En una economía mundial lastrada por la situación sanitaria, los mercados bursátiles están en plena forma, una “desconexión” que no preocupa a los financieros pero sí a algunos economistas, que la ven como el presagio de una gran crisis.
Desde Europa hasta Asia, pasando por Estados Unidos, los índices bursátiles parecen inmunes a las malas noticias que se acumulan en este principio de año, desde los planes de despido en grandes compañías -Michelin, Accor, Ford, Air Canada- hasta la preocupación por las nuevas variantes de COVID-19.
Wall Street rompió un nuevo récord a principios de enero y en Alemania el Dax está operando a su nivel históricamente más alto.
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Al mismo tiempo el Bitcoin superó la marca de los US$40.000 por primera vez en su historia y la valoración de Tesla alcanzó un nivel estratosférico de US$800.000 millones.
El hecho de que Tesla produzca menos de 500.000 coches eléctricos al año, muy por detrás de Volkswagen y sus 9,3 millones de vehículos vendidos en el 2020, no parece afectar a los inversores.
Y la crisis económica tampoco desalentó las salidas a bolsa, que rompieron todos los récords de Wall Street, con más de 400 en 2020.
“En términos financieros, no vemos una burbuja como tal”, afirma Aymeric Poizot, director general para Francia de la agencia de calificación financiera Fitch.
“La desconexión entre Wall Street y Main Street [la economía real] no es un problema mientras los bancos centrales intervengan”, añade.
El origen de este exceso de liquidez fue la decisión de los bancos centrales en marzo del 2020 de aumentar su apoyo a los gobiernos hasta un nivel sin precedentes mediante la compra masiva de sus bonos.
Esta política, que se espera que el Banco Central Europeo renueve el jueves en su reunión mensual, ha tenido el efecto de reducir los tipos de interés a cero y, en consecuencia, de alimentar la subida de las acciones a medida que los inversores buscaban inversiones rentables.
“Observando un gran número de indicadores, es difícil no ver una cierta discrepancia entre los precios de los activos de riesgo y las perspectivas económicas”, reconoció sin embargo en diciembre Claudio Borio, jefe del departamento monetario y económico del Banco de Pagos Internacionales (BPI), cuyas opiniones son muy escuchadas.
“Orgía monetaria”
El economista y profesor de la escuela de comercio EM-Lyon, Pierre-Yves Gómez, considera que “hay una burbuja en el sector de la tecnología”.
Por su parte, el economista Thomas Piketty viene advirtiendo desde hace diez años de los efectos nocivos de esta “orgía de creación de dinero” que “contribuye al enriquecimiento de los más ricos” al aumentar “los precios de las acciones y de los inmuebles”.
Piketty recuerda en su blog que la fortuna de “los 500 franceses más ricos ha pasado de 210.000 millones a 730.000 millones de euros (de US$250.000 millones a US$880.000 millones) entre 2010 y 2020” y concluye que “un desarrollo así es social y políticamente insostenible”.
Laurence Boone, la economista jefe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), advierte por su parte del riesgo de adicción al dinero barato.
Después de la crisis, “la gente se va a preguntar de dónde viene todo este dinero” y por qué no se está gastando más en la lucha contra el cambio climático o la desigualdad, advirtió en una entrevista con el Financial Times a principios de enero.
“Las valoraciones son altas” en los mercados, reconoce Gilles Moec, economista jefe de Axa Investment Managers, pero “esto forma parte de los efectos secundarios” del tratamiento macroeconómico de la crisis, y “lamentarlo no tiene realmente sentido”.