Con todo lo que tenemos que hacer a los que nos toca liderar: dar la cara, estar presentes, hacernos cargo, comunicar mucho, responder a preguntas aún cuando no tenemos todas las respuestas, mantenernos calmos, aprender muy rápido, informarnos mucho, planear, resolver y actuar sin perder tiempo, los temas “humanos” tienden a quedarse de lado.
Y suena lógico, todos tratando de sobrevivir las olas de incertidumbre que nos llegan a diario y con nuestro sistema de vida muy trastocado, nos toca establecer prioridades. Y pensar en las emociones y sentimientos de los demás suena menos que urgente, por decir lo menos.
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Sin embargo, a los que tenemos la ineludible responsabilidad de liderar en cualquier nivel en nuestras organizaciones, directorios, equipos o familias, nos toca internalizar que, hoy más que nunca, la empatía es una de las habilidades humanas más valiosas a reforzar, junto con la curiosidad, la flexibilidad y la adaptabilidad–. Y que, para liderar empáticamente, el respeto a las personas empieza por reconocer, aceptar y validar las emociones y sentimientos ajenos, aunque quizá no nos guste lidiar con ellos ni sepamos hacerlo bien.
Ese respeto es el que nos permite comprender lo extremadamente complicada y difícil que se ha vuelto la realidad para muchos. Y no juzgar, validando que no todos reaccionan igual a los mismos estímulos, entendiendo que los ánimos están movidos ante presiones individuales que podemos no conocer. La resiliencia es una habilidad más desarrollada en unos que otros y que, lo que para algunos son retos a resolver, para otros son montañas gigantes a remontar a diario.
Liderar con foco en el respeto a las personas en toda circunstancia, es imprescindible y no negociable. El respeto, la empatía, el reconocimiento frecuente, la calidez y autenticidad –y jamás la arrogancia o la indiferencia– permiten que las relaciones fluyan positivamente incluso en los momentos más complicados, como aquellos donde toca acordar cambios en los objetivos, las metas, la operatividad, las responsabilidades, las condiciones e incluso en algunas situaciones, la misma continuidad de la relación.
El enfatizar el cuidado de la dignidad y autoestima de las personas frente a los cambios fomenta la confianza y permite el diálogo. Crea el ambiente propicio para poder ver otras perspectivas. Y les da a muchos la oportunidad de crecer ante la situación, mejorar su actitud, enfocarse en el futuro y sacar a relucir su talento, carácter, compromiso y madurez.
Hoy más que nunca es vital que nuestras acciones sean coherentes con nuestros valores personales, familiares y organizacionales. La incertidumbre, la urgencia o la crisis no le da excusa a nadie para abusar, obrar sin respeto, sin criterio o decencia. La empatía con los demás no nos inhibe de actuar o tomar decisiones realistas, duras o muy difíciles. Más bien facilita la relación de confianza para incluso, planear e implementar en conjunto las decisiones más complicadas, si se hace con corrección y justicia. Y, sobre todo, con respeto y mucha humanidad.
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