Fernando Poblete tiene las patillas largas, la nariz ligeramente aguileña, el pelo ondulado recortado y los ojos azules. Viste un traje azul marino, un sombrero bicornio y charreteras doradas. Desde el 2018, este abogado e historiador sanmarquino encarna a José de San Martín. De niño, dice, su padre solía llevarlo a visitar museos y huacas, y uno de sus sitios preferidos era la Quinta de los Libertadores, en Pueblo Libre, la casona donde alguna vez vivieron San Martín y Bolívar. “Me fui apasionando con la historia —cuenta— y decidí estudiar esta carrera para tener una base académica”. Y si faltaba alguna coincidencia más, asegura que la casa donde nació estaba ubicada en la calle Libertadores, en San Isidro.
Poblete es uno de los casi dos mil socios del Instituto Sanmartiniano del Perú, una organización cultural cívico-patriótica que desde hace 86 años mantiene viva la memoria del libertador argentino. “El prócer encarna los valores que a su vez hacemos nuestros —dice Poblete—, los valores de la lealtad, de la corrección y del civismo, algo que ahora se ha trastocado, entonces lo que buscamos, y pongo esto como subrayado, es propiciar la igualdad, el estado de derecho, la tolerancia, nosotros no tenemos ningún tipo de filiación partidaria y las puertas de esta casa, que es de 1905, están abiertas para todos”. Él se refiere a la casona de estilo art nouveau, ubicada en la Plaza Bolognesi, donde se ubica la sede del Instituto y que ahora por la pandemia luce vacía, sin la agitación que supondría el año del bicentenario de la independencia.
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El Instituto Sanmartiniano fue creado el 23 de febrero de 1935 y a lo largo de su historia ha tenido como miembros y directivos a connotados hombres y mujeres vinculados a la historia, el derecho, las letras, la educación y la vida intelectual como José Gálvez Barrenechea, Luis E. Valcárcel, Angélica Palma, Elvira García y García, Dora Mayer, Jorge Basadre, Gustavo Pons Muzzo, Ella Dunbar Temple (la primera catedrática peruana), Óscar Miró Quesada, Racso, José Agustín de la Puente Candamo, Armando Nieto Vélez o el embajador Javier Pérez de Cuellar.
“Nosotros estamos reunidos en torno a la figura del libertador, pero no se trata de un culto al caudillo”, dice el historiador Juan Fernández Valle, el actual presidente del Instituto. “Detrás de su imagen se aglutinan hombres y mujeres, precursores, mártires, ideólogos, financistas, jefes militares, personas de distintas clases sociales que se sacrificaron para alcanzar la independencia. Cuando San Martín desembarca en Paracas lo hace con más de 6.000 hombres, pero en esos días había una epidemia muy fuerte (probablemente cólera) que diezmó sus tropas y él tuvo que reemplazarlas con jóvenes del norte chico, con esclavos fugados, con mucha gente anónima de quien probablemente nunca sabremos sus nombres, entonces el ser sanmartiniano es aglutinar a todos los que lucharon por la libertad”, añade el historiador.
En su opinión si hay que elegir una palabra para definir la personalidad del general argentino esa sería “desprendimiento”. “San Martín se pasó toda la vida rechazando condecoraciones, obsequios, homenajes, en Argentina hay un libro titulado Los renunciamientos del general San Martín, se trata de una lista enorme de cargos, títulos y regalos que él rechazó siempre. El primer día que entra a Lima lo hace de noche y acompañado de un ayudante, a él no le gustaba la pompa, ese culto al conquistador romano como sí le gustaba a Bolívar, tan es así que cuando parte a Europa lo hace de manera austera y rechazó, por ejemplo, el ofrecimiento que le hizo después el presidente Castilla, quien lo invitó a pasar el último tercio de su vida en el Perú, entre buenos amigos. San Martín no buscaba la gloria, sino cumplir un objetivo que era la independencia. Él no quería hacerse grande, nosotros somos los que lo hemos hecho grande”.
Entre las múltiples instituciones que San Martín creó en el Perú, el historiador destaca dos: la biblioteca y el museo nacional. “Él creó las primeras instituciones culturales del Perú republicano porque entendía que una nación necesitaba reconocerse en elementos simbólicos”.
Y como parte de esos símbolos en el Instituto están apoyando a Serpost para crear estampillas conmemorativas por el bicentenario, están vendiendo réplicas de la primera bandera cruzada y anuncian que días antes del próximo 28 de Julio, una delegación, con Fernando Poblete a la cabeza, escenificará con trajes de época la proclamación de la independencia en un tabladillo que montarán en el pasaje Olaya, en el mismo lugar en que San Martín hace 200 años anunció que tenía “deberes sagrados que cumplir”, una mañana en que el Perú comenzó a ser independiente “por la voluntad general de los pueblos”.