Imagine que un día despertamos y nos damos cuenta de que en LinkedIn han puesto un nuevo sistema de calificación con puntuación junto a los perfiles de cada uno, tal como las que reciben en algunas páginas de Internet, los hoteles, restaurantes o empresas de servicios, del 1 al 10.
Imagine también que esa mañana descubre que las personas que lo conocen –jefes, exjefes, compañeros y amigos de trabajo, colegas, clientes, las personas que le reporta, proveedores y otros profesionales vinculados a su vida profesional, y también personal– lo han calificado sin que usted supiera todavía que eso estuviera pasando. Sin posibilidad de influir en ellos cuando estuvieran poniéndole o no los puntos. Y que esa puntación quedaría registrada, en blanco y negro, a la vista de todos junto a su nombre en su perfil.
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Por supuesto, usted podría estar o no de acuerdo con esa calificación que le han puesto, le podría parecer justa o no; pero ya estaría hecha, puesta y colgada junto a su nombre y ya nada podría hacer para cambiarla de inmediato. Solo pensar que esto nos pueda pasar en cualquier momento me da escalofríos y me recuerda que estamos expuestos a sorpresas como esas en cualquier momento.
Esas calificaciones podrían decir que somos profesionales de primera, si nos califican con puntajes muy buenos o excelentes como 9,5 o más cercanos a 10. Por el contrario, una baja calificación de 2,2 o 3,6 por ejemplo diría todo lo contrario sobre nosotros. En realidad, ese puntaje diría mucho de la percepción que tienen los demás de nosotros y de la calidad de nuestro trabajo.
Percepción es realidad, dicen los marketeros, y al final es solo su percepción con que las personas se quedan cuando evalúan o comentan sobre el trabajo o el carácter de los demás. Y esa puntuación en nuestro perfil sería solamente el reflejo de la percepción que los demás tienen sobre nosotros o nuestro trabajo. Y sería el promedio de la puntación de muchos lo que generaría ese numero mágico final que tendría un efecto tan poderoso sobre nuestra carrera y futuro profesional.
Entonces, ese puntaje sería el resultado de cómo los demás creen, piensan o perciben que nosotros trabajamos, del valor que agregamos, de cómo contribuimos al resultado, de cómo logramos cumplir con nuestros indicadores de gestión, de cuánto colaboramos bien, si somos responsables, cumplidos, confiables. Esa puntuación sería el reflejo también de cómo otros creen que tenemos o no las habilidades, competencias y destrezas necesarias para trabajar con efectividad, productividad, eficiencia y con buena actitud. De si les da gusto a los demás formar equipo con nosotros, o somos difíciles para colaborar y compartir. Pero también serían el reflejo de cómo sienten o juzgan nuestra conducta, de nuestro comportamiento, madurez, ética y valores. Y por supuesto de la coherencia entre lo que hacemos y lo que decimos, de cuán confiables somos, si tenemos o no conflictos de interés y si decimos la verdad y cumplimos nuestra palabra, sea por escrito o no.
¿Esas puntuaciones qué podrían significar para nuestras carreras, para nuestras vidas? Creo que mucho. Así como escogemos un hotel o un restaurante por ejemplo, en función de esa puntación relativa al precio y ubicación, esa puntación le diría a quienes no nos conocen o nos conocen poco cómo calificamos comparativamente a los demás con solo un numero, en un instante.
¿Qué me quedó de esta idea de las calificaciones o puntuaciones a nuestra marca personal? Que es clave pensar, actuar y trabajar como si la calificación fuera real. Y que nos toca pensar en construir nuestra reputación y buen nombre en cada momento, en cada acción y con cada persona. Y por supuesto que no es fácil, pero la buena reputación es siempre bien ganada, no acepta atajos, exige esfuerzo honesto y hasta sacrificio. Y también con la idea que claramente es mejor esforzarnos por construir proactiva, positivamente y a priori nuestra marca personal y reputación, que luego tratar de repararlas cuando ya podría ser tarde.
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