del hogar, solo un 32% informó haber sido capaz de pagar tanto los alimentos como los productos de higiene y, alrededor del 76% de los hogares consultados experimentó hambre moderada o severa.
VULNERABILIDAD ECONÓMICA
Y, previo a la pandemia, un 97% de los hogares encuestados presentó alta vulnerabilidad económica, por lo que dormían en las calles, no tenían fuentes de ingresos y, por lo tanto, tampoco podían seguir viajando. Aunado a ello, el 95% tiene entre sus integrantes a mujeres embarazadas, niños, ancianos y/o lactantes, lo que se traduce en una alta vulnerabilidad sociodemográfica.
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Como un claro indicio de esa vulnerabilidad, que guarda estrecha relación con las necesidades básicas generales de estos hogares, ninguno podía satisfacer “todas” sus necesidades, 96% dijo no poder satisfacer “la mayoría”, cerca del 66% mencionó que podía satisfacer “algunas”, y 30% informó no ser capaz de satisfacer “ninguna” de las necesidades básicas del hogar.
Tomando en cuenta esa situación, un 29% de los hogares entrevistados informó haber retirado a los niños de la escuela debido a que su hijo o hija tenía que participar en actividades generadoras de ingresos o en la mendicidad para apoyar financieramente al hogar.
Adicionalmente, la mayoría de los hogares indicó que para cubrir parte de sus necesidades, un 84% pedía prestados alimentos y un 77% restringía el consumo de los adultos en favor los niños.
Con respecto al índice PCA, que mide la diversidad de la dieta y la frecuencia de consumo de alimentos, los resultados según la organización internacional que vela por los derechos de los niños, fueron ligeramente más positivos. Así, un 66,3% de los hogares manifestó tener un consumo de alimentos “aceptable” y un 10% dijo que tenía un PCA “deficiente”.
ACCIONES DE AYUDA
Para paliar parte de las necesidades y carencias que desnudaba el estudio, Sandra Marcos, gerente del Programa de Ayuda Humanitaria en Save the Children, informa que entre abril y junio su organización atendió a 7.000 familias con la finalidad de asegurarles un sustento básico, sobre todo durante la cuarentena.
Tras recibir el apoyo de Save the Children, entre marzo y julio, el 97% de los hogares, cuyos hijos participaron de actividades en espacios amigables, actividades de apoyo psicosocial y orientación de protección de la infancia, dieron cuenta de una mejora en el bienestar socioemocional de sus hijos.
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Para seguir mejorando la calidad de vida de los migrantes venezolanos, en julio la organización inició el segundo año de su proyecto de ayuda humanitaria enfocado en proveer acceso a alimentación, vestido y alojamiento digno en Piura, Lambayeque, La Libertad, Lima y Arequipa, tal y como se hizo durante el primer año de acción.
Pero, a diferencia de la primera etapa, durante este segundo año –según explica Sandra Marcos– también proveerán de mecanismos de capacitación que les permita insertarse en el mercado laboral peruano o generar ingresos a través de emprendimientos propios vinculados a la provisión de alimentos, mecánica de bicicletas o venta de mercancías como frutas o verduras.
La funcionaria asegura que continuarán echando mano de la cooperación internacional porque los migrantes venezolanos no pueden participar del apoyo que brinda el gobierno peruano. “Solo es para los más pobres nacidos en Perú y por eso es que quedan totalmente desprotegidos”, afirma.