En estos días se ha escrito mucho sobre la película “Cholo” (1972), filme que encumbró a Hugo Sotil (1949-2024) como el primer futbolista peruano que protagonizó una película de cine. No fue, por cierto, un ‘Biopic’. Como señala el crítico de arte y curador Jorge Villacorta, el filme de Bernardo Batievsky es una ficción sobre un muchacho de origen provinciano, tan dotado para el fútbol como para la pintura. En la producción se usaron lienzos del artista Milner Cajahuaringa, cuyas obras pasaron por las del joven pintor que en la ficción encarnaba Sotil.
Como advierte el crítico Gustavo Buntinx, aunque se articula desde un relato ficcional, el filme de Batievsky juega a la confusión con el registro testimonial (no es casualidad que el protagonista se llamara, precisamente, Hugo). “El resultado es un impresionante documento de las ilusiones (también de las frustraciones) provocadas por la reivindicación nacionalista y racial en las épocas de la dictadura militar del general Juan Velasco Alvarado”, señala.
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La cinta se estrenó en mayo de 1972 en quince salas de Lima, y resultó un estrepitoso fracaso. Duró apenas una semana en cartelera y sumó críticas implacables. Mejor aceptación tuvo su correlato sonoro, la música compuesta para la película por el grupo El Polen, pionero de los ritmos fusión en el Perú. En estas canciones convergen el rock, la música sinfónica, progresiva y psicodélica, además del folclor peruano.
En 2004, el artista visual Philippe Gruenberg versionó este filme de muy personal manera, utilizando un tercio del material original. La reedición, como señala el crítico Buntinx, acentúa su significado alegórico. Tres años después, Gruenberg se permitió otra licencia con el filme de Batievsky: componer una fotonovela.
“Deliberadamente anacrónica, en ella los comentarios propios se infiltran en los diálogos originales de “Cholo”, evidenciando ironías implícitas en los silencios del largometraje original”, añade el investigador. El propio artista lo recuerda: “Cuando hice la pieza, la película de Bernardo Batievsky estaba olvidada y enterrada. Sin embargo, desde entonces la familia se ha encargado de rescatarla. Mi pieza es también, de alguna manera, un homenaje a Bernardo con quien me identifiqué mucho cuando la vi y decidí hacer mi versión”, nos dice Gruenberg.
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La choledad empoderada
Para el escritor Alfredo Villar, la presencia de lo cholo y lo chicha en las artes plásticas en los últimos años es una convención aceptada e inclusive cortejada por el ‘stablishment’ local. Sin embargo, las cosas eran distintas en la época de esplendor de Hugo Sotil, en los años 70. “Lo cholo era parte de un discurso nacional de reivindicación y Sotil fue la manifestación más notable de esa choledad empoderada, hecha picardía y magia en la cancha y en la vida”, afirma el autor de “Papá Huayco”. “Las masas adoraban al “Cholo” pero a pesar de eso los intentos de convertirlo en imagen o arte han sido accidentadas”, advierte.
En efecto, según Villar, además de los intentos del cineasta Batievsky y de otros artistas, a diferencia de Sarita Colonia o Chacalón, por citar dos grandes figuras del imaginario popular continuamente homenajeadas desde las artes, la del Cholo sigue siendo marginal. “Una excepción es el homenaje visual que le rinde Jorge Cabieses en su serie “Mecánica Popular” dedicándole un hermoso cuadro hecho a partir de pica pica”, afirma. Por su parte, Jorge Villacorta cita otros artistas contemporáneos que claramente lo han celebrado en sus obras: el fotógrafo Jorge Deustua con un poderoso retrato de un Sotil otoñal o Marcel Velaochaga, que en su “Ídolo de ídolos”, a partir de una foto, cambia el balón que sostiene el futbolista por una cabeza clava Chavín. Asimismo, un primer plano de Sotil registrado en 1969 por Carlos “Chino” Domínguez forma actualmente parte de la colección del Museo de Arte de Lima, junto con la pieza de Gruenberg.
Pero la lista no termina allí. El ídolo también ha sido inmortalizado en dibujos de Fernando Bryce, en la gráfica de Germán Quino Ganoza, mejor conocido como “Cherman”, o el pintor Pancho Guerra García, cuyo Sotil ilustra nuestra portada. Justamente, para este artista, Sotil tuvo influencias más sutiles: “En los revolucionarios y sicodélicos años 70, en el Perú, una imagen se repetía en mi mente: la de Ruiz Durand y ese perfil con sombrero que representaba en blanco y negro a Tupac Amaru. Para mí, esa imagen y la del recio jugador del Municipal eran sinónimos de una posibilidad: conquistar España, un camino histórico contrafáctico”. En sus recuerdos de Infancia, para este pintor, Sotil representaba una identidad nacional nueva y casi pura, ideal para el consumo de una juventud popular que buscaba nuevos referentes.
“Sotil era una suerte de Jim Morrison de las arenas de Ica, cargando fruta en el Porvenir. Un desbocado Sharuko (valiente en Quechua), el “Niño de los 400 goles”, cimbreante, huidizo, pájaro frutero, nuestro Garrincha, nuestro ídolo mayor, cholito de pantalón blanco”, añade.
A decir de Alfredo Villar, quizás la muerte de Sotil implique, paradójicamente, un renacimiento de su imagen. “De pronto el Cholo dejará de ser un subalterno de las artes para devenir en ícono, el héroe que siempre nos hará falta”, añade con fe popular.
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