Esta semana leí un tweet que decía “La ESI** que nos falta son las violencias que nos sobran”, suscribo y agrego a la lista: el enfoque de género que nos falta. Basta con entrar a redes sociales, leer noticias, informes e incluso conversar sobre nuestras historias familiares para reconocer que hemos vivido y seguimos viviendo en un mundo con brechas, desigualdad y falta de acceso, que nos coloca principalmente a nosotras, las mujeres, en desventaja.
Vengo de una familia que valora mucho la educación, de ahí mi pasión y mis esperanzas puestas en esta. Mi generación es la primera en recibir educación superior, mi madre quería ser policía y, aunque estoy segura que hubiera servido con valor e integridad, forma parte de esas 70 de cada 100 mujeres que no acceden a una educación superior. Al igual que ella, a lo largo de mi vida he conocido a mujeres que soñaban con una profesión, a niñas en riesgo de deserción, compañeras de colegio que dejaron de estudiar porque estaban embarazadas, niñas y adolescentes que se vieron forzadas a dejar la escuela y muchas otras historias similares, rodeadas de indiferencia, impunidad y desamparo. A pesar del panorama que les voy narrando, como en todos los avances en temas de derechos, siempre hay personas y organizaciones que, desde las esferas formales, informales, individuales o sistémicas, sostienen acciones en favor de una sociedad más inclusiva, igualitaria y justa. Una de estas organizaciones es Enseña Perú, formada por personas, de diversos roles y alrededor del país, que trabajan para que en el 2032, al menos 8 de cada 10 estudiantes del Perú reciban una educación de trascendencia.
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Como alumni de Enseña Perú y directora de La Morada, una organización que trabaja en favor de la igualdad de género, entiendo que una educación de excelencia debe estar pensada para aportar a la sociedad. Parafraseando a Paulo Freire, debe cambiar a las personas que van a cambiar al mundo. Es decir, transformar nuestra estructura social desigual, oponiéndose a los sistemas de opresión. Es necesario que entendamos a la educación como un proceso de socialización y a las escuelas como estos espacios a los que llevamos los valores, tradiciones, cultura y en los que también se pueden reproducir los diversos sistemas de desigualdad. Es por eso que los contenidos, metodologías, instrumentos, espacios y todo lo involucrado en el proceso de educar deben construirse con pertinencia al contexto.
En efecto, es en respuesta al contexto y los problemas sociales que contamos con 7 enfoques transversales propuestos por el currículo nacional de educación, que nos permiten entender con claridad un problema para poder revertirlo. Además, la transversalización de estos, asegura que se trabajen a lo largo de todo el currículo, no como un área específica, sino que realmente se vivan en cada espacio educativo. El enfoque que más hemos tenido que defender, debido a la existencia de grupos que se oponen a su implementación, es el enfoque de igualdad de género. Como se menciona en el currículo nacional, los derechos, deberes y oportunidades de las personas no dependen de su identidad de género y, por lo tanto, todas las personas deben tener las mismas condiciones y posibilidades para ejercer sus derechos, así como para ampliar sus capacidades y oportunidades de desarrollo personal. El enfoque de género promueve la igualdad de oportunidades y se propone romper con estereotipos que colocan a niñas y mujeres en desventaja y nos perpetúan como el sexo débil. Esto, a su vez, se traduce en la justificación e incitación de conductas de violencia hacia nosotras. No es una casualidad que en un país en el que todavía se oponen al enfoque de género y la ESI, solo en 2021 se hayan perpetrado 146 feminicidios.
Entonces, ¿Cómo podemos promover la igualdad de oportunidades desde las aulas? Sugiero que empecemos por reconocer que como parte de esta sociedad tenemos sesgos que pueden nublar nuestro quehacer profesional, esto no para justificar nuestros errores o desaciertos sino para movernos hacia nuestro rol transformador.
Informémonos sobre nuestra realidad nacional y como agentes transformadores tomemos acción en defensa de una educación que promueva la igualdad de oportunidades. Repensemos los referentes, mensajes, textos y otros materiales que entregamos al estudiantado. Rompamos con la normalización de las violencias basadas en género, defendiendo los espacios en los que se cuestionen los roles basados en este. Procuremos la representación equitativa de hombres y mujeres en su diversidad, distribuyamos roles equitativamente, amplifiquemos la voz de las niñas y adolescentes que son las que menos escuchamos, comprendamos -sin normalizar- la carga de actividades de cuidado que tienen muchas niñas y adolescentes en nuestro país. Es decir, prestemos atención consciente y pertinente sobre el contexto.
Es importante tener en cuenta que para revertir las problemáticas sociales es necesaria la acción colectiva, sería utópico pretender el cambio social desde lo individual. Busquemos a las organizaciones y personas que están haciendo algo y sumemos acciones, para acabar con las violencias que hoy nos sobran y construir un futuro en el que más mujeres y niñas en Perú y en el mundo puedan vivir en libertad e igualdad.
* CEO La Morada y Alumni de Enseña Perú
** ESI = Educación Sexual Integral
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